Secciones

  • Portada
  • Actualidad
  • Opinión
  • Actualidad general
  • Deportes
  • Clasificados
  • Cartelera y Tv
  • Servicios
  • Espectáculos

El acuerdo

E-mail Compartir

Hasta ahora, la discusión sobre cómo abordar estos hechos se concentra solo en lo evidente. Pero respecto de las otras aristas no hay consenso ni estrategia: la desigualdad sigue siendo un problema sin solución y la violencia sigue siendo defendida como método de lucha política y social".

Por fin hubo acuerdo. En medio de la alta polarización política que vive Chile, graficada a diario tanto en medios de comunicación como en redes sociales, y como si fuera un regalo tardío de Pascua de Resurrección, hubo unidad en algo esta semana.

Y no fue ni el quinto retiro del 10%, ni la reforma previsional, ni ningún proyecto de ley. Fue la agresión sufrida por el Presidente Gabriel Boric, en su gira a Coquimbo, en la que un piedrazo dirigido a él impactó de lleno en el pecho de su jefe de gabinete, Matías Meza-Lopehandia. Tras ello, ocurrió lo impensado. Todo el mundo político se cuadró en torno a un concepto básico en democracia, aunque a ratos olvidado convenientemente: no a la violencia.

Lo cierto es que el piedrazo es solo una muestra más de un fenómeno que ya se ha convertido en habitual en nuestro país y en el que la élite no ha tenido una sola postura. La violencia se ha convertido en parte del paisaje.

Así, las largas notas televisivas al respecto han mutado ya casi en late shows. Los portonazos cada vez más violentos; las encerronas; los decomisos de armas que circulan como pan caliente -esta semana hubo detenidos en Villa Alemana, también en Playa Ancha, encontraron un camión transportando armamento y para qué seguir-, los atentados en La Araucanía (nueve ataques por estos días en solo 72 horas), son un componente del panorama noticioso diario.

Pero la violencia está asentada también en la política. Si antes los enfrentamientos eran verbales y generalmente instalados en el Congreso -aun cuando por ahí más de algún "honorable" terminó lanzando combos a su adversario-, hoy cruzan a toda la sociedad. La violencia como forma de lucha política volvió a convertirse en un tema de debate y quienes hoy dirigen el país han tenido posturas erráticas al respecto.

La violencia debiera ser condenada en cualquiera de sus formas. Pero eso no lo tenemos claro y las posiciones a favor y en contra logran encontrar fundamentos de peso para sostener cualquier versión. Sobre todo, cuando la temática vuelve a salir a la luz cada cierto tanto: cuando José Antonio Kast fue agredido en una universidad; cuando las barricadas y los enfrentamientos con carabineros eran puestos en relieve para el 19-0; cuando la ministra del Interior fue recibida con balazos al aire en una visita a La Araucanía o cuando el Presidente de la República es atacado.

Lo más complejo es que se trata de un fenómeno que data ya de hace varios años. De hecho, haciendo una revisión de las columnas redactadas para este diario desde 2016, al menos una vez cada 365 días he escrito sobre esta situación, con distintas aristas, pero siempre con un mismo fondo: no hay acuerdo respecto de la violencia de ningún tipo. Y seguimos con hechos de fuerza que aumentan constantemente. Repetimos los mismos análisis y quedamos tranquilos con aquello. Hasta el siguiente noticiero.

El sociólogo y matemático noruego Johan Galtung, introdujo el concepto del "triángulo de la violencia" para explicar la dinámica de este fenómeno, en este caso referido a los conflictos sociales. Según él, la violencia es como un iceberg en el que lo que vemos es solo una pequeña parte de la crisis y para solucionarlo se requiere actuar de manera sistémica, abordando lo evidente, pero también las estructuras de fondo que no permiten la satisfacción de necesidades y la violencia cultural, que crea un marco legitimador de la fuerza.

Y ahí está el problema. Porque hasta ahora, la discusión sobre cómo abordar estos hechos se concentra solo en lo evidente. Se detiene al delincuente, se reprime al violentista, se aprehende al autor del piedrazo o se le baja el perfil al auto que -estratégicamente puesto- se incendia frente a la comitiva de la ministra. Pero respecto de las otras dos aristas no hay consenso ni estrategia: la desigualdad sigue siendo un problema sin solución y la violencia sigue siendo defendida como método de lucha política y social. En plena -aunque imperfecta- democracia.

Hace justo un año, a raíz de coletazos del estallido, el entonces presidente de la Corte Suprema, Guillermo Silva, dijo que "lo que hace falta en este país, es que, de una vez por todas, todos los sectores condenen la violencia y la condenen en forma categórica y no con medias tintas". Y es cierto. No se puede reprobar estas acciones solo cuando conviene. Pero también es requisito para avanzar el que exista una estrategia, compartida por todos, respecto de cómo enfrentar el fondo del iceberg. El acuerdo debe ser más amplio, duradero y profundo que el alcanzado tras el piedrazo presidencial. 2

"

El tren, un sueño pendiente

E-mail Compartir

La 'Reseña Histórica del Ferrocarril entre Santiago y Valparaíso', escrita en el año 1863, señala que la conclusión de esta obra 'debe considerarse como uno de los grandes triunfos que la ciencia y el heroísmo han logrado alcanzar en nuestros días".

