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"Recuperar lo perdido y plantear una idea interesante"

Una máquina de café y pocas cosas más salvó el empresario italiano del negocio en que puso sus ahorros. No tenía seguro. Reinstaló su local y ahora se apresta a abrir un restaurante.
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Perseverancia a toda prueba es uno de los grandes atributos del empresario italiano Leonardo Diaferia (63), dueño de la cafetería Porto Maggiore de Valparaíso, que resurge del infortunio y vuelve a crecer gracias al esfuerzo y tesón de su propietario.

Nacido en Francia pero criado en Italia, este dedicado barista -profesional especializado en el café de alta calidad- se desarrolló durante 35 años en el rubro, en el pueblo de la provincia de Ferrara que le da el nombre a su negocio porteño.

Allí, en el centro de Porto Maggiore, abrió la cafetería So.Le en el año 1982 y no tardó en prosperar en la actividad, especialmente gracias a los "happy hour" y sus conocidos productos para picar. Hasta que empezó a cautivarlo la idea de crear un negocio similar, pero en otra parte.

Se decidió por Chile después de documentarse sobre las características de varios países. En América del Sur le pareció que Argentina "es un poco Italia, pero muy tradicionalista, en mi opinión atrasada y con problemas en la economía, mientras que en otros lugares no tienen la apertura mental de acá. Chile tiene mucha tradición, pero es más moderno, Santiago, Valparaíso, con gente siempre disponible a aceptar lo nuevo y lo diferente".

Desde Italia vino dos veces, en 2015 y 2016, solamente a Santiago y a Valparaíso. "Esta ciudad me gustó por su alma loca, bohemia y porque es muy entretenida", recuerda.

Nace un atractivo negocio

A través de un amigo que vive en el Puerto se contactó con un profesional que proyectaba crear una especie de galería con productos chilenos premium en una construcción tradicional del centro, donde él podría instalar el negocio que tenía en mente.

"Me dijo que en un año se terminaba de arreglar. Al cabo de este tiempo me aseguró que estaba todo listo, de modo que vendí mis cosas, terminé la actividad en Italia y llegué a Valparaíso en noviembre de 2017. No había nada", relata, en alusión directa a la inveterada informalidad chilena.

Pero no desistió. "Empecé a buscar un lugar en arriendo o en venta para instalar la cafetería. Al final compré el derecho a llaves de una que estaba en la calle Edwards (Astor), a metros de la esquina con Independencia. Arreglé el local con la ayuda de tres amigos que conocí en ese periodo y abrí el 12 de junio de 2018. Me iba bien, tenía mucho éxito y la ubicación era estratégica".

Instaló su casa en el cerro Monjas y en el negocio descubrió su faceta de cuoco (cocinero) e incursionó en la preparación de almuerzo. "Vi que a la gente le gustaba, entonces también incluí ese rubro; todos los días hacia algo nuevo y diferente, y todo funcionaba muy bien".

Llorar por cuarta vez en la vida

Entusiasmado, arregló el subterráneo, que tenía la misma superficie del local, y estaba casi todo listo para que empezara a operar cuando en octubre de 2019 quemaron la farmacia de la esquina de Edwards con Independencia y el fuego destruyó los negocios aledaños, entre ellos el suyo. Armarlo le había costado unos $32 millones. No tenía seguro.

"Se salvó la máquina del café, que había llegado de Italia; una vitrina refrigerada para la exhibición de los pasteles, seis mesas con sillas y una nevera prestada por el proveedor de los productos Granarolo", rememora.

¿Cuál fue su primera reacción tras esa terrible situación? "Llorar por cuarta vez en mi vida, no dormir en las noches y pensar en regresar a mi país", responde.

Pero no lo hizo. "Volví a empezar de cero. Con un premio que gané en el Banco de Chile y cuatro millones de pesos que me otorgó Sercotec, después de conversar con todos los organismos que se acercaron para ver la forma de ayudarme, como la Cámara Regional de Comercio, Corfo y hasta el ministro Lucas Palacios".

Tras un breve paso por la avenida Yerbas Buenas, volvió a instalar la cafetería, esta vez en el Mercado Puerto, adonde lo siguió la fiel clientela que aprecia su café, el tiramisú -elaborado con queso Mascarpone, café italiano y galletas al huevo de Matilde Vincenzi- así como otros postres de culto, tortas y helados.

Trabajando para delivery

Leonardo Diaferia pasó la pandemia atrincherado en el Mercado, trabajando para delivery. En la época más dura de la crisis sanitaria, "muchos clientes me pedían cosas para llevar, como dulces, bandejas de lasaña, pasta fresca también".

Quiso seguir con los almuerzos, pero la seremi de Salud le informó que para eso necesitaba una autorización que implicaba una serie de requisitos. Presentó la solicitud y le indicaron que una exigencia fundamental era un extractor de aire con un tubo hacia afuera, "pero este es un edificio histórico y no se puede hacer un hoyo".

Sugirió poner una campana moderna sin tubo, con filtro de carbón activado, pero le dijeron que para ese tipo de solicitud no está considerada esa campana. "Mi vecina pidió autorización para terminar de preparar productos precocidos y le permitieron hacer una cocina cerrada y poner una campana como la que menciono", comenta, aún sorprendido, a la hora de mencionar las cosas que en su opinión fallan en el país y que deberían ser modificadas, en especial que se requieran tantas autorizaciones distintas en el rubro vinculado con la alimentación.

Pero no abandonó la idea de vender comida. Encontró un local con todas las resoluciones sanitarias para eso, que además albergará un área de cafetería: allí había funcionado un restaurante que cerró. De modo que instalará el Porto Maggiore II en la avenida Pedro Montt, frente a la ex Scuola Italiana, en los altos de la pastelería La Foglia.

"Es una inversión que haré con la poca, pero suficiente plata que me da la cafetería del Mercado Puerto. Será un restaurante típicamente italiano con pasta de todo tipo, también rellena con ingredientes clásicos. Empezaré lo más pronto que pueda y lo permita la plata", adelanta.

Los próximos desafíos

Este proyecto seguramente lo retendrá otros años más en Valparaíso, donde ya lleva cinco. Le han ofrecido además armar sociedades para abrir negocios similares en Los Lagos y en el mismo Puerto, "pero en este momento, no. Tengo que resurgir, recuperar lo que se perdió y plantear algo interesante", subraya.

Cree que en algún momento volverá a su país y que cuando eso ocurra armará otro negocio allá, manteniendo los porteños y viajando de vez en cuando. "Con gente de confianza y la tecnología que existe hoy día, eso se puede manejar perfectamente", subraya el incansable barista, pastelero y cocinero. El primero que llega al negocio, minutos después de las 7 de la mañana, y el que apaga la luz y cierra la puerta por las noches. 2

Rosa Zamora Cabrera

rosa.zamora@mercuriovalpo.cl