Dos proyectos ferroviarios para el tramo Valparaíso-Santiago constaban en los archivos de la Dirección de Concesiones del Ministerio de Obras Públicas a diciembre de 2021. Uno fue ingresado por TVS Concesiones Ferroviarias SpA y el otro por Iniciativas Privadas Ltda., ambos para la implementación de un corredor de trenes capaz de transportar carga y pasajeros entre Valparaíso, Viña del Mar, Casablanca, San Antonio y Santiago. La clave ferroviaria es quizás la tecla que más le gusta tocar al Presidente Gabriel Boric cuando es consultado sobre sus propuestas para solucionar los problemas que colman la paciencia de los chilenos en las atochadas calles del país, especialmente en la zona central. Sin embargo, en los primeros meses del Gobierno las señales en este ámbito han sido tibias y, en vez de fortalecer la idea de implementar alguno de estos proyectos, las autoridades se han enredado en las dificultades técnicas que plantea la tarea de rehabilitar un servicio de transporte ferroviario que existió por cien años, aunque lleva cerrado más de tres décadas.

La última observación sobre el tema vino del ministro de Transportes y Telecomunicaciones, Juan Carlos Muñoz, quien en entrevista con este Diario expuso que el tren Valparaíso-Santiago es "un proyecto difícil", porque la maquinaria ferroviaria necesita que "la pendiente no supere un determinado porcentaje. Cuando la pendiente es más pronunciada, el ferrocarril se inhabilita como tecnología y la bajada que tenemos a Valparaíso y Viña del Mar es muy pronunciada e impide llegar con el tren plenamente". El secretario de Estado redondeó la idea con un poco convincente "tenemos que ser creativos, pero tenemos que ver si la rentabilidad social da".

Más allá del clamor popular por tener una alternativa al servicio de buses o al de camiones entre las comunas portuarias -Valparaíso y San Antonio- y sus pares en la Región Metropolitana, hay razones, dadas por especialistas, que respaldan las ideas planteadas por TVS e Ideas Privadas Ltda. El Doctor en Transporte y Logística Franco Basso recordaba esta semana que el desarrollo del ferrocarril como medio de transporte relevante fue una de las grandes promesas del Presidente Boric cuando hacía campaña. Pero también hay argumentos económicos potentes que entroncan con las expectativas de recuperación regional, ya que el desarrollo de un servicio de transporte de carga entre los puertos y la capital será indispensable cuando los proyectos de ampliación pendientes en Valparaíso y San Antonio -el T2 y el PGE, respectivamente- comiencen a ejecutarse, en alguna fecha por definir de la actual década. Como este conjunto de iniciativas es de largo aliento y su avance puede demorar varios años, se hace indispensable que el Gobierno defina cuanto antes un camino y un cronograma de trabajo, que de grandes declaraciones y buenas intenciones, esta Región ya ha tenido suficientes.

La determinación de la Convención de terminar con el Senado y sus 200 años de existencia, para dar lugar a una Cámara de las Regiones, es un golpe a la democracia, porque con esta propuesta, que estará en el borrador de la nueva Constitución, estamos asistiendo a un proceso destructivo de la República y de su institucionalidad.

Como senador, pero sobre todo como ciudadano, puedo decir que lo que le da estabilidad y coherencia legislativa al quehacer del Congreso en su conjunto es justamente el Senado. Ha quedado demostrado en muchas ocasiones que, más allá de las legítimas pasiones ideológicas que tienen lugar en la Cámara de Diputados, el Senado debate, pondera y procura hacer converger hacia una discusión en la que prime el bien superior de todos los chilenos y, por ende, por el conjunto de la nación. Eso es, en definitiva, lo que se está perdiendo con la eliminación del Senado, que en este nuevo escenario queda como un mero adorno en el nuevo orden institucional que está diseñando la Convención Constitucional.

Sin embargo, la artimaña que devela este nuevo diseño de Congreso queda al descubierto, porque si bien se mantiene el sistema bicameral en la forma, no es más que un unicameralismo disfrazado. De la propuesta que se ha hecho se extrae a simple vista que las principales facultades legislativas las concentra la Cámara de Diputados, relegando las labores de la Cámara Regional a un plano muy secundario, sin injerencia en los temas país, como son las leyes nacionales y las reformas constitucionales.

Al eliminarse el Senado, las regiones van a perder todo su poder para influir en leyes tan relevantes como son las relacionadas con seguridad, inmigración, pensiones, salud, empleo y educación, que tienen que ver con las prioridades y urgencias de las personas.

No olvidemos que hoy, por primera vez, el Senado tiene 50 miembros, de los cuales solo cinco son de Santiago y el 90% restante de regiones. Por lo tanto, con esta medida de la Convención, el poder se va a concentrar en Santiago y será absoluto, relegando a las regiones a ser insignificantes políticamente.

Afortunadamente, la Convención aún tiene tiempo a su favor para enmendar el camino que ha tomado. Sin lugar a dudas, Chile necesita cambios, pero estos no pueden hacerse con trazas de revanchismo. Los cambios se tienen que implementar sin rabias, sin resentimientos y con sensatez. No hay que perder de vista lo dicho por un prócer de la Independencia: "Aún tenemos patria, ciudadanos". Mientras la seguimos teniendo, podemos dialogar y aunar criterios para que no hagamos desaparecer esta patria que hemos construido durante más de dos siglos.