La alcaldesa no lee "ese diario"
El exabrupto de la jefa comunal de Viña del Mar ya parece una patología propia del sector: meter la pata y echarle la culpa al que vaya pasando. Para eso, mejor no tener equipo de comunicaciones.
En una semana de máximas chambonadas por parte de las autoridades, comenzando por la impenitente ministra del Interior, Izkia Siches, y su impresentable "metida de pata" en el Congreso, las nuestras no podían quedar ausentes. Al papelón del lanzamiento del Fondo Nacional de Seguridad Pública en el Palacio Rioja, al que Siches no llegó y del cual el subsecretario de Prevención del Delito, Eduardo Vergara, salió arracando como si de Los Juegos del Hambre se tratase para no dar la cara, se sumó un nuevo gazapo: puesta frente a un micrófono para rellenar, la alcaldesa de Viña, Macarena Ripamonti, dijo sin prueba alguna que las ollas comunes de la zona durante la pandemia habrían sido financiadas por el narcotráfico. No contenta con ello, y una vez desatada la tormenta, las emprendió contra el medio que publicó sus dichos , La Estrella de Valparaíso, acusándolos, también imprudentemente, de faltar a la ética y ninguneándolos de la manera más ordinaria y cursi posible ("yo no leo ese diario", "el bien le ganó al mal") en un muy "espontáneo" video junto a las vecinas.
Así, el elitismo de Ripamonti vuelve a chocar con su sentido discurso de preocupación social y pendiente de las minorías. Es una lástima, por cuanto se esperaba (y aún se espera, a decir verdad) mucho de ella. Pero no es sano dejarle pasar un ataque gratuito a la dignidad de las ollas comunes, a los vecinos de Viña y Valparaíso o a un diario de cien años de historia comandado por una directora sobresaliente e integrado casi exclusivamente por mujeres, capaces de sacar adelante una publicación día a día sin estrilar ni echarle la culpa al empedrado cuando las cosas no resultan.
Ningunear a La Estrella de Valparaíso es ningunear la propia esencia de lo que somos. Ripamonti dice que no lo lee. Y sería bastante bueno que lo hiciera, porque quizás así conocería las postergaciones que se viven día a día en los cerros y poblaciones de nuestras ciudades. Sabría del legado de la gran dirigenta María Medina, rescatado ayer en redes sociales por Priscilla Barrera, otra insigne periodista estrellera que ha cubierto cada esquina y recoveco de Viña del Mar como nadie y mejor que cualquier boy scout de la Municipalidad; conocería del respeto y la apertura a las minorías de todo tipo incluidas en sus páginas mucho antes de que su propio municipio guardara un silencio tan cobarde como cómplice ante un acto de transfobia protagonizado por uno de los suyos.
El modus operandi es similar: en el caso de Izkia Siches, el chivo expiatorio fue Carmen Gloria Daneri, funcionaria de Migraciones con 26 años de recorrido. Para Ripamonti, la culpable es Marcela Küpfer, periodista de la UPLA, madre de dos hijos, editora de uno de las más reputados sellos literarios independientes del país y, antes que todo, una muy buena persona y extraordinaria periodista que jamás publicaría algo que no es. Nadie le puede impedir a la alcaldesa que ponga a sus excompañeros lobatos a cargo de las comunicaciones o a las hermanas y novias de sus padrinos políticos en cargos clave. Cosa de ella. Quizás tampoco evitar que les entregue la ciudad a los ambulantes o que inmigrantes venezolanos duerman afuera del Teatro Municipal. Y no, nadie está defendiendo a Reginato. Solo decimos que la administración de Ripamonti-Sakalha-Brito, o quien sea que mande, ha sido un fiasco. Aún es tiempo de "desmanamizarse" de ese par. Seguimos.