Tremendo lunes me tocó con esto de las votaciones en paralelo por el quinto retiro de pensiones y el proyecto acotado impulsado a última hora por el Gobierno de Gabriel Boric.

Instalada desde tempranito en el Congreso, estuve cuando llegó el ministro secretario general de la Presidencia, Giorgio Jackson, junto a su par de Hacienda, Mario Marcel, bastante más preocupados de lo habitual. Se encerraron en la oficina de los ministros del Hemiciclo, manteniendo comunicación permanente con los jefes de bancada para analizar -minuto a minuto- cómo se venía la votación.

Al conseguir el compromiso de la bancada socialista de abstenerse, se incendió Roma, generándose una molestia transversal en el Frente Amplio y, más específicamente, en Revolución Democrática, partido cuyos diputados argumentaban que era impresentable que el PS (una tienda de Gobierno, con varios ministerios importantes como Cancillería, Hacienda, Defensa y Salud, sin contar una amplia gama de subsecretarios y seremis) se pudiera dar el lujo de abstenerse respecto del proyecto de quinto retiro. Consideraban que el PS debía votar en contra y punto, tal como todas las bancadas, asumiendo el costo que ello podía generarles.

Quien reaccionó peor fue Gael Yeomans, jefa de bancada y expresidenta de Convergencia Social, quien terminó su alocución con su ya famoso exabrupto y citando a Carlos Lorca Tobar, histórico presidente de la juventud socialista y hasta hoy detenido desaparecido ("Reivindican a Carlos Lorca, pero no son capaces de defender un programa de cambio. No hay nada nuevo bajo el sol en una izquierda que opta por el camino fácil").

Cuando Yeomans terminó de hablar, varios PS reaccionaron como resorte y se pararon a increpar a la diputada y al propio Jackson, acusándolos de romper el acuerdo y que ellos iban a votar a favor del 10%. En paralelo, ardía el chat del PS. Uno de los más duros fue el senador Alfonso De Urresti, quien exigió al presidente Álvaro Elizalde que gestionara una disculpa pública de Yeomans y de Jackson. Ahí Jackson negoció la disculpa de Yeomans, la cual no salió muy bien y fue considerada algo forzada.

Esa sería la primera alerta, coronada por el inédito gesto político de Marcel, quien se acercó a los socialistas y les pidió calma. En simultáneo, Jackson negoció directamente con los diputados del PPD, por cuanto sentía que con la presidenta Natalia Piergentili no sacaría nada y que -a excepción de Helia Molina- muchos votarían a favor del 10%.

Finalmente, Jackson debió enfrentarse a la furia de la Democracia Cristiana. El diputado y jefe de bancada, Eric Aedo, le comunicó que votarían en contra del proyecto del Gobierno y con eso asegurarían que el proyecto se iba a perder. Jackson no entendía nada. ¿Qué había pasado? Ahí, dos diputados, el exsubdere Ricardo Cifuentes y Joanna Pérez, le explicaron a Jackson y a Marcel que si seguían cometiendo el error de negociar con el hoy diputado y alguna vez ministro Alberto Undurraga, volverían a encontrarse con estos problemas. Pero ya era tarde. Por eso se explica que la bancada haya votado en contra, salvo Undurraga, sumando los sufragios que terminaron perdiendo el proyecto del Gobierno.

En la oposición, la UDI garantizó el compromiso a rechazar el quinto retiro, siempre y cuando les mostraran el borrador completo del proyecto de no expropiación prometido por Jackson.

Como éste ya tenía un acuerdo con Republicanos, Juan Antonio Coloma y Jorge Alessandri temían que el partido de José Antonio Kast terminara siendo el referente. Así negociaron, aislando a Republicanos y a Renovación Nacional, estos últimos completamente divididos.

Un caso aparte fue la pugna entre Andrés Longton y Camila Flores, asegurando el primero votar en contra del retiro universal con garantía de la no expropiación. Flores, en tanto, dijo que Longton no tenía fuerza alguna y lideró a los diputados que votaron el retiro total del 10%, transmitiendo en todos los chats que Longton negociaba con Jackson, mientras ella "mantenía siempre la misma línea".

