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LA TRIBUNA DEL LECTOR Carta al Presidente Boric

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Sr. Gabriel Boric Font

Presidente de la República

De mi mayor consideración:

El pasado 26 de abril, un importante liceo de Iquique hace una denuncia de amenazas contra la vida y la integridad de su directora y algunos profesores. El Ministerio Público archiva la denuncia y no hace nada.

Las amenazas continúan y ponen en peligro la vida de la directora, la comunidad escolar se para y muchos apoderados ven hoy la necesidad de sacar a sus pupilos del colegio, porque ellos quieren estudiar y porque tienen temor de alumnos que entran con armas al establecimiento y no hay forma de controlar.

La situación es muy grave y está extendida, pero en general la educación pública para expulsar a un alumno necesita casi que mate a alguien. Ahí están también liceos emblemáticos de Santiago.

El argumento que sostienen es que no se puede discriminar.

Qué tremenda falacia, porque no se puede discriminar contra los que delinquen, pero sí en contra de los que quieren estudiar. ¿Su dignidad no vale?

Esta misma conducta se da en todos los planos. Pistoleros dejados en libertad por un Juzgado de Garantía. Investigaciones denuncia de delincuentes que han sido detenidos 80 o 100 veces y siguen destruyendo la sociedad. Habiendo definido su gobierno a los que destruyen la Araucanía como banda delictual, siguen suponiendo un diálogo con un sector que nunca querrá, como ya lo ha declarado, porque sus intereses son otros, no son los del pueblo mapuche.

Es cierto, esto no es responsabilidad de su gobierno, viene ya por décadas. Es un error pensar que la crisis es solo de las policías. Aquí está involucrado todo el Poder Judicial, con una justicia garantista para los delincuentes, y un Congreso que se dedica al juego político de la descalificación mutua y no entra a estructurar las leyes que se necesitan.

En definitiva, Sr. Presidente, es un profundo error discriminar por la delincuencia en contra de la población que estudia, trabaja y lucha por un Chile mejor para todos.

Al final, todo esto se transforma en una discriminación negativa, donde quienes son protegidos son los violentistas y los delincuentes de todo tipo, incluso los de cuello y corbata, y el resto está a merced de ellos. Solo una discriminación positiva que opte por las mayorías generará un cambio de paradigma que nos permita superar este difícil trance como país.

Ello requiere terminar con la excesiva ideologización de la izquierda que, en mi opinión, tienen buenos diagnósticos, pero inadecuados tratamientos. ¿Por qué se demanda por la Ley Interior del Estado a los camioneros y no se hace con los que destruyen la Araucanía? No hay lógica, no se entiende.

Qué duda cabe que la delincuencia en todos sus ámbitos es resultado de la desigualdad social, del abuso, de la falta de respeto a la dignidad de los que menos tienen, pero para ello se requieren respuestas de fondo, que siempre serán de mediano y largo plazo, y tranquilidad social que posibilite el diálogo y la formación. Como dice un viejo proverbio popular: "A Dios rogando y con el mazo dando". Traduzcámoslo en diálogo y mano fuerte en la seguridad.

Es hora de una discriminación positiva. Hay que optar por los estudiantes que quieren superarse y no por los violentos que deben ser separados. Sí, separados, porque los profesores no están preparados para abordar a este tipo de jóvenes que requieren un trabajo multidisciplinario. Pregúntele a los profesores, como yo lo he hecho. Sí, no saben manejarlos en clase si no tienen condiciones para ayudarlos a reflexionar, porque además su familia está desestructurada. Es una realidad multifactorial. Entonces, ¿qué está haciendo el Estado?

De lo contrario, seguirán complicando a sus compañeros y muchos se dejarán llevar por ellos y otros abandonarán la educación pública, porque quieren dialogar sus problemas para buscar solución y estudiar.

Sin un cambio de paradigma, el presente y el futuro del país se tornan muy difíciles.

Le deseo lo mejor en su importante gestión y tome mis palabras en un ánimo colaborativo.

Atte.

Patricio Young Moreau