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LA PELOTA NO SE MANCHA

POR WINSTON POR WINSTON
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Durante muchos años, Jorge Garcés vivió con la frustración de no ser reconocido por el medio. Oriundo de Talca, después de haber estudiado el curso de director técnico en Europa, intentó subir el estándar del fútbol chileno a través de cuestiones de forma y de fondo. Vestirse con terno y corbata, dictar cátedra con voz engolada, obligar a sus jugadores a usar de traje, eran algunas medidas de forma. En el fondo, también hizo cosas innovadoras como el uso de laterales volante, la importancia del despliegue físico de los jugadores, prohibir el consumo de bebidas azucaradas, etc. El apodo de "Peineta" que le puso el diario la Cuarta, venía a ridiculizar o caracterizar esta nueva moda.

Desde su retorno al país, Garcés sabía que debía lograr algo grande para demostrar que era más que una cara bonita adornada por un cuidado bigote. Tuvo éxitos menores, un ascenso con Osorno, buenos partidos en equipos chicos contra equipos grandes, salvó a varios de caer en el descenso, pero su verdadera oportunidad la tuvo cuando llegó a Santiago Wanderers en 1999.

Ahí se comenzó a construir el que sería su mayor logro, en realidad el único, en toda su carrera como director técnico: el Wanderers campeón del 2001. No fue fácil, entre medio hubo dudas, en la Copa Chile del 2000 no ganó ni un solo partido y quedó eliminado sin convertir goles y tuvo varias peleas con Reinaldo Sánchez. Una relación de amor y odio.

Siendo justos, el plantel de Wanderers ese año se armó para pelear grandes cosas. No quiero aburrir recordando algunos de los que fueron campeones, el punto es que Garcés tuvo el mérito de lograr que ese equipo jugara muy bien, tan bien, que consiguió una racha de diez victorias seguidas que le permitió a los de Valparaíso, luego de 33 años volver a gritar campeones.

Ese mismo día, 9 de diciembre de 2001, comenzó la debacle para Garcés. Como el mito de Ícaro, llegó muy arriba, sin darse cuenta de que sus alas eran en realidad de cera. Se acercó tanto al sol (éxito) que éstas se derritieron y se fue en picada, en realidad, sigue cayendo.

Después del título, Peineta aseguró que lo quería Boca Juniors, pero, en cambio, se fue a Venezuela, luego a México, para volver a deambular por equipos chilenos. De primera, a segunda y a tercera categoría. Quiso ser bailarín, concejal y comentarista, sin mayor suerte. San Antonio y Fernández Vial fueron sus últimas estaciones, hasta que don Reinaldo se acordó de este viejo conocido en un momento de premura y lo rescató del olvido, el año pasado.

Para muchos hinchas de Wanderers, los más viejos, éste era un sueño cumplido. El regreso del hijo pródigo que llegaba al puerto a "reverdecer" laureles, para los más jóvenes, una curiosidad sacada del museo de las antigüedades, un personaje que lo conocían más por stickers que por sus logros.

No deja de ser paradójico, el traje con que llegó a revolucionar al fútbol chileno, hoy es un símbolo de su desactualización. Hoy los técnicos se pelan, usan buzo o visten con gorra y, por supuesto, ya no usan bigote. Llevemos eso a la cancha, los jugadores que dirigió hace 20 años, son completamente distintos a los jóvenes ahora, estos se sienten más identificados con Boric que ni para el cambio de mando, usó corbata. El fútbol, aunque en esencia sigue siendo el mismo, requiere de un director técnico con otras habilidades: más estadística, más estudio del rival, que imprima más velocidad y movilidad en la cancha, y más sentido de equipo, características que Peineta ya no imprime o, por lo menos por lo demostrado en cancha, pareciera no generar.

Se acaba el tiempo para Garcés. Se agotó la paciencia de los hinchas, de los dirigentes y de los mismos jugadores que notan a un director técnico confundido. Su última declaración en la que dijo que prefería estar acá que en Ucrania es una muestra de esto último. Tampoco le puede pedir racionalidad a los mismos que en algún momento lo endiosaron.

El próximo partido es contra Fernández Vial, la última estación donde estuvo Jorge Garcés. Esperemos sea la oportunidad de cambiar el rumbo, dejar la corbata y, por qué no, el bigote que ya están pasados de moda. Reinvertarse porque esta puede ser su última oportunidad. Por lo que hizo en Valparaíso el 2001, todos queremos que le vaya bien. Por él y por Wanderers.


Fashion emergency


para Peineta