"Abrimos el camino para las generaciones que siguieron"
Profesora y magíster, se acercó a la institución a los 14 años, cuando entró a la brigada juvenil de la Décima Compañía, junto a 24 varones. A los 18 era bombera. A los 25, maquinista.
Brunella Dalmazzo Apablaza es profesora de Educación Tecnológica y de Educación Básica con mención en Matemáticas, egresó del magíster en Evaluación Educacional y trabaja desde 2009 en el Colegio Leonardo Murialdo. Muchos de sus alumnos no saben que a los 14 años cruzó la puerta de la Décima Compañía de Bomberos de Valparaíso, Bomba Chileno-Árabe "Eduardo Farley" -en recuerdo del primer mártir de la institución en el país-, de cuyo cuartel nunca se ausentó por mucho tiempo y de la cual es bombera y maquinista.
Primera y única maquinista del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso. Pasó de conducir su Kia Morning a llevar el volante de grandes y pesados carros bombas en las emergencias, y ahora maneja también el enorme transporte americano donde la compañía Chileno-Árabe -en sus inicios bomba de hachas, ganchos y escaleras- lleva los equipos y herramientas necesarios para intervenir en los rescates, como se llama ahora la especialidad de la Décima.
Brunella ha sido pionera en muchos sentidos. Por ejemplo, fue la primera de su familia que no entró a la vecina Sexta Compañía "Cristóforo Colombo", donde en los años 50 fueron bomberos catorce integrantes de la generación de su abuelo Ángel Dalmazzo, luego otros de la hornada de su padre y donde su hermano Marcos continúa la tradición. Leer un domingo en este diario que algunas compañías porteñas iban a recibir mujeres entre los postulantes y decidir que quería ser bombera fue una sola cosa. Llamó a la primera que aparecía en la nota de prensa y así llegó a la Bomba "Eduardo Farley".
También fue la primera cadete de la brigada juvenil de la compañía, junto a 24 varones, aunque había -en otro nivel- unas pocas aspirantes. Cuatro años después, al cumplir los 18, pasó a ser bombera con todas las de la ley. Y a los 25 ya era maquinista, cosa por decir lo menos difícil en una institución que al momento de su llegada llevaba 140 años de vida netamente masculina.
Abriendo rutas a nuevas generaciones
Por eso es testigo privilegiada del hito que significa la incorporación femenina a las filas bomberiles y de sus muchas vicisitudes.
"Cuando llegué no había instalaciones para mujeres. Nos cambiábamos en el baño de visitas, no teníamos un casillero o un lugar para nosotras y la guardia la hacíamos todos juntos", rememora en relación a los primeros años como voluntaria.
Recuerda también que las pioneras no solo debían cumplir con sus deberes bomberiles, sino además demostrar que tenían capacidades para hacerlo. "Creo que a las primeras que ingresamos nos costó más, pero le abrimos camino a las nuevas generaciones. Hoy contamos con espacios, uniformes, vestidores, baños, sala de guardia adecuados para las mujeres. Antes nos poníamos la ropa que había nomás. No significa que ahora sea más fácil, pero sí tienen el camino pavimentado".
Sin embargo, no deja de recordar con cariño las distintas etapas de su quehacer bomberil, desde los primeros años en que se forjan los indelebles lazos de compañerismo y amistad. "Aquí somos una familia, nos hemos criado juntos, yo llevo más de la mitad de mi vida metida en la bomba como muchos de mis compañeros. Al final esto es un estilo de vida", subraya.
Por ejemplo, como profesora tiene vacaciones largas. "Estuve 15 años de mi vida 24/7 en los Bomberos. Vivía en la guardia, los fines de semana estaba acá, salía del trabajo y me venía al cuartel. Pescaba la mochila en diciembre y en febrero iba a la casa de mis papás a ver si le hacía la llave todavía", relata divertida.
Contra el tránsito hacia el gran incendio
Eso no obsta para que también tenga recuerdos de momentos duros, interminables y peligrosos. Y aunque nunca ha tenido un accidente como maquinista, sí ha estado entre los lesionados en acción.
En 2004, en una remoción de escombros tras el control de un siniestro en una antigua construcción del Barrio Puerto, un muro de adobe se derrumbó y cayó desde el segundo piso sobre un patio de luz donde trabajaba un equipo de bomberos. Hubo 10 lesionados, entre ellos Brunella, que providencialmente libró sin fracturas por la posición en que se encontraba al momento del accidente, pero sí sufrió contusiones múltiples.
El gran incendio de Valparaíso, en que se quemaron casi tres mil viviendas dejando más de 12 mil damnificados, se desató el sábado 12 de abril de 2014. La Décima estaba en academia en Las Torpederas cuando la despacharon a la emergencia. "Era fin de semana, jugaba Wanderers y era el último día de visita de las fragatas que se encontraban en Valparaíso. La ciudad estaba repleta y avenida Altamirano, congestionada". Así tuvo que avanzar con su carro contra el tránsito, "pegados al claxon", hasta que al llegar a la compañía pudo entregar la unidad y cambiar su rol para concurrir a la emergencia como bombera. Tres días trabajaron en el lugar.
Adios al mártir y al amigo
Pero admite que la experiencia más dolorosa que le ha tocado vivir en lo personal ocurrió el 14 de enero de 2008 en el incendio del cerro La Cruz, adonde llegó su compañía cuando la emergencia estaba declarada y los voluntarios hacían lo que podían para evitar que, una tras otra, las casas de los pasajes estallaran en llamas. Como cajas de fósforos, recuerda.
En medio de ese ambiente desolador, tórrido e irrespirable, teñido de rojo, mientras los vecinos corrían y ellos pitoneaban tratando de aplacar las llamas, vio a lo lejos que un bombero avanzaba dificultosamente y fue a buscarlo. Era grande y fornido, y por eso pidió ayuda a otro voluntario para conducirlo entre los dos al carro.
Como estaban con sus elementos de protección, no se vieron los rostros y solo después que se concretó el traslado hacia un centro asistencial se enteró de que era su amigo Gabriel Lara, de la Cuarta Compañía, que resultó con el 70% de su cuerpo quemado y seis días después se convirtió en el sexagésimo octavo mártir del Cuerpo de Bomberos de la ciudad.
La semana de agonía del voluntario lo fue también para todos sus compañeros y amigos, que tuvieron que cumplir el triste ritual de despedirlo el martes 21, en un funeral multitudinario en que los porteños le rindieron homenaje por sus servicios y su entrega.
"Ese -dice Brunella- fue el peor incendio de mi vida". 2
Rosa Zamora Cabrera
rosa.zamora@mercuriovalpo.cl