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POR SEGISMUNDO

RELOJ DE ARENA Entre changos y bachichas

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"Aparece en nuestra historia otro personaje: el 'bachicha'. El italiano se establece en Valparaíso en oleadas sucesivas de inmigrantes. Casi todos de origen campesino, genoveses, son los únicos gringos que suben con su actividad hasta los cerros, enraizándose entre los estratos netamente populares. El 'bachicha' de la esquina pasó así a convertirse en un personaje de la tipología popular de Valparaíso. Tiene una fuerte influencia en el barrio. Hace de proveedor, de prestamista, de consejero y reparte su semilla por las quebradas donde aparecen, de vez en cuando, palomillas de pelo rubio".

Esta descripción, que podría parecer pintoresca y simpática, tiene alcances antropológicos, pues dan cuenta de una de las vertientes de la formación de nuestra nacionalidad.

La descripción, con conocimiento cercano, de terreno, está contenida en el clásico de Lukas, Renzo Pecchenino, "Apuntes porteños", obra de hace más de medio siglo que a la genialidad de las ilustraciones suma importante información sobre la arquitectura humana y material de Valparaíso.

En este rescate del pasado retrocedemos hasta la "Historia de Valparaíso", 1869, de Benjamín Vicuña Mackenna, quien nos informa de los primitivos habitantes, siglo XVI, del territorio que hoy ocupa la Ciudad Puerto:

-"Habitábala esa raza especial de aborígenes que conserva todavía su tipo, su nombre y hasta su humilde ejercicio de la mar: los antiguos changos. Participaban estos indígenas de la labranza y de la pesca para sus mantenimientos y la última les proporcionaba algunos artículos de cambio, como se nota todavía entre los changos del Paposo y los marisqueros de Chiloé. Servíanse para esta industria de cueros de lobo inflados, que unían en pares por medio de fuertes costuras y tablillas de ruda madera… Más de un siglo después (1830) encontrolos todavía en ejercicio el célebre viajero D'Oribigny entre los pescadores de Cobija, a la verdad que solo el vapor (los buques a vapor) ha hecho desaparecer la balsa en las aguas del Pacífico, desde hace pocos años". Y agrega el escritor que "el vapor no ha podido extinguir los changos, y apenas se han transformado en jornaleros". Es decir, se transforman, siglo XIX, en trabajadores de "la orilla", cargadores de faluchos, estibadores, operadores de primitivas grúas.

Originarios olvidados

Y viene luego una información interesante:

-"Algunos viajeros modernos… han sostenido que los changos era un raza especial y migratoria, especie de gitanos del mar, que hablaban un dialecto propio y tenían una vida aparte". Consigna Vicuña Mackenna que esta afirmación está contenida en una obra editada en Londres en 1860 por W. Bollaert, quien fuera dependiente de una casa comercial en Valparaíso y, a la vez, tenía aficiones por la geología.

Y estos antecedentes nos llevan a concluir que nos encontramos, a la vuelta de la esquina, aquí mismo, con otro pueblo originario que falto de visibilidad no ganó escaño alguno en la Convención Constitucional.

Continuando con nuestra atrevida incursión antropológico podríamos afirmar que, en algún momento, aquellos changos convertidos en trabajadores del puerto tuvieron alguna relación con esos bachichas llegados en el siglo antepasado o a principios del pasado y que dominaron las esquinas de los cerros porteños y formaron familias de hecho y hasta de derecho. En fin, ahí estarían esos palomillas rubios que, a lo mejor, todavía tenían restos de su dialecto que mezclaban con el que traían los genoveses.

Pero siguiendo en esta exploración en busca de nuestra identidad en estos tiempos de definiciones constitucionales, nos encontramos con un pequeño librito del investigador Luis Thayer Arteaga editado en 1934. "Contribución demográfica para la historia de Valparaiso", largo título para una pequeña publicación de rico contenido de datos.

Afirma el investigador que "los libros de la Parroquia de la Matriz contienen suficientes datos para realizar un estudio interesantísimo relativo al proceso de razas operado en Valparaíso en los siglos XVIII y XIX".

En esos viejos documentos nos muestran designaciones imperantes en esos tiempos que aportan interesante información de cómo se fue armando nuestro puzle racial hasta llegar, quizás, a nosotros mismos. Estas clasificaciones, que se incorporaban al momento de inscribir a los bautizados en los libros parroquiales son las siguientes:

Español. Hijo o descendiente de español, sin mezcla de raza negra o indígena.

Indio. Indígena de Chile u otras regiones americanas. La mayoría de los indios que se mencionan proceden de Chiloé, Valdivia, Maule, Coquimbo y Aconcagua.

Mestizo. Este calificativo se asignaba al hijo de español e indígena.

Negro. Generalmente esclavo, originario de Guinea o nacido en América.

Mulato. Hijo de español y negra.

Pardo. Hijo de negro e india o de mestizo y negra.

Cuarterón. Nombre que se daba al hijo de español y mulata.

Requinterón. Calificativo que se aplicaba al que tenía un ascendiente negro o al hijo de español y cuarterona.

Los primeros libros investigados por Thayer corresponden a 1728, hace casi 300 años, y continuando con su trabajo descubre que algunos se han perdido en incendios y terremotos. Pero de cualquier modo demuestran cómo se conforma la identidad porteña y, proyectando los datos, la identidad nacional alcanza hasta 1856, cuando ya se han perdido esas clasificaciones raciales de tiempos de la colonia.

Da cuenta también Thayer del estado sanitario de la ciudad en los primeros años del siglo antepasado, señalando que la natalidad sobrepasa considerablemente a la mortalidad. Respecto a las causas de las defunciones, señala, su mayor número se relaciona con enfermedades respiratorias.

El coctel racial

Pero avancemos con el coctel racial y para ello vemos un librote con todos los datos del censo de 1907 con una población total del país de 3.249.279 habitantes, 47,14% varones y 48,72% damas. La provincia de Valparaíso tenía 281.385 personas, 143.497 hombres y 137.888 mujeres. De ese total, 15.968 eran extranjeros, de los cuales 4.033 eran mujeres.

La nacionalidad dominante era la española, 3.785 personas, seguida por los italianos, 3.330. Numerosos eran los alemanes, 2.185, británicos 2.157 y franceses 1.171. La lista es larga, provenientes de todo el mundo, con 26 chinos, solo una chinita, 88 rusos, 260 turcos, 24 japoneses y un solitario egipcio, entre muchas nacionalidades.