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POR SEGISMUNDO

RELOJ DE ARENA Desde Gardel a Julio Sosa

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Afirman algunos tratadistas del "dos por cuatro" -léase el tango- que si Julio Sosa no hubiese muerto tan joven, le habría hecho el peso en fama, calidad y maduración artística a Carlos Gardel.

Rescatar esta afirmación puede ser un poco irreverente justamente cuando ayer, 24 de junio, se ha cumplido un nuevo aniversario de la muerte de Gardel, ocurrida en Colombia en 1935.

Julio Sosa también tiene una historia de pobreza y sacrificio como Gardel. Nació en Uruguay en 1926 y su primer éxito como vocalista lo logró en un concurso a los 12 años. Ganó 10 pesos. Se hizo un espacio en los escenarios, modestos primero, y luego saltó el charco, Río de la Plata, y llegó a Buenos Aires. Allí, en la dura competencia tanguera y siempre con la presencia del imbatible fantasma de Gardel, logró triunfar con el título de "El varón del tango".

Incursiona en el cine y también en televisión y su popularidad queda consagrada en numerosas grabaciones con esa voz "abaritonada" que destaca en un comentario Mariano Mores. El calor de sus interpretaciones, el mensaje de las generalmente dolorosas letras tangueras, lo lograba directamente junto a la orquesta, sin recurrir al "play-back" en que el artista canta sobre una grabación previa.

Con ello, afirma un analista, "dio a sus interpretaciones el calor y la emotividad y era además una muestra de seguridad y confianza que se tenía".

Junto a la fama y la popularidad llegó el dinero y con el esfuerzo de su trabajo se dio varios gustos, entre ellos comprar un deportivo DKW, de color rojo. Fatal. En un confuso accidente de tránsito en Buenos Aires, el 26 de noviembre de 1964, perdió la vida. ¿Por qué corría tanto cuando ya tenía la experiencia de un doloroso choque? Se asimila su caso al de James Dean -"Rebelde sin causa" y "Gigante"-, exitoso y atormentado, víctima de la velocidad en 1955 cuando tenía 24 años.

El funeral de Julio Sosa fue multitudinario, caótico, expresión de dolor parecido al sepelio de Gardel en el cementerio del barrio Chacarita de Buenos Aires.

El tango universal

Los comentaristas del "dos por cuatro" sostienen que Julio Sosa dio nueva vida al tango en la segunda mitad del siglo XX. Así, lo ponen en competencia con Carlos Gardel. Es cierto, pero el mérito de Gardel es haber universalizado ese ritmo y, a la vez, haber convertido, sin quererlo, su vida en un mito y para muchos en un ejemplo de esfuerzo para llegar a la cumbre partiendo de cero.

Crece el mito mientras se van descifrando interrogantes sobre su origen. Se decía en algún momento que era uruguayo y, tal vez, francés. De ningún modo argentino.

Finalmente, la bendita burocracia estableció, escarbando viejos documentos, que Carlos Gardel nació en Toulouse, Francia, el 11 de diciembre de 1890, en un hospital público, hijo de Berthe Gardes, de oficio planchadora. Su padre era un señor casado y ante el embarazo había dos alternativas: el aborto o el exilio.

La conservadora sociedad de esos tiempos no aceptaría nunca a ese "hijo del pecado". Se optó -¿la madre o el padre?- por el exilio al otro lado del Atlántico.

Así, Berthe llegó con su pequeño hijo a Buenos Aires en 1893. En su ficha de ingreso, también rescatada, junto a su modesto oficio, se añade la condición de viuda. La ciudad es dura, pero ofrece oportunidades. Para el chico, las oportunidades están en la calle con travesuras y fechorías menores junto a pandillas juveniles. Otra oportunidad está en un coro de la escuela que lo atrae y donde actúa como solista. El chico también canta por algunas monedas en los cafés del barrio y gana algo además escribiendo cartas de amor a algunas mujeres analfabetas que frecuentan esos lugares.

La madre está preocupada por ese hijo precoz, demasiado inquieto que gana algo de dinero. Pero el "francesito", como lo llaman, le promete que será artista y ganará mucho para que ella no siga planchando la ropa de los ricos…

Trabaja y se divierte con las pandillas del barrio. Hay violencia y hasta robos menores que culminan en una comisaría. La vida escolar es irregular y Carlos, antes Charles, se acerca a su meta, el espectáculo.

