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LA PELOTA NO SE MANCHA ¿Y si clasificamos al Mundial?

POR WINSTON POR WINSTON
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Hace varios años que decidí no vivir con ilusiones. No me refiero solo al fútbol, me refiero a todo. No me hago ilusiones por nada. Y cuando digo nada, es nada. De hecho, me levanto pensando que será un pésimo día y siempre peor que ayer: antes de meterme a la ducha, creo que el calefont está malo y que de seguro el agua saldrá helada. Antes del desayuno, supongo que no queda pan, menos queso o mermelada. Así empieza mi día y eso que no llevo siquiera una hora.

En el trabajo me pasa igual. Cada vez que me llama mi jefe, parto de la base que es para retarme y si me pide una cita, doy por hecho que me van a echar. Terminada la jornada, regreso a mi casa imaginando que nos entraron a robar o mi familia me ha dejado solo.

Alguno pensará que estoy loco. ¡Al contrario! Siendo este mi piso de expectativas, el "desde" de mi día, todo lo que ocurra distinto es un motivo de alegría. Y, en la práctica, así es: el agua siempre sale caliente, no falta el pan, mi jefe siempre me llama, pero para hablar de Wanderers, y en la casa mis perros me esperan con su inusitada alegría después de cada jornada.

Esa es la fórmula que aplico también el fútbol. Desde el Mundial de Corea-Japón asumo que Chile no va a ir. Por esto mismo, los campeonatos de Sudáfrica y de Brasil fueron una mezcla de sorpresa y alegría. Lo de Qatar fue igual, siempre he estado seguro de que no íbamos a esa cita mundialera. Siempre creo que vamos a perder, de visita y de local. Por eso mis amigos me odian y ya no me invitan a ver los partidos. Y yo les repito lo mismo: "un pesimista es un optimista con experiencia".

Además, lo que no entienden mis conocidos es que entre creer y querer existe una gran distancia. Y si pienso de esta forma es porque, quizás, el triunfo o una clasificación, los deseo más que los mismos que me critican, pero han sido tantos los años de penas, lágrimas y frustraciones en este deporte, que he creado una coraza contra una nueva desilusión.

El problema es cuando esa capa, cual Superman con la Criptonita, comienza a debilitarse y a hacer agua por todos los lados. Es lo que me ocurre con la acusación de Chile contra Ecuador por Byron Castillo. Había asumido que no íbamos a Qatar, pero ahora sale esto y me descompone. Lo que parecía una broma del día de los inocentes empieza a parecerse a un juicio de La Haya. Ecuador ha pedido más plazo para juntar más pruebas ¿Por qué? Si los del Guayas tenían todo tan claro.

No quiero ilusionarme ni ilusionarlos, pero quizás debemos comenzar a pensar en un plan B, aun cuando ni siquiera tenemos técnico. ¿Qué vamos a hacer? ¿Vamos a ir a cargo de Quinteros que se acaba de comer una goleada contra River Plate? ¿O vamos a optar por Berizzo que viene de ser echado de la selección de Paraguay?

Respecto a los jugadores ¿Quién va a ir además de la generación dorada? ¿Jean Meneses? ¿No hay acaso restricciones mínimas de altura? ¿Joaquín Montecinos que hace goles por los Xolos de Tijuana? ¿Víctor Dávila del León? ¿Marcelo Allende de Montevideo City?

Si esa es la selección, da la sensación de que iremos a "dar jugo" al desierto, pero lo cierto es que no hay fórmulas. Dinamarca fue a la Eurocopa del 92, a última hora, luego de la descalificación de Yugoslavia y salió campeona con leyendas como Koeman, Van Basten, Rijkaard, Bergkamp y Gullit.

No creo que a Chile le suceda lo de los daneses, pero la verdad es que en el fútbol no hay nada escrito. La Argentina de Bielsa se clasificó con una racha histórica de puntos al mundial del 2002 y no alcanzó a pasar la fase de grupos para desconsuelo del loco.

En fin, ahora creo que iremos a Qatar y pasaremos la primera ronda. El problema es que nos toparemos de nuevo con ese frontón que es Brasil, quizás con un Bravo lesionado, probablemente con un Vidal suspendido y rumores de una fiesta en el hotel. Lo siento, prefiero no hacerme ilusiones. Y así quién sabe qué nos deparará el destino.