La pelota no es la patria (nunca lo fue)
La normalización de un doble asesinato de barristas y de amenazas y atentados contra los dirigentes terminó por matar el fútbol. Al final del día, ese caldo de cultivo cocinado entre las corporaciones, el odio a las S.A., la nefasta administración de Pablo Milad en la ANFP y la validación de "Pancho Malo" terminó por matar el fútbol. Felicitaciones.
Los rayados con amenazas ("Van a morir") supuestamente firmados por la Garra Blanca durante la noche del jueves en la patrimonial Casa Ballivián, la clásica sede de Wanderers de calle Independencia, se entronca con la persecución por parte de barristas de Colo Colo y el posterior refugio de hinchas caturros en la misma sede solo un día antes. Todo esto, en el marco de la vendetta desatada tras el asesinato de dos forofos albos que celebraban la 33a estrella del equipo popular el pasado domingo por la noche en el Parque Italia. De acuerdo con las primeras indagaciones de la PDI, todo apuntaría a fanáticos del club de Playa Ancha, quienes según testigos incluso se habrían identificado al momento de cometer tal brutalidad.
Las primeras medidas tomadas fueron una denuncia al Ministerio Público, la instalación de cámaras de vigilancia en la citada sede, la suspensión de los partidos de las divisiones juveniles que ambos equipos debían coincidentemente disputar hoy en el Estadio Monumental de Macul y la reprogramación sin público del duelo entre Wanderers y Santa Cruz, el que se llevará a cabo el próximo miércoles en La Calera.
Resumiendo, el fútbol chileno se cae a pedazos. Sabido es que durante el estallido social del 18 de octubre de 2019, muchos barristas "trabajaban" provocando desmanes en la capital, siendo remunerados y trasladados en buses interregionales a ciudades como Valparaíso o Viña para generar el caos que beneficiaba directamente a los organizadores de tales jornadas.
Pero el punto es que esto debe terminar. No es posible aceptar que en el nombre de los colores, el aguante, la pasión y todas esas estupideces, los delincuentes se tomen los clubes, destruyan las ciudades, los estadios y maten gente sin que nadie haga nada. Hace un lustro vimos cómo un puñado de "wanderinos" saboteó la fiesta de cierre de la campaña a diputado del comunista Jorge Coulon, poco después fuimos testigos de cómo barristas caturros hicieron estallar un explosivo en la casa del expresidente del club, Rafael González Camus, y solo esta semana nos enteramos de que otro par de termocéfalos fueron incluidos en el código 102 y castigados por 2 y 4 años de ingreso al estadio por amenazar de muerte en Lo Barnechea al también director Gianni Rivera, el mismo cuyo muñeco colgaron desde la pasarela de la Universidad Santa María y al que hacen papilla en redes sociales día por medio.
Ese caldo de cultivo que son las corporaciones, claramente manejadas y digitadas por operadores políticos, el infantil odio a las Sociedades Anónimas, la nefasta administración de Pablo Milad a cargo de la ANFP y la validación política de sujetos como "Pancho Malo", terminó por matar el fútbol. Y para todos aquellos que siguen creyendo que la pelota es la patria, mejor dedíquense a juntar laminitas del álbum Mundial de Qatar. Pueden intercambiarlas entre ustedes afuera de la tienda Panini del Paseo Victoria. Un Neymar Jr. equivale a unas nueve figuritas. Por favor, eso sí, no vayan armados.