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No veo espacio político y ciudadano para citar a una segunda Convención. Una comisión de expertos está muy por debajo de los estándares de legitimidad que requiere un acuerdo de esta envergadura. Y para el caso del Congreso, ya la ciudadanía se manifestó de forma abrumadora en contra de esa posibilidad".

- ¿A quién se refiere en específico?

- A Fernando Atria o Jaime Bassa, pero no son los únicos.

- A pesar de declararse desilusionado del resultado del proceso, votará Apruebo y no advierte "nada dramático o que no se pueda corregir más adelante". ¿Se podrá corregir el texto con la fórmula de quórums y referéndum ratificatorios establecidos para los temas fundamentales?

- Es una tarea muy difícil y sostener lo contrario sería una deshonestidad política. De aprobarse el texto constitucional, los quórums y procedimientos establecidos en las normas transitorias, para que sea modificada por el actual Congreso, requieren de mayorías y acuerdos muy amplios. Tanto así, que se ha transformado en un problema para la idea de "aprobar para reformar" y, por ende, en un argumento para rechazar. Esta decisión, como muchas otras, muestran que a veces la Convención confundió voluntad con voluntarismo, amén del ego y la ceguera de algunos.

"propuesta es mejor que actual constitución"

- Tiene dudas sobre el contenido de la propuesta en materias como plurinacionalidad, descentralización, sistema de justicia o equilibrio de poderes. ¿Cuál es la que más le complica?

- En lo esencial, las constituciones son reglas para organizar la distribución y control del poder. Por lo mismo, de todos los reparos o dudas que tengo sobre el texto final, mi mayor incertidumbre descansa sobre el diseño del sistema político. Hay cuestiones sobre las cuales preferiría no experimentar, más todavía con los niveles de fragmentación política a los que asistimos y de desconfianza ciudadana hacia las instituciones. Esta propuesta de presidencialismo atenuado con bicameralismo asimétrico, mezcla y confunde sistemas, incentivos políticos y funciones de modelos diferentes e incompatibles. Si a eso sumamos la mayor desprotección de los partidos políticos, como las necesarias estructuras de intermediación entre el poder formal y los ciudadanos, creo que la combinación puede ser explosiva.

- ¿Y qué es lo que más valora de la propuesta que se plebiscitará en septiembre?

- Primero, y antes que nada, que se trata de la primera Constitución en nuestra historia republicana elaborada de forma democrática, por una Convención elegida por sufragio universal, de forma paritaria, y que representa la diversidad de nuestro país. De igual manera, me entusiasma que se instalen las bases de un Estado social y democrático de derecho, con mayor reconocimiento y rol del aparato público en la regulación y provisión de bienes y servicios esenciales. Por último, y más allá de los detalles, es un texto que incorpora importantes temáticas que llegaron para instalarse en la discusión global y local; como son la cuestión medioambiental, las políticas de género, el reconocimiento a los pueblos originarios y la descentralización. Entonces, y pese a los legítimos reparos, la propuesta de la Convención es mejor que nuestra actual Constitución.

PARTIR DE LA NADA Y TERMINAR EN NADA

- Plantea que si gana el Rechazo no se avizora un real camino de salida porque ni el Congreso ni otras instituciones disponen de la legitimidad necesaria para retomar el proceso. ¿Tanta es la incertidumbre que visualiza?

- No veo espacio político y ciudadano para citar a una segunda Convención Constitucional. La posibilidad de una comisión de expertos está muy por debajo de los estándares de legitimidad que requiere un acuerdo de esta envergadura. Y para el caso del Congreso, ya la ciudadanía, en el plebiscito de octubre de 2020, se manifestó de forma abrumadora en contra de la posibilidad de delegar esta cuestión en los políticos profesionales. Pero ya que esta última es quizás la única alternativa para las reformas y modificaciones futuras, es justamente la razón por la cual es menos complejo -desde la legitimidad del procedimiento, como también la adecuación de los contenidos- que el poder legislativo debata sobre la base de una propuesta constitucional mandatoria y aprobada por los ciudadanos el 4 de septiembre. Corremos el riesgo que de partir nuevamente de la nada, terminemos en nada.

- ¿Podría ser una solución el proyecto Rincón, Walker y otros que busca reducir a 4/7 el quórum para modificar la actual Constitución y que tiene el apoyo de la oposición?

