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Déjà vu valórico

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Es cierto que es debatible si una norma de esta naturaleza debe o no estar establecida constitucionalmente y a qué nivel de detalle. Pero también es claro que hay una situación compleja que debe ser sincerada por el Estado".

Hay temas sobre los cuales no escribo, porque me parecen muy personales e íntimos. Sin embargo, hay ocasiones en que el debate público se concentra en estas temáticas y obligan a la reflexión.

Uno de estos es la interrupción voluntaria del embarazo, que esta semana causó revuelo luego de que la Convención Constituyente aprobara el articulado que reza: "Es deber del Estado asegurar las condiciones para un embarazo o la interrupción voluntaria de este" y que "todas las personas son titulares de derechos sexuales y derechos reproductivos. Estos comprenden entre otros, el derecho a decidir de forma libre, autónoma e informada sobre el propio cuerpo, sobre el ejercicio de la sexualidad, la reproducción y el placer".

La normativa ha causado lo que se esperaba: un extenso debate. El problema es que este ha estado lleno de desinformación y posturas ideológicas, con poca información concreta.

Esta discusión es una especie de déjà vu. Como que el reloj se devolvió a 2004 y, si bien la materia de ley cambia, los argumentos son los mismos. Me refiero a la aprobación de la ley que estableció el divorcio. Una normativa que era en extremo necesaria para hacerse cargo de una realidad que existía y que se escondía bajo la alfombra de la llamada nulidad. Es decir, a partir de mentiras en las que participaban los cónyuges y el Estado, un matrimonio que podía llevar ya veinte, treinta o más años juntos y tener diversa cantidad de hijos, simplemente jamás había existido.

Aun cuando son temas absolutamente distintos y no se puede comparar el divorcio con la vida, ambas son decisiones dolorosas, que marcan la existencia de sus protagonistas para siempre y en las cuales, las mujeres han quedado en desventaja. En el primer caso, económica y patrimonialmente; en el segundo, respecto de su vida y salud.

Pero en el divorcio el debate también fue álgido. No faltaron los parlamentarios que advirtieron que la familia se iba a acabar en Chile. De hecho, el entonces diputado de la UCC, Alejandro García-Huidobro, argumentó en base a las palabras de Juan Pablo II: 'No os dejéis invadir por el contagioso cáncer del divorcio que destroza la familia'". Hubo quienes advirtieron que "todo el mundo" se iba a divorciar.

Con el paso de los años, los datos demostraron que aquello era mito. De acuerdo al Instituto Nacional de Estadísticas (INE) y el Registro Civil -según consignó un reportaje-, entre 2000 y 2004, las nulidades crecieron 4% y tenían un promedio de 6.896 casos por año. En cambio, durante el primer año con la nueva ley que permitía los divorcios, hubo apenas 1.191.

A 15 años de la aprobación del divorcio en Chile, el mismo reportaje consigna que los matrimonios no cayeron, sino que aumentaron. Y que los divorcios se estabilizaron e incluso han tenido un descenso constante entre 2012 y 2015 (época en que se publicó esta información).

Hoy, la discusión gira en torno a los mismos argumentos: que esto dará pie para que todas las mujeres aborten; que como la convención no establece plazos, estos permitirán la interrupción del embarazo incluso en su término; que, al establecer el tema en la Constitución, se cancela cualquier posibilidad de debate democrático, o que se tratará de un texto que no respetará la vida como derecho fundamental.

Es cierto que es debatible si una norma de esta naturaleza debe o no estar establecida constitucionalmente y a qué nivel de detalle. Pero también es claro que hay una situación compleja que debe ser sincerada por el Estado.

Además, al igual como lo fue en el caso del divorcio, esta normativa deberá ser aterrizada por el legislador, para finalmente regular una realidad que hoy existe en Chile, ilegalmente, y que pone en riesgo a cientos de mujeres. Y esto no es opinión, es dato duro: según la Organización Mundial de la Salud, con cifras de 2021, seis de cada diez embarazos no deseados se interrumpen voluntariamente en el mundo, cerca del 45% de los abortos se realizan en condiciones peligrosas y el 97% de estos se producen en países en desarrollo. Además, el aborto peligroso es una de las principales causas de mortalidad materna.

