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El castigo

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Quien debe liderar el diálogo hoy es el Presidente. Y si no logra convocar a todos los sectores en pos de un proyecto nuevo, el triunfo del Rechazo será a Boric lo que el terremoto de 2010 o el estallido social de 2019 fueron para Sebastián Piñera".

Su convencimiento de que el triunfo del Rechazo fue un castigo hacia el gobierno, pues "perdimos votos por los cambios de relato, por no cumplir los compromisos y por subordinar la política a la tecnocracia liberal", manifestó esta semana el alcalde de Recoleta y exprecandidato presidencial, Daniel Jadue.

En una porfía constante, el edil PC sigue mostrándose con un nivel de superioridad moral apabullante, obviando que fue el gran perdedor en las primarias de 2021 y que luego se ha convertido en una piedra en el zapato constante para Gabriel Boric. Además, transformándose en una especie de figura tragicómica, que encarna la postura de su partido, de instalarse con un pie en La Moneda y el otro supuestamente en la calle.

Pero al igual que el resto de todos nosotros, difícilmente Jadue puede saber a ciencia cierta cuáles fueron las razones -multifactoriales- por las que la ciudadanía rechazó la propuesta de nueva Constitución de manera muy masiva. Aquello tiene distintas lecturas, más allá de la mirada extremadamente trasnochada del edil, algunas de las cuales ya se han comenzado a analizar y otras que saldrán a la luz en el futuro.

Dentro de esas causas está, por cierto, el lenguaje. Porque precisamente el tipo de discurso en el que insiste el alcalde y que fue parte de la arenga del PC generó rechazo en parte de los votantes, mientras que para otros fueron palabras vacías con las que no se identificaban. La decisión continua de hablar con expresiones que a la ciudadanía no le hacen sentido, apelando a eslóganes propios de la guerra fría y conceptos como la "tecnocracia liberal", no convocó al votante, porque simplemente no tiene ninguna relación con la realidad que vive. Aquello determinó que el Apruebo terminara convertido, en la práctica, en un voto de nicho.

En contraposición, el Rechazo fue capaz -por distintas vías, algunas más éticas que otras- de unir a representantes de gran parte del panorama político, desde la derecha a ultranza republicana hasta parte de la DC y algunos incluso del PPD y del PS. Aquello, a partir también de la utilización de conceptos que sí le hacían sentido al ciudadano de a pie, hablándole de temas concretos, fueran ciertos o no tanto: pensiones, salud, educación, seguridad, propiedad privada y crisis económica, por nombrar algunos. Lo que en el día a día el chileno vive. No de tecnocracia, liberalismo, plurinacionalidad u opresión, conceptos que para la élite intelectual son cercanos, pero no fuera de sus muros. Es interesante, en este sentido, echarle una mirada al trabajo hecho por Ciper, en el que entrevistaron a 120 personas de 12 comunas populares de Santiago, preguntándoles por qué votaron en contra del proyecto. Y las razones se repiten: vivienda propia (sin garantías), salud (todos a Fonasa), falta de libertad en educación, etc. Aunque aquello no estuviera contenido en el proyecto, sí estaba en sus cabezas en la soledad de la urna de votación.

El pueblo, ese grupo inorgánico e impredecible, optó entonces por lo que le generaba mayor seguridad y lo que se le aparecía como más claro. Y aquello estaba contenido en un discurso concreto, cercano a sus problemas diarios y más asible incluso que la propuesta de Constitución propiamente tal, a la que pocos accedieron en profundidad en un país con poca cultura lectora y escasa capacidad comprensiva.

Ahora será la clase política la que deberá ponerse de acuerdo nuevamente respecto de cómo sigue este proceso. Y, si algo aprendieron de lo sucedido, rápidamente debieran concretar puentes que permitan mostrarle a la ciudadanía unidad y claridad. Eso también corre para la derecha, pues si repite la fórmula de pasar la aplanadora, corre el riesgo de conseguir el mismo resultado.

Quien debe liderar el diálogo hoy es el Presidente. Y si no logra convocar a todos los sectores en pos de un proyecto nuevo, el triunfo del Rechazo será a Boric lo que el terremoto de 2010 o el estallido social de 2019 fueron para Sebastián Piñera. Todos escenarios inesperados que cambiaron la brújula y le consumieron por completo el periodo presidencial. Sus programas de gobierno, en tanto, terminaron envueltos en papel craft y probablemente guardados en su caja de recuerdos.