- En caso de ser aprobada esa modificación, ayuda en algo a la discusión sobre un nuevo texto constitucional, para caso de que gane el Rechazo en septiembre. Lo que me molesta, es que no se expliciten las motivaciones y no se hagan cargo de las consecuencias. Era evidente que los senadores Walker y Rincón no estaban dispuestos a aprobar en el plebiscito de salida y, por lo mismo, hubiera sido más honesto y transparente que así lo anunciaran de forma previa a presentar su propuesta; ya que, en los hechos, discutir esa reforma ahora le baja el costo al Rechazo y esa es la razón por la cual ya tienen un acuerdo con la derecha. Adicionalmente, esa estrategia supone una convicción de la oposición por terminar con la Constitución del 80 y hacer algo nuevo y distinto, que incorpore de verdad las demandas ciudadanas. Y dudo de la real voluntad de la derecha para terminar con la Constitución del 80, ya sea por su historia, trayectoria y convicciones.

Dos escenarios y discusión abierta

- "Si gana Apruebo, este proyecto pasará a ser parte de la historia constitucional, pero si llega a ganar Rechazo va ser la llave para continuar con el proceso", dijo el senador Pedro Araya, uno de sus autores. ¿Qué le parece?

- Cualquiera sea el resultado electoral, es evidente que la discusión constitucional seguirá abierta. Pero no basta con tener la llave, especialmente si esta no le hace a la cerradura o la puerta está trancada. Tanto Araya, como Walker y Rincón, suponen que la derecha ha cambiado y ahora sí estará dispuesta a alterar lo que ha sido su trayectoria política sobre la discusión constitucional, abandonando un subsidio que le permitió bloquear los cambios y reformas en el pasado. Me temo que, de ganar el Rechazo, y con la euforia que en los sectores más conservadores generaría ese resultado, rápidamente se licuará la voluntad de cambios que manifiestan, entrando a una dinámica de paralización y transacción, cuyos resultados están muy lejos de lo que quiere la gran mayoría de los ciudadanos e incluso los mismos senadores que ahora promueven esta reforma. Pero cuando ello ocurra, ya será demasiado tarde y de nada valdrán las excusas y arrepentimientos.

- Si la propuesta de la Convención gana el plebiscito, usted prevé una implementación "no sólo lenta, sino también extremadamente disputada". ¿Ve posible que no se abuse de los decretos presidenciales, pero que tampoco el Congreso lo haga respecto del retardo o el veto?

- No soy muy amigo de utilizar los decretos con fuerza ley, pues son un mecanismo muy excepcional y su uso recurrente vulnera la deliberación democrática que se debe dar en el Congreso. Pero es evidente que con el actual equilibrio político en el poder legislativo, un sector podría atrincherarse en la ralentización de las reformas, cuando no en su traba o paralización, vulnerando el propio mandato constitucional aprobado por una mayoría de los ciudadanos. Para resolver esta cuestión, me gusta el expediente utilizado para la discusión de la ley de presupuestos -es decir, un tiempo razonable para discutir, corregir y aprobar; después del cual, y en caso de no haber acuerdo, se sigue la propuesta del ejecutivo- ya que parece mejor armonizar todos los intereses en juego.

El gobierno en la encrucijada

- Ha dicho que el Rechazo "es a Gabriel Boric, lo equivalente al 18 de octubre para Sebastián Piñera". ¿Qué gravedad le ve a ese escenario? ¿El gobierno está preparado o debería prepararse para esa posibilidad cuando le faltan tres años y medio?

- Y me imagino que lo está haciendo. Una cosa es evitar públicamente este debate, y menos todavía reconocer que el Rechazo tiene hoy la primera opción, pero cosa muy diferente es no prever un escenario político probable, más todavía si pudiera tener efectos desastrosos para el gobierno. Los ministros y el Presidente han sido vacilantes en esta cuestión. De afirmar que la viabilidad de las reformas dependía del triunfo del Apruebo, han transitado a desdramatizar el resultado e intentar autonomizar de este a su programa de gobierno. Con todo, el Rechazo no sólo generaría una crisis política al interior de la coalición oficialista -entre los sectores más radicales y reformistas- sino también deja sin piso político al gobierno en su conjunto, con poca o nula capacidad de liderar lo que viene; trasladándose ese poder, tal como ocurrió con Sebastián Piñera, a otros ámbitos o esferas, sea en el Congreso o desbordando nuestra institucionalidad.

- ¿"El plebiscito no es ni debe ser un juicio al Gobierno", como dijo el Presidente?

- Ya es demasiado tarde para afirmarlo o intentar revertirlo.

- ¿Qué relevancia le concede a la propuesta "Casa de Todos" que los centros de estudios ligados a la centroderecha levantaron como propuesta alternativa al texto de la Convención, con la idea de que los cambios son posibles si triunfa el Rechazo?

