El delicado arte de pasarse de listos
Enmarcar 150 fotos puede que no sea algo muy grave. Pero "vendernos" que se trata de probidad y tradiciones es una falta de respeto.
Equivocada nostalgia es la que muchos, con el pretexto de que hoy las cosas se hacen mal, profesan por el ayer, cuando todo era quizás aún peor. Ejemplos al canto: criticar a la actual administración del Presidente Gabriel Boric por abecé motivos -y hasta deeefegé y cuántos más, que bien poco ha hecho- en ningún caso equivale a establecer que su antecesor, Sebastián Piñera, hizo un buen Gobierno. Quizás pocos se atrevan a decirlo en público, pero en esta Región no solo las clases populares, las elites y los uniformados lo piensan, sino que hasta sus excolaboradores dan cuenta de que la gestión fue más un club de amigos que una genuina preocupación por los problemas que excedían el primer peaje.
Así, podemos ver hoy a tres concejales (uno DC, más cuestionado que entrenador de la "U"; una segunda, UDI, arrastrada por Reginato en las municipales; y un tercero, hijo del exintendente y también UDI, quien accedió al Concejo solo por la inhabilitación para cargos públicos a la exalcaldesa, resuelta por el Tricel por notable abandono de deberes) en la puerta de Contraloría denunciando el "culto a la personalidad" y "egolatría" de la alcaldesa Macarena Ripamonti, al enmarcar con cargo municipal 150 retratos suyos de campaña.
La jefa comunal replica que ello es una "tradición" en Viña, que su antecesora también lo hacía y acompaña sus palabras con un cuadrito en marco azul de Reginato.
A ver. Una "tradición", como bien explica el rusófilo británico Orlando Figes es un acto habitual y de cierta data, no por ello enaltecedor. Así, narra el autor en su libro El Baile de Natasha, "una vez el poeta Derzhavin le envió un pastel enorme a la princesa Bebolshina. Cuando lo abrieron apareció un enano en el interior, que le entregó un pastel de trufas y un puñado de nomeolvides" (...) "En 1791, para celebrar la victoria contra los turcos, Catalina la Grande ordenó colocar dos montañas de comida en la plaza del Palacio, cada una coronada por fuentes de las que manaba vino. Cuando dio la señal desde el Palacio de Invierno, se permitió al pueblo lanzarse sobre aquella abundancia".
El problema acá en Viña no es el enano ni las montañas de comida para que el pueblo se sumerja en ellas, sino la increíble audacia de querer pasarnos gato por liebre cada media hora. ¿El concejal René Lues dando clases de probidad? ¿La alcaldesa, la que decidió cortar la gala festivalera por motivos políticos, defendiendo la supuesta tradición de Reginato de enmarcar sus fotos?
El trasfondo es más complejo aún. El espantoso elitismo de la UDI, la DC, el Frente Amplio y Revolución Democrática no dan el tono con las necesidades ciudadanas y quieren hacernos creer que criticar la mediocre gestión de una alcaldesa es defender la deplorable administración pasada o viceversa. Enmarcar retratos propios con platas municipales, más allá de lo que diga Contraloría, puede que no sea un delito mayúsculo ni una ofensa a la moral y las buenas costumbres. Tampoco lo es armar un escandalete por ello como lo hacen los viudos de la "Manam" (¿calificarán como "tradición" los rezos decúbito dorsal en el piso de la oficina de Reginato?). Pero por Dios que habla mal este episodio de todos ellos.
Por lo menos el poeta Derzhavin y Catalina la Grande tenían algo más de estilo.
No les pidamos buen gusto, que por acá tampoco nos sobra.