RELOJ DE ARENA Las corbatas del Presidente
El chico de doce o catorce años salió a dar un paseo con su madre por la calle comercial de Cañete, Provincia de Arauco. Era víspera de Año Nuevo y al pasar frente a la iluminada vitrina de una tienda pidió a su madre que le comprara una corbata que había mirado muchas veces.
"Afligida mi madre -contaría años después el chico ya adulto-, me dijo que no podía comprármela porque éramos muy pobres. Rompí a llorar y el llanto contagió a mi madre. Entonces para consolarla le expresé:
-No importa mamá, algún día seré Presidente de la República para poder comprar todas las corbatas que me gusten…".
El protagonista de este episodio era Juan Antonio Ríos Morales, quien ocupó la Presidencia de la República entre 1942 y 1946 y fue relatado por el propio Mandatario en una entrevista con el periodista Paul Jones, del "Evening Bulletin", de Filadelfia, Estados Unidos, quien se encontraba trabajando en Chile en un programa de intercambio.
Ríos estudió en liceo de Cañete, fue a la Universidad de Concepción y se tituló de abogado. Partió desde abajo en la escala política, como regidor, pero fue avanzando hasta llegar a la Presidencia con la bandera del Partido Radical, tras la muerte de Pedro Aguirre Cerda. Enfrentó la reconstrucción del centro-sur luego del pavoroso terremoto de Chillán de 1939, una complicada situación económica con la crisis de siempre y un escenario internacional dramático con la Segunda Guerra Mundial y sus réplicas muy directas en Chile.
Tomó la difícil decisión de romper relaciones diplomáticas, comerciales y económicas con los países del eje, Alemania, Italia y Japón. En Chile, los nacionales y sus descendientes de esos dos primeros países eran numerosos e importantes en variados campos.
Impulsó una política de industrialización y desarrollo del país y, a la vez, un programa educacional con "liceos renovados" que daban paso a la universidad a los estudiantes más pobres. Personalidad fuerte, la revista "Topaze" lo llamaba "Don Mandantonio".
Lo afrontó todo, hasta una dolorosa enfermedad que lo llevó a la tumba antes de terminar su periodo.
Lució múltiples corbatas, cumpliendo la promesa que había hecho a su madre, esa misma prenda, innecesaria pero simbólica, que no quiso usar el actual Mandatario al asumir su cargo, pese a las presiones de su flamante directora general de ceremonial y protocolo, Manahi Pakarati, pascuense originaria.
Ella misma, en entrevista periodística, confesó que pese a ser defensora de la corbata "me fue mal en esa causa".
El manual de carreño
A lo mejor Gabriel Boric, al erradicar la corbata, no por necesidad pues por familia es bastante más próspero que don Juan Antonio, le dio el gusto a su multifacética barra, pero se apartó de una práctica de esas que para ocasiones solemnes recomienda el olvidado pero a veces necesario Manual de Carreño.
Para algunos el Manual de Carreño es un vejestorio de la elite, pero en verdad se trata de una serie de recomendaciones que contribuyen a la buena convivencia social. El Manual puede considerarse como un precursor libro de autoayuda. Fue editado en 1853 por Manuel Antonio Carreño, un diplomático venezolano fallecido en 1874.
Carreño era sobrino de Simón Rodríguez, original personaje que fuera profesor de Simón Bolívar y de Andrés Bello, pero cuya independencia e irreverencia lo convirtieron en incomprendido. En 1840 estuvo en Chile, fue colaborador de este Diario y mantuvo en Valparaíso una escuela que duró poco debido a que era demasiado avanzada. Enseñaba biología, dicen, haciendo que los alumnos se desnudaran para así enseñar anatomía en la práctica.
Pero volviendo a Carreño, tenemos que él mismo consignaba que su obra era un "manual de urbanidad y buenas maneras para uso de la juventud de ambos sexos, en el cual se encuentran las principales reglas de civilidad y etiqueta que deben observarse en las diversas situaciones sociales, precedido de un breve tratado sobre los deberemos morales del hombre".
El texto, una de cuyas ediciones fue editada en 1863 en Valparaíso en la "Imprenta y librería del Mercurio", estaba inspirado en algunas publicaciones inglesas sobre la materia y alcanzó gran difusión. Hasta hoy día subsiste su nombre como un código de las buenas maneras, pero su aplicación en terreno, lamentablemente, se ha ido diluyendo en el tiempo.
