LA TRIBUNA DEL LECTOR Agua, nieve y sal
POR PATRICIO WINCKLER GREZ ESCUELA DE INGENIERÍA CIVIL OCEÁNICA, UNIVERSIDAD DE VALPARAÍSO ASOCIACIÓN CHILENA DE INGENIERÍA DE PUERTOS Y COSTAS CIGIDEN ESCUELA DE INGENIERÍA CIVIL OCEÁNICA, UNIVERSIDAD DE VALPARAÍSO ASOCIACIÓN CHILENA DE INGENIERÍA DE PUERTOS Y COSTAS CIGIDEN
Despunta el sol en Arequipa. Estoy parado frente a una antigua fotografía del volcán Misti con nieve hasta sus faldeos y en el horizonte, tras la ciudad, veo el mismo coloso sin un vestigio de nieve. Le pregunto a un buen amigo climatólogo si los habitantes de Chile veían una cordillera más nevada antes de la llegada de los españoles y, en forma honrada, me dice que no es simple retroceder esas centurias para responder mi pregunta. Pienso, entonces, que en un parpadeo geológico pasamos de un mundo rural de primitivas emociones, a uno frenético donde los problemas son cada vez más complejos y, a veces, intratables. Esos cambios siderales los vivimos como nunca quienes transitamos del siglo XX al presente.
Tuve el privilegio de estudiar ingeniería civil en el cerro Placeres de los años noventa, siguiendo a profesores cuya sabiduría indiscutible para la época poco comulga con la lógica actual. En la hidráulica de aquellos tiempos, recuerdo, estudiábamos cómo diseñar las grandes presas para el almacenamiento de agua o para satisfacer el consumo energético de las conurbaciones nacientes. Jugábamos a diseñar plantas de tratamiento de aguas buscando dar una solución impecable y, "en la medida de lo posible", reducir el impacto ambiental. Lo que eufemísticamente denominábamos áreas afectadas por externalidades negativas, hoy se conocen como zonas de sacrificio. Las presas constituían una solución idónea al estar garantizada la nieve cordillerana y nuestra proeza consistía en optimizar una receta repetida muchas veces. Ralco fue la última gran presa de generación eléctrica construida con la lógica del siglo XX en nuestro país. El embalse Puclaro, por su parte, buscó garantizar la seguridad hídrica amenazada por una entonces incipiente escasez. Así lo vivimos en 1996 una veintena de compañeros cuando, bajo lo que hoy es un espejo de agua con niveles extraordinariamente bajos, visitamos las fundaciones de la presa que solucionaría los problemas de los regantes del Elqui.
La idea que el clima se repite (en términos estadísticos) subyacía al diseño de las obras hidráulicas. Hoy se sabe que en el futuro los glaciares dejarán de estar ahí, la precipitación campeará y la temperatura favorecerá la evapotranspiración de cultivos que trepan violentamente por las colinas del valle central. Ello plantea desafíos tecnológicos, como la reutilización de aguas residuales, la infiltración de las napas de agua o la desalación de agua de mar, que como ingenieros debemos sortear ante las demandas ambientales y sociales que no estaban en nuestros libros. El peso de los hechos nos obliga: hace ya años la minería dejó de mirar a la cordillera como fuente de agua y recurrió a ese mar olvidado por un país mediterráneo. De hecho, en Chile ya existen 24 plantas desaladoras y hay en evaluación 22 proyectos que se suman a las más de 18.000 unidades a nivel mundial declaradas por la International Desalination Association.
Hoy se piensa en la desalación para satisfacer la demanda de agua potable y riego en nuestra región. Los implacables hechos, no obstante, muestran que ciudades como Antofagasta, Tocopilla, Mejillones, Chañaral, Caldera y Copiapó ya se abastecen parcial o totalmente de agua de mar y poblados como Huara, La Tirana, Pozo Almonte y casi todo Arica se nutren de agua continental desalada. Y la reutilización de aguas servidas podría constituirse en opción si persuade a sus potenciales usuarios y acota los mayores costos de tratamiento. La presión por desalar, infiltrar o reutilizar agua nos obliga a definir estándares exigentes para reducir el impacto ecológico y evitar consecuencias, por ejemplo, como las que vivió una acuicultura reventada por sus propios excesos en los canales del sur. Mirando con nostalgia aquellos buenos años de juventud, pienso en que debemos dejar de lado el puritanismo técnico, pensar con nuevas coordenadas mentales y abrirnos a soluciones sustentables para garantizar un chorrito constante de agua en nuestros hogares.