Se trata de un tema moral y en el que nadie es dueño de la verdad, por lo que no se puede atentar contra el libre albedrío de cada uno. Efectivamente, la norma debe respetar el derecho humano a la vida, pero también a decidir, de acuerdo a los propios cánones valóricos. Lo que no puede seguir sucediendo es que ante una situación real y que es, literalmente, de vida o muerte, el Estado -como lo era con la nulidad- cierre los ojos y haga como que no existe. En definitiva, la norma no obligará a nadie a abortar -así como la ley de divorcio no forzó a nadie a separarse-, sino que protegerá a quienes por distintas -y dolorosas- razones deciden hacerlo. 2

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Ucrania, víctima del olvido

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Imagínese viéndose en la obligación de partir del lugar donde vive acompañado solo con una mochila. ¿Qué llevaría? No solo se trataría de cosas materiales, también debe escapar con el peso de salvar la vida de su familia, la de sus padres e incluso de sus mascotas".

Una de las primeras cosas que a uno le enseñan cuando estudia periodismo es determinar cuándo un hecho se convierte en noticia. Recuerdo que los criterios más importantes eran la relevancia, la novedad y la proximidad.

Cada vez que vemos los noticiarios o leemos los diarios, uno en especial, podemos cuestionarnos si es que siguen siendo los mismos criterios o si están bien aplicados. Independiente de esto y bajo esta lógica, no existe la menor duda de que la invasión rusa a Ucrania cumple con estos tres puntos e incluso algunos más. Por esta misma razón, los principales medios de comunicación chilenos no dudaron en enviar a sus rostros a la zona del conflicto, asumiendo el riesgo que esto implicaba, pero convencidos de que iban a ser testigos de un acontecimiento histórico.

Sin embargo, estamos próximos a cumplir un mes y la guerra pareciera haber dejado de ser tan próxima, novedosa y relevante. De hecho, la llegada de Gabriel Boric a la presidencia, los problemas en La Araucanía, los vaivenes de la Constituyente, las protestas de los alumnos apenas iniciadas las clases, etc. han vuelto a tomarse la agenda.

¿Qué ha ocurrido? La violencia no ha cesado en Ucrania, por el contrario, se ha incrementado. A los muertos caídos en el frente, se suma el asesinato de los civiles, una fórmula tan terrible como antigua que utilizan los invasores para quebrar la resistencia de los pueblos.

Quizás la respuesta frente a la indiferencia nos la pueda entregar Mario Vargas Llosa. En uno de sus ensayos, el escritor observaba con preocupación de qué forma "la fantástica acuidad y versatilidad con que la información nos traslada hoy a los escenarios de la acción en los cinco continentes ha conseguido convertir al televidente en un mero espectador, y al mundo en un vasto teatro, o mejor, en una película, en un reality show".

En esta línea, agrega el escritor peruano: "La información audiovisual, fugaz, transeúnte, llamativa superficial, nos hace ver la historia como ficción, distanciándonos de ella mediante el ocultamiento de las causas engranajes, contextos y desarrollos de esos sucesos que se nos presenta de modo tan vívido".

Aunque Vargas Llosa pensaba en los mutilados de la guerra de Afganistán, los cohetes que aterrizaban sobre Bagdad o los ojos agónicos de los niños en Ruanda, el fenómeno se repite ahora en Ucrania. Una pregunta clave sobre esto es si se trata solo de frivolidad o es un mecanismo de defensa natural respecto a la desgracia.

Más allá de lo que podemos ver, escuchar o decir, es poco lo que podemos hacer. Un mínimo aceptable es no dejar de seguir con atención lo que ahí ocurre ni tampoco menospreciar su relevancia, asumiendo en carne propia el horror de la guerra.

Piense, por ejemplo, en su trabajo y las posibilidades de poder seguir ejerciéndolo en un contexto de guerra. La mayoría de nuestras labores resultarían inútiles, así como nuestros problemas cotidianos, simples nimiedades.

Seguramente, la mayoría de nosotros, me refiero a los hombres, nos veríamos en la obligación de tomar un arma y defender al país, mientras el resto procura la forma de encontrar asilo. En ese sentido, y más allá de cuánto haya avanzado el mundo occidental en la paridad, en situaciones límites como ésta, pareciera observarse un retorno a las formas tradicionales como era concebida la familia.

En este mismo contexto, imagínese viéndose en la obligación de tener que partir del lugar donde vive acompañado solo con una mochila. ¿Qué llevaría? No solo se trataría de cosas materiales, también debe escapar con el peso de salvar la vida de su familia, la de sus padres e incluso de sus mascotas.

Finalmente, que la relevancia de otros hechos más próximos y novedosos no nos distraiga del hecho de que podemos estar en presencia de una tercera guerra mundial. Que la falta de novedad no termine por hacernos indiferentes al drama eterno de la guerra y, por último, que la falta de proximidad de lo que ocurre en Europa no acabe por hacernos insensibles al dolor ajeno. 2

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