En chile

Tiene algunas clases de canto y forma parte de un trío que incursiona con gran esfuerzo por el interior de Argentina. Ahí aparece la figura de José Razzano, compañero de sus éxitos y derrotas. De vuelta en Buenos Aires ya tiene espacio en los escenarios. En septiembre de 1917 su primera incursión internacional. En el Trasandino viaja a Chile contratado por un audaz empresario que compromete actuaciones en Valparaíso, Viña del Mar y Santiago.

Gardel no tiene gran nombre. Uno lo podría asimilar a la figura de Julio Iglesias cuando aparece en sus primeros tiempos en el Festival de la Canción de Viña del Mar.

Se presenta en el Teatro Colón de Valparaíso, en el Olimpo de Viña del Mar y en el Royal de Santiago. No es la gran estrella. El espectáculo lo integra el dúo Gardel-Razzano, al cual se suma una "tonadillera", Roxana. Con una mirada actual se podría considerar la incursión de Gardel en Chile como humillante, pues sus funciones incluyen también algunas películas mudas. ¿Son los Gardel-Razzano solo un relleno?

La crítica es favorable. Comenta este Diario el 30 de septiembre de 1917:

- "Los artistas, además de cantar tonadas argentinas, sentimentales algunas y graciosas otras, son aventajados concertistas en guitarra. Al final de cada una de las que cantaron anoche recibían verdaderas manifestaciones de aplausos. El público quedó gratamente impresionado. Y como se trata de un espectáculo ameno y culto, las familias lo acogieron con sumo agrado".

Comentando la presentación en Santiago, la revista Zig Zag consigna:

-"El dueto Gardel-Razzano se hizo acreedor al bis en sus hermosas canciones criollas, siendo muy aplaudida una cómica muy bien cantada por el señor Gardel".

En las presentaciones chilenas hay algo de baile y poco tango, ritmo que había sido condenado por el Papa Pío X.

Carlos Gardel no llegaba a Chile en temporada alta, pero sus actuaciones fueron el primer paso en una trayectoria que sería internacional, cubriendo Europa y Estados Unidos, además de haber conquistado, absolutamente, los escenarios de Argentina, su país de adopción.

Gardel, con su voz pastosa, transmite y contagia la emotividad propia de las letras tangueras, donde el dolor es protagonista. Sabido es que el tango se baila, se canta, se debate y se llora…

El "show bussines" capta su valor amplificado por el desarrollo tecnológico, la radio. También se adapta al naciente cine sonoro -diez filmes en blanco y negro-, tal como ocurre con Al Jolson, que de la escena muda salta a la magia de la imagen con voz.

Viajes y triunfos cuando, tras la Gran Guerra - nunca se repetiría otra conflagración universal, ingenuo comentario-, París era una fiesta, al decir de Hemingway. Gardel es allí un protagonista.

Intensos viajes triunfales de vuelta en las Américas en marzo de 1935. Desde Estados Unidos viaja a San Juan de Puerto Rico. Veintidós días de actuaciones triunfales. En barco a Venezuela. Apoteosis a su llegada en Caracas. Doce días de triunfo. Tras una exitosa gira caribeña pasa a Colombia. Ovaciones y multitudes en Barranquilla, Medellín y Bogotá. La gira contempla Cali y el avión en que viaja el grupo de Gardel hace escala técnica en Medellín el 24 de junio. Una multitud espera. Fotos con los fans. Se reinicia al viaje en un trimotor con Samper Mendoza en los mandos, uno de los más acreditados pilotos del continente y socio de la empresa propietaria del avión.

La partida es confusa, con banderas de señales erráticas. El avión avanza, se eleva unos metros y cae sobre otra máquina que espera su turno de salida. Describe la escena el biógrafo de Gardel, Edmundo Eichelbaum:

- "Al instante surgen las llamas. Después de haber sufrido algo semejante a un temblor de tierra, todo se quema aceleradamente… Funcionarios policiales inician el reconocimiento de los cadáveres. No es difícil encontrar el de Gardel, bastante preservado por haber quedado bajo el asiento del piloto. Su chaleco relleno con plumas, su pasaporte chamuscado, pero no quemado, una anillo de oro con la cabeza de un indio y, desde el primer momento, el brillo de su dentadura perfecta de la que siempre estuvo tan orgulloso, son indicios más que evidentes de su identidad".

Indicios perfectos, pero antes de que las llamas se extinguieran, brota el mito. Carlos Gardel está vivo, desfigurado, se oculta en la selva colombiana.

Está vivo y cada día canta mejor, afirman sus eternos admiradores, incluyendo aquellos de nuevas generaciones que de cuando en vez desempolvan grabaciones en acetato, vinilo y hasta en CDs. Pero la dicotomía parece ser eterna. ¿Carlos Gardel o Julio Sosa? ¿Pele o Maradona?