Raya para la suma, el Gobierno solo encontró el 100% de lealtad (rechazar el quinto retiro y aprobar el proyecto oficialista) en María Francisca Bello (CS), Diego Ibáñez (CS), por el Distrito 6; y en Jorge Brito (RD), Luis Cuello (PC) y ¡Andrés Celis! (RN), por el Distrito 7.

Tomás Lagomarsino (Ind.-PR/7) y Carolina Marzán (PPD/6) aprobaron los dos proyectos. Tomás de Rementería (Ind.-PS/7) y Nelson Venegas (PS/6) se abstuvieron sobre el quinto retiro y aprobaron el proyecto del Gobierno.

Camila Flores (RN/6) y Hotuiti Teao (I-Evo./7) aprobaron el quinto retiro y rechazaron la moción oficialista; en tanto Andrés Longton (RN/6), Gaspar Rivas (PDG/6), Chiara Barchiesi (Rep./6) y Luis Fernando Sánchez (Rep./6) rechazaron ambos. La diputada regional número 16, Camila Rojas (Com./7), está con licencia por posnatal, así que no asistió; y el número 17 honorífico, por su valiosa contribución al "Moneda de Oro" de calle O'Higgins, René Alinco (Ind.-PPD), se alineó con Hotuiti y Camila, aprobando el quinto retiro con todo y renegando de la propuesta de Boric y los suyos.

¿Y mi diez por ciento?

El diputado rené alinco (Ind.-PPD) fue uno de los que votó en línea con hotuiti y camila flores.

Los historiadores del mañana tendrán la difícil e importante misión de explicar a sus contemporáneos en qué momento Chile empezó a debilitarse como nación y a deteriorar su tejido social, dejando en el camino profundas grietas, agujeros e intersticios que nos separan y dividen, en lugar de construir genuinamente la "casa de todos", como suele llamarse a la nueva Constitución.

Una primera causa, conjeturamos, radica no en una confusión conceptual, sino en una falacia. Una falacia es un argumento que parece lógicamente válido, pero que no lo es. Si es perpetrada con dolo, la falacia se denomina sofisma. Si, en cambio, se ha cometido inadvertidamente y de buena fe, recibe el nombre de paralogismo.

La falacia consiste en argumentar que el hastío ciudadano del 18 de octubre de 2019 fue una "revolución" y no una revuelta, una insurrección o un levantamiento popular. El silogismo discurre más o menos así: Las revoluciones engendran cambios sociales radicales (premisa 1). Chile sufrió una revolución (premisa 2). Conclusión: Chile debe experimentar cambios sociales radicales. La falacia -conocida también como guillotina de Hume- se origina debido a un salto lógico desde el ser al deber ser. Es decir, a partir de premisas puramente fácticas se derivan consecuencias normativas inválidas.

No hace falta ser un erudito en Teoría Política ni un conocedor profundo de la obra de pensadores como Aristóteles, Alexis de Tocqueville, Thomas Paine o Hannah Arendt para convenir en que lo acontecido en Chile no fue, ni por asomo, una revolución. Para empezar, ninguna revolución histórica se ha iniciado realmente en favor de las masas oprimidas, "les malheureux, les misérables o les damnés de la terre", como se oía y leía en los discursos incendiarios de la Francia de 1789. El pueblo, la ciudadanía, la gente (los territorios, las comunidades, las identidades y las disidencias en el lenguaje actual) históricamente han sido usados como pretexto para reemplazar a unas élites por otras.

Las revoluciones genuinas no son respuestas necesarias, sino posibles al deterioro de un régimen político. No son la causa, sino el efecto del hundimiento de la autoridad estatal. Allí donde hay disgregación del poder, desintegración y desmoronamiento del Estado como entidad política se anida el pathos de la revolución.

Por ello, la propuesta actual de la Convención Constitucional -que supone la desintegración del Estado tal y como lo conocemos- no es el efecto de revolución alguna. Por el contrario, el diseño de una nueva Constitución desde cero, arrasando con la tradición y con las minorías, e imponiendo intereses y miradas personales es la genuina revolución. La misma que se viste con los ropajes de un presente griego: el caballo de Troya que definirá la guerra imaginaria entre las élites y el pueblo.