Terminaba el mes de enero y las páginas del Domingo de Reportajes de este diario nos alegraba el fin de semana con la entrevista a Juan Carlos García, que se aprestaba para asumir como ministro de Obras Públicas. García afirmó ese domingo que se la iba a jugar "totalmente" por el tren de Valparaíso a Santiago. En esa misma nota, el arquitecto reiteraba que un compromiso prioritario de su nuevo cargo era: "trabajar para que el tren entre Valparaíso y Santiago sí sea una prioridad".

Sin embargo, el entusiasmo del secretario de estado duró poco. Esta semana, en otra entrevista en este mismo diario, el ministro de Transporte y Telecomunicaciones, Juan Carlos Muñoz, contradijo a su par de Obras Públicas y manifestó que el proyecto tenía problemas complejos que resolver, por ejemplo, con la "pendiente". Aunque no descartó la construcción de manera definitiva, señaló que había que considerar, además, si "la responsabilidad social daba".

Si alguno tiene dudas de la capacidad que tiene el tren para unir e incluso hacer milagros, bastó que Muñoz haya hecho estas declaraciones para que El Mercurio de Valparaíso haya coincidido nada menos que con el alcalde Jorge Sharp en criticar al ministro.

Y es que la negativa del titular de Transporte resulta, en especial, dolorosa, teniendo en cuenta el entusiasmo de Juan Carlos García, un hombre que estudió en la zona y que comprende las dificultades de movilización que existen hacia la capital.

En una vuelta de carnero, tan típica de nuestros políticos, el ministro Juan Carlos Muñoz, intentó salir al paso de las críticas a través de una columna en la que volvía a abrir la puerta a la opción del tren, aunque dejando claro que se trataba de una empresa a largo plazo, que excedía a este gobierno.

Desde el ámbito de la historia, que es desde donde puedo aportar, la recomendación al secretario de Estado es que lea una obra que se escribió en 1863 y se la dé a conocer a su jefe, el presidente Gabriel Boric. Me refiero a la "Reseña Histórica del Ferrocarril entre Santiago y Valparaíso" (Disponible en Memoria Chilena).

La publicación estaba dedicada: "A todos los hombres de buena voluntad que con su inteligencia, con su patriotismo, con sus capitales, con su fe, con su ciencia, con su brazo han contribuido a elevar el gran monumento de Chile" que, por ese entonces, era el tren.

Más adelante se destaca: "La conclusión del ferrocarril entre Santiago y Valparaíso debe considerarse como uno de los grandes triunfos que la ciencia y el heroísmo han logrado alcanzar en nuestros días. Esta obra que años atrás era un sueño, una ilusión, viene a probarnos hoy que nada es imposible".

Eran otros tiempos, claro está. Así queda demostrado cuando fueron los mismos comerciantes del puerto quienes, al ver que el proyecto se estancaba, se reunieron bajo el liderazgo del intendente Manuel Blanco Encalada para solicitar al gobierno acelerar su construcción. Setenta representantes del próspero comercio porteño escucharon al almirante decir sobre la empresa del ferrocarril: "es, a mi modo de ver, no solo una medida de alto interés material para el país, sino también aconsejada por una sana política". Para Blanco Encalada, el tren podía ser un medio, para que tomemos nota, para "aniquilar de una vez ese espíritu anárquico que amenazaba consumirnos".

Esta acción fue clave para generar un cambio de actitud en el Congreso y en el Presidente para llevar a cabo el inicio de la ejecución del proyecto. El 1 de octubre de 1852, Valparaíso celebraba, con entusiasmo la colocación de la primera piedra. No obstante, tuvieron que pasar once años para que, por fin, porteños y capitalinos pudieran conectarse a través del tren.

Recién un 14 de septiembre de 1863, el Presidente y la población acudían a la flamante estación de Santiago a su inauguración. "¿Qué era el ferrocarril concluido? Era Chile entrando en la gran vía de la civilización; era el pueblo pequeño haciéndose gran pueblo; era la inteligencia triunfando de la materia; era la distancia anulada por el vapor; era Chile poniendo en sus pies las alas que el progreso ha dado a los fuertes y a los perseverantes para llegar a las alturas que parecía imposible de tocar".

Fueron once años marcados por las dificultades geográficas, materiales, económicas, etc. Más de diez años de los que se logró salir adelante porque el ferrocarril era un símbolo del progreso. La misma pendiente que hace algunos días aparecía para el ministro de Transporte como un obstáculo insalvable, resultó para los más de 9 mil trabajadores que participaron en la obra, un desafío a vencer. Si lo pudimos hacer hace 170 años, por qué no lo vamos a poder hacer ahora. Depende de Boric, Muñoz y García y de cómo quieren pasar a la historia. 2

"