"Deberíamos preocuparnos de continuar mirando al mar"
Al cumplir un año al mando de la Marina, aborda los principales desafíos institucionales, la recuperación post pandemia de los hitos del Mes del Mar y el ambicioso programa de construcción naval, como también los episodios más difíciles que le ha tocado enfrentar.
Una carrera naval de 40 años, marcada por la buena estrella, es la que detenta el comandante en jefe de la Armada, almirante Juan Andrés De la Maza Larraín (58, casado, cuatro hijos), quien ayer cumplió su primer año al mando de la Marina, en coincidencia con lo cual concede ésta, su primera entrevista en el ejercicio del cargo.
"Somos la Marina de todos los chilenos, nos debemos a nuestro país y a nuestros conciudadanos. La tarea y la función más importante de la institución es la defensa de la soberanía y de la integridad territorial", enfatiza el jefe naval, ingeniero en Armas con mención en Artillería y Misiles, diplomado en Alta Dirección y magíster en Ciencias Navales y Marítimas.
Y en relación a la condición marítima de Chile, agrega: "Nuestro país está de cara al océano más grande del planeta, que nos da una oportunidad para tener agua en el futuro, porque hay una sequía que no podemos desconocer. El Océano Pacífico es nuestro futuro y debiéramos estar todos preocupados de seguir mirando al mar".
Con buena parte de los primeros seis meses de su gestión dedicados a recorrer las zonas navales, su principal preocupación, recalca, es la gente, lo cual queda refrendado con que ha participado en la formación de varias generaciones de marinos, como instructor en la Escuela Naval, comandante del buque escuela Esmeralda y director de la Academia Politécnica Naval.
Su buena estrella ha mitigado varios de los episodios difíciles que le ha tocado enfrentar en su carrera, de los que últimamente no ha estado ajeno el factor político, como la remoción del contraalmirante Jorge Parga de la jefatura de la Defensa Nacional de Biobío y Arauco, o el judicializado incidente en que el excomandante en jefe Miguel Ángel Vergara, aludió a la "amenaza interna" que se cerniría sobre el país, en un discurso en el Club Naval de Valparaíso.
Lejos de la política, los momentos más complejos del timonel de la Armada han ocurrido en el mar. Como comandante del transporte Aquiles, por ejemplo, tuvo que hacer frente a un incendio en el Golfo de Penas en un temporal del norte que se llevaba el buque "completamente apagado" hacia las rocas. En la misma unidad pasó el 27F en Talcahuano, donde tras el terremoto magnitud 8.8 se perdieron todas las comunicaciones.
Esa madrugada, en medio de la oscuridad, apareció un marino con una minúscula radio a pilas que les permitió captar una transmisión argentina que hablaba de "grado 10" en Cobquecura, es decir, al lado. Como el comandante de mayor antigüedad jerárquica en la bahía, ordenó el zarpe de todas las naves, mientras el agua empezaba a retirarse en forma previa a la fatídica primera ola del tsunami. En el Aquiles "salimos prácticamente con la última agua, y como nosotros decimos, Dios es marino, y marino chileno. No perdimos ninguna unidad capital ni submarinos", recapitula.
Al almirante De la Maza, quien entró a la Escuela Naval a los 16 años, el álgebra le jugó una mala pasada: quedó repitiendo en primer año. Pero que aprendió del fracaso, no cabe duda. Se siente profundamente contento y agradecido de su carrera, y recuerda con cariño las unidades en que pasó embarcado 16 años.
Hoy se entusiasma detallando el Plan Continuo de Construcción Naval, que se traduce en que el nuevo rompehielos Almirante Óscar Viel -que será uno de los más modernos del mundo- lleva un 70% de avance en Talcahuano; en el reemplazo ya autorizado de las dos primeras unidades del Comando Anfibio y, si todo marcha bien, el inicio de la construcción de fragatas hacia el 2030.
La fiesta del 21 de mayo
- Tras concluir el Mes el Mar, el primero que preside como comandante en jefe, ¿qué aspectos son los que más destaca?
- Para mí fue un tremendo honor haber presidido, terminando prácticamente mi primer año, un Mes del Mar muy intenso, tras dos años