- Conozco a muchos de esos investigadores, especialmente a los del IES, Idea País o el CEP. La mayoría me dan la confianza de ser políticamente sensatos, profesionalmente competentes y que los anima una genuina voluntad de construir un marco constitucional diferente al que tenemos. Sin embargo, tengo razonables dudas sobre su influencia, especialmente en lo que atañe a la derecha, que es el sector político al cual tradicionalmente se les asocia. Para decirlo de manera más personal, la misma ingenuidad que ellos me reprochan por suponer que es menos difícil "aprobar para reformar", pudiera afirmarse sobre la real capacidad que ellos tienen para primero convencer a sus huestes, y después articular "el rechazar para construir". Como sea, y cualquiera sea el resultado, habrá que hacer un gran esfuerzo para aunar voluntades entre los sectores que quieren una nueva Constitución, ya sea que voten Apruebo o Rechazo.

LA DEFINICIÓN DE RICARDO LAGOS

- ¿Qué le pareció la carta del expresidente Ricardo Lagos?

-Estoy de acuerdo con la afirmación de que no se logró un gran consenso y que, desde esa perspectiva, este proceso no cumplió su principal objetivo. De igual modo, comparto que cualquiera sea el resultado, continuará el debate y se requiere una reforma más profunda. Suscribo sólo parcialmente las críticas que el expresidente hace sobre la propuesta. Pero lo que no alcanzo a comprender, es que Ricardo Lagos desconozca el alcance y efecto de sus palabras, pues no estamos en presencia de un comentarista político, sino de alguien que todavía ejerce una influencia muy relevante en muchas personas. De esa forma, su pública neutralidad fue un golpe en la línea de flotación para el Apruebo y le allana el camino al Rechazo.

- Pero usted trabajó con Ricardo Lagos. ..

- (Guarda silencio y hace una pausa) No sólo trabajé con el expresidente. Mi familia de pertenencia es el Laguismo. Ahí me crié y fui formado políticamente. Entonces, a su pregunta, y como dijo Bachelet… "paso". No quiero decir algo de lo cual me arrepienta, menos todavía en momentos muy emocionales, donde se habla más desde el corazón que desde la cabeza.

- ¿Le sorprende lo de Landerretche, Velasco, Parada y Harboe? ¿Hubo algún tipo de coordinación con Lagos y otros personajes de la centro izquierda que están con el Rechazo?

- A lo primero, no me sorprende para nada. Sobre lo segundo, no me gustan las especulaciones, ni menos cuando ponen en duda la buena fe de las personas; algunas que conozco y aprecio. 2

El Rechazo no sólo generaría una crisis política al interior de la coalición oficialista, sino también deja sin piso político al gobierno en su conjunto, con poca o nula capacidad de liderar lo que viene; trasladándose ese poder a otros ámbitos o esferas, sea en el Congreso o desbordando nuestra institucionalidad".

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La indisoluble unión entre el destino del gobierno y del plebiscito de salida

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- Pepe Auth abrió sus proyecciones, donde dice que el Rechazo obtendrá 53,4% de los votos y el Apruebo 43,6%, imponiéndose este último en solo cinco regiones, entre ellas Valparaíso.

- Pepe se ha equivocado más de alguna vez y quizás pudiera hacerlo nuevamente. El anticipar los resultados supone el control de ciertas variables que siguen siendo una incógnita. Así, por ejemplo, no sabemos cuántas personas más votarán con la reposición del sufragio obligatorio, como tampoco podemos modelar su comportamiento, pues hace décadas se autoexcluyeron del proceso electoral. De igual modo, todas las encuestas siguen mostrando un altísimo nivel de indecisos, sumado a que la naturaleza de esta decisión dista mucho de las anteriores y más recientes elecciones. En definitiva, y teniendo ahora el Rechazo la primera opción, cautela para predecir el futuro con las categorías del pasado.

- ¿Cuál es su lectura sobre la evolución que ha tenido la baja en el apoyo al Apruebo, por una parte, y la caída en la aprobación al Presidente, por otra?

- Hace tiempo, e incluso antes de que asumiera este gobierno, ya alertábamos de la relación simbiótica entre el resultado del plebiscito y el desempeño del ejecutivo, y las razones son obvias. Primero, el compromiso del propio Presidente de la República, que se jugó su futuro político al firmar el acuerdo del 15 de noviembre. Segundo, porque el andamiaje político de esta administración está asentado sobre una promesa y expectativas de cambios estructurales que requieren de una nueva Constitución. Y, por último, porque los temas de seguridad -en su sentido amplio y estricto- como también la variable económica y social, se transformarían en la primera preocupación ciudadana y principal dolor de cabeza de la actual administración. Era así, es ahora y lo será mañana: el destino del gobierno y del plebiscito están indisolublemente unidos. 2