Dios salve al Rey LA TRIBUNA DEL LECTOR
POR RAFAEL TORRES ARREDONDO, GESTOR CULTURAL Y COORDINADOR MUNICIPAL DE LA VISITA DE S.M. EL ENTONCES PRÍNCIPE CARLOS Y SU ESPOSA CAMILA, DUQUESA DE CORNUALLES, A VALPARAÍSO EN 2009. GESTOR CULTURAL Y COORDINADOR MUNICIPAL DE LA VISITA DE S.M. EL ENTONCES PRÍNCIPE CARLOS Y SU ESPOSA CAMILA, DUQUESA DE CORNUALLES, A VALPARAÍSO EN 2009.
Un poco en broma, un poco serio, siempre he mantenido que los dos personajes más presentes en mi vida han sido el Viejo Pascuero y la Reina Isabel. Su imaginario ha cruzado toda mi existencia, uno de manera ficticia, pero siempre invocado, y luego la soberana británica, recientemente fallecida. Ella, que gobernó por 70 años, pasó por Valparaíso cuando yo tenía meses de nacido, así que no la conocí en ese momento, pero desde que tengo uso de razón estuvo en la retina su impecable imagen, con sus tradicionales atuendos, collares y carteras.
A propósito de ese decir popular que somos "los ingleses de Sudamérica", alguna vez de niño creí que ella era nuestra soberana, al final era imaginación, pero creo que en nuestro país no hay nadie que no la conozca ni la haya mencionado alguna vez.
Tras la muerte de un rey, viene el inmediato proceso de sucesión, que es en línea familiar, siendo el heredero el hijo o hija mayor, al menos así es para el Reino Unido, por lo cual la corona pasa a la cabeza del ahora Rey Carlos III. Sería al entonces futuro soberano al que me correspondiera conocer y organizarle una de las actividades que realizó en su viaje a nuestro país y puntualmente en su visita a Valparaíso, el 10 de marzo del año 2009. Para ese entonces, yo era el jefe de Relaciones Públicas y protocolo de la Municipalidad de Valparaíso, cuyo alcalde era Jorge Castro.
Fueron meses de conversaciones con el cónsul británico en Valparaíso, Iain Hardy, más tarde condecorado como MBE (Member of the British Empire) por sus distinguidos servicios a la corona. En esas reuniones se acordó que el Príncipe Carlos y su esposa Camilla, duquesa de Cornualles (recordemos que al casarse con Carlos dejó su anterior apellido Parker-Bowles), después de poner una ofrenda floral en el monumento a los Héroes de Iquique, visitarían el Arco Británico de la avenida Brasil y en el lugar saludarían a miembros de la comunidad británica residente, entre ellos un par de sobrevivientes de la Segunda Guerra Mundial, como también algunos condecorados por el Imperio. También estarían los Bomberos de la 11ª Compañía "George Garland", una delegación de alumnos de los colegios británicos de la zona, con el pabellón patrio, y un grupo de alumnos de la carrera de Restauración Patrimonial del Duoc UC de Valparaíso, quienes habían estado a cargo de un hermoseamiento del monumento, donado a la ciudad con motivo del centenario del país, coronado con el león, símbolo más tradicional del imperio del ahora Rey Carlos III.
Junto con ellos asistirían autoridades regionales y comunales, más algunos invitados, de lo que hoy se denomina la sociedad civil. Una de las más grandes impresiones que me llevé fue cuando a una semana de la actividad hicimos el ensayo general y estaban presentes dos agentes de Scotland Yard, miembros de la comitiva que llegaron como avanzada de la visita para supervisar todos los aspectos de seguridad. Hasta ese momento mi cercanía con ese cuerpo de seguridad era solo a través de las películas. Durante el ensayo vinieron las recomendaciones protocolares que nos daba la gente de la embajada, especialmente en lo relativo a la manera de tratar a las visitas ilustres y el vestuario que llevar. En primer lugar, no se podía saludar al príncipe antes que él lo hiciera, a ella se le debía dar la mano levemente, aunque algunas señoras británicas se inclinaron ante el actual monarca y los hombres bajaban la cabeza en señal de respeto. Lo más encarecido fue que no se usara saludo de beso en la mejilla, tan propio en nuestra cultura urbana. Eso se cumplió casi por todos los asistentes, salvo alguna entusiasta concejala de la época, que le plantó un beso en la mejilla a Carlos. Con Camilla fueron corteses, pero algo distantes, sobre todo las Diana lovers, pero la ahora reina consorte les dedicó a todos una sonrisa y recibió muy amablemente unas flores de manos de una joven alumna en práctica de Relaciones Públicas, que estaba muy nerviosa. Imborrable recuerdo del grito de un transeúnte que a viva voz gritó "¡Carlos, te queremos!", lo que de seguro el soberano no entendió y nadie le tradujo.
Sobre el vestuario, se recomendaba traje oscuro para los hombres, vestido para las mujeres. En ello no hubo muchas fallas, pero de los tradicionales sombreros ingleses solo un par vimos entre las señoras de la colectividad británica. En suma, la visita al Arco, si bien fue breve, fue emotiva, más para el cónsul que ese día cumplía años y el nuevo monarca en cuanto lo vio lo saludó, y también simbólica para la ciudad, con tan fuerte ligazón con la nación inglesa. Hoy podemos decir con orgullo que estuvimos con el nuevo monarca.
Dios salve al Rey.