Hoy el Mandatario deberá mostrar que es el "jefazo", manteniendo un espíritu dialogante y moderado, aun cuando Jadue insista en las críticas y el PC constantemente lo torpedee. Porque en su caso, está en una encrucijada: o pasará a la historia como el presidente que derrotó a la Constitución de Pinochet, o lo hará como el que quedó prisionero de un eterno proceso constituyente. 2

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"Leer al pueblo"

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Lo ocurrido este domingo es un baño de humildad que nos impulsa a ser más cautos a la hora de hacer análisis, en especial, menos soberbios a la hora de creer interpretar lo que quiere la mayoría o el pueblo".

Hasta el domingo pasado, no había escuchado ni visto ni leído a ningún político, analista o columnista que se haya acercado a los resultados electorales del plebiscito en el que un 62% de los chilenos votó Rechazo y un 38%, Apruebo. Aunque eran muy pocos los que daban como ganador al Apruebo, eran menos los que daban credibilidad a las encuestas que cifraban en un 60% el triunfo del Rechazo. Si a esto sumamos lo que aparecía en las redes sociales, en especial, luego del multitudinario cierre de campaña del Apruebo, la balanza parecía inclinarse a favor del nuevo texto constitucional.

La realidad ha demostrado que ninguno de nosotros tenía claro qué iba a suceder el 4 de septiembre. A pesar de esta incapacidad, desde la noche del domingo hasta ahora, vemos múltiples explicaciones de lo ocurrido y que van desde el amor a la bandera y desprecio por la plurinacionalidad, por el lado del Rechazo, hasta la victoria de las fake news e ignorancia de las personas por el bando del Apruebo. Como diría mi amigo Winston en las columnas de fútbol: "es fácil comentar con el diario del lunes". Sin embargo, en un acto de honestidad intelectual, si es que no acertamos en la proyección de lo que iba a ocurrir, difícilmente podríamos hacer un análisis certero de lo que sucedió sin tener todos los antecedentes a la mano.

Lo cierto es que la élite política e intelectual, aquella que publica artículos académicos, manda cartas y columnas a los diarios, ha demostrado lo lejos que estamos de comprender con claridad qué pasa por la cabeza -y el estómago- de la gran mayoría de los chilenos frente a cada una de estas elecciones.

El tema resulta tan interesante como frustrante porque, llevado al ámbito de la historia, nos obliga a cuestionarnos respecto a una serie de acontecimientos sobre los cuales dábamos por hecho un sentir popular, sin tener la evidencia científica que puede entregar una elección masiva como la de este domingo.

Pienso, por ejemplo, en los 212 años de la primera Junta de Gobierno que vamos a celebrar la próxima semana. Generalmente, los libros de historia lo asumen como un hecho necesario y obvio para gran parte de los chilenos en ese momento. Asimismo, a los alumnos les cuesta comprender que hubiera muchos que estuvieran cómodos con la existencia y dependencia de un monarca. Es más, a las actuales generaciones les resulta difícil entender que la muerte de un personaje como la reina Isabel II conmueva incluso a algunos chilenos. Sin embargo, es lógico que, así como existía un grupo, al inicio, de exaltados, que quería desligarse de Fernando VII, hubo muchos otros que se negaban al cambio y querían seguir cobijados bajo su corona. A esto debemos agregar a una inmensa mayoría que por su vida en el desierto, valle central o en el campo sureño no estaba al tanto de lo que sucedía o para quien todo esto no parecía tener relevancia.

Junto con el 18 de septiembre de 1810, hay una serie de hechos: la guerra del Pacífico, la guerra civil de 1891, la crisis del 29 o avanzando a uno de los momentos más polémicos de la historia, la Unidad Popular y el golpe militar del 11 de septiembre de 1973, que generan esta misma incertidumbre sobre su popularidad. Va a depender de los testimonios para encontrar diferentes visiones de lo que quería la mayoría: si estaban a favor de la guerra con Perú y Bolivia, si apoyaban a José Manuel Balmaceda, Salvador Allende o Augusto Pinochet.

El 4 de septiembre nos recuerda que las noticias y comentarios que circulan en los diarios, medios de comunicación y redes sociales es tan solo una parte y no, necesariamente, un reflejo de la realidad que viven todos los chilenos.

En definitiva, lo ocurrido este domingo es un baño de humildad que nos impulsa a ser más cautos a la hora de hacer análisis, en especial, menos soberbios a la hora de creer interpretar lo que quiere la mayoría o el pueblo, como se dice comúnmente. Solo de esta forma podremos enmendar el rumbo para futuras interpretaciones tanto del presente como del pasado. 2

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