Para algunos progresistas su contenido es machista al dar normas que asignan al varón un papel protector de la mujer. En fin, hoy día se puede considerar como una curiosidad y sus ediciones originales son una joyita bibliográfica. Con todo, hay numerosas reediciones que, a lo mejor, se ojean en la Academia Diplomática, esa donde estudió Manahi Pakarati, la fracasada hincha de la corbata.
Sería importante, además, que los nuevos diplomáticos, esos que no son de carrera, también dieran un mirada al viejo manual donde encontrarán hasta la forma como se debe poner la mesa y el modo correcto de tomar los cubiertos y dejarlos una vez consumido el plato.
Una antigua anécdota recuerda que en una cena oficial un diplomático chileno fue ubicado junto a la Reina Victoria. En algún momento intentó servirse mantequilla, pero introdujo el cuchillo del caso en el pequeño pocillo situado a su derecha. ¡Pecado mortal! La Reina, discretamente le advirtió: "Left, sir", a la izquierda señor. Es lo que manda el protocolo. La soberana no volvió a dirigir la palabra a su desubicado vecino. Detalles. El demonio está en los detalles.
Hasta nuestros a veces desubicados constituyentes podrían encontrar alguna inspiración en el viejo manual, uno de cuyos capítulos habla de los "deberes con la patria".
Y en esto de los manuales nos encontramos por ahí un pequeño librito "Manual del normalista y del Maestro", autor Manuel J. Ortiz, editado en 1918 y dedicado al magisterio chileno, en especial a quienes se formaban en las añoradas escuelas normales. Acá, en Viña del Mar, había una, prestigiosa, calle Valparaíso esquina Quillota. Destacando la importancia del profesor se afirmaba que "el maestro debe amar su profesión. Para eso debe estar penetrado de lo importante que ella es i de la trascendencia que tiene para el progreso de la Patria i para la felicidad del jénero humano". Y sobre el polémico tema de la corbata se advierte al estudiante normalista que "deberá evitar el uso de corbatas de colores chillones o de formas exajeradas". En fin, otros tiempos, otras costumbres, pero la materia de la urbanidad, no hablemos del urbanismo que hasta tiene su ministerio, la encontramos en tono alegre en el "Manual de estilo, lecciones de glamour", escrito e ilustrado por Francisco Javier Olea.
Para la risa, pero pensándolo bien, para tomarlo en serio. Por ejemplo, aconseja modales para servirse carne en la mesa:
-"Si se las da de cosmopolita y pide carne 'a la inglesa', no haga el loco alegando que le llegó cruda… Si está dura y el cuchillo no es de lo mejor, tenga ojo de no afanarse demasiado y sacudir la mesa provocando un efecto sísmico de proporciones… Si le tocó chiclosa y no tiene como reducirla, recuerde que gente ha muerto por tratar de disimular. Piense en todo lo que le queda por vivir, levántese y bótela". Recuerda a los veraneantes que "la playa es un microsistema. Un espectáculo donde funcionamos, por un lado, como espectadores, como público deslumbrados por sinuosidades marinas y humanas; y por otro como protagonistas. Somos observados y nuestras performances deben estar a la altura".
En fin, Olea, conocido por sus "oleísmos" en la edición sabatina de El Mercurio de Santiago, hace un recorrido social en que nos lleva reír de nosotros mismos y a recordar usos quizás olvidados que ayudan a una mejor convivencia en el día a día.
Y en esto de los manuales nos encontramos con uno dedicado a las "buenas prácticas para la difusión mediática de temas mapuche". Escrito por dos periodistas y financiado por la Fundación Friedrich Ebert, el primer Presidente de Alemania elegido democráticamente en los años 20 del siglo pasado. Entrega "orientaciones" a la prensa sobre el tratamiento que se debería dar al conflicto mapuche, que, para los autores no es un conflicto, sino que un término que criminaliza al pueblo mapuche y le quita responsabilidad al Estado respecto a las demandas de ese pueblo. Los medios son acusados en el texto de contribuir al racismo. Define al Wallmapu como el "territorio ancestral Mapuche. Es decir, se entiende como Gulumapu la tierra mapuche del cono sur del oeste (lo que hoy es Chile) y Puelmapu, la tierra mapuche del este (Argentina). Juntos forman el Wallmapu, país mapuche".
¿Otro país o un tercer país al margen de Chile y Argentina? Espinudo tema del manual que, se aclaró, es de uso interno del Gobierno y tiene como finalidad uniformar el lenguaje oficial en medio de un conflicto -perdone usted término- que no da tregua.
Mejor cerramos y nos quedamos con esas simbólicas corbatas que sacaron lágrimas a un Presidente de Chile nacido, las vueltas de la vida, precisamente en el Wallmapu, lado chileno.