LA TRIBUNA DEL LECTOR Surrealismo chilensis
POR CHRISTIAN JANDER Y RAMIRO DÍAZ, GALERÍA TARQUINIA
André Breton, fundador del surrealismo, murió en París el 28 de septiembre de 1966. Braulio Arenas, uno de los fundadores del surrealismo en Chile, se encontraba de paso por París a fines de septiembre de ese año, razón por la cual decidió llamar por teléfono a su viuda, la chilena Elisa Bindhoff, para darle el pésame. Al llamarla y presentarse como el fundador del surrealismo en Chile, Elisa Bindhoff le dijo: "No hay surrealistas en Chile" y le colgó.
No obstante, para ese entonces, el grupo surrealista chileno, llamado La Mandrágora, había nacido hace 34 años en un patio del Liceo Abate Molina de Talca. Eran tres: Enrique Gómez-Correa, oriundo de esa ciudad, Braulio Arenas, de La Serena, y Teófilo Cid, de Concepción. El nombre "La Mandrágora" había sido propuesto por Gómez-Correa a Braulio Arenas inspirado en la lectura del texto Literatura Alemana de Enrique Heine. Arenas quería usar la palabra alemana alraun, y finalmente fue Vicente Huidobro quien dirimió la diferencia de opiniones. Posteriormente, La Mandrágora se traslada a Santiago siendo Arenas el primero en llegar a la capital a fines de 1933. Había ingresado a la Escuela de Derecho y Pedagogía y allí estuvo hasta que el profesor de Economía Política, Enrique Marshall, le preguntó por los fisiócratas, una escuela de pensamiento económico del siglo XVIII que afirmaba la existencia de una ley natural por la cual el buen funcionamiento del sistema económico estaría asegurado sin la intervención del Estado. Ahí Arenas se espantó y no regresó nunca más.
Teófilo Cid se encontraba en Concepción con la idea de estudiar Derecho y Pedagogía, mientras que en 1935 Gómez-Correa ingresaba a la Escuela de Derecho. Allí se encontraron todos y comenzaron a frecuentar a Vicente Huidobro a quien veían casi a diario y por muchos años. Allí todo el grupo se hizo afín a Huidobro y, en consecuencia, enemigos de Pablo Neruda.
Por esa época fue muy publicitado en la prensa el ataque de La Mandrágora a Neruda. Gómez-Correa ya había comparado en un poema a Neruda con la lepra porque consideraba que su poesía se caía a pedazos, como la carne de los leprosos. Por aquel entonces la prensa había anunciado que el 11 de julio de 1940 la juventud de Chile le rendiría un homenaje a Neruda en el Salón de Honor de la Universidad de Chile con ocasión de haber sido nombrado Cónsul General en México, razón por la cual los mandragóricos quisieron protestar. Para ellos, Neruda se encontraba moralmente descalificado mientras no rindiera cuenta de los fondos recolectados en ayuda de los niños españoles. Braulio Arenas avanzó hacia donde estaba Neruda manifestando dicha protesta públicamente arrancándole el discurso de sus manos y rompiéndolo en mil pedazos. Gómez-Correa recordaría más tarde que, mientras él trataba de facilitar la huida de Arenas en el salón de la Casa Central de la Universidad, había recibido la paliza más grande de su vida.
Es 1943. La Mandrágora hace otra presentación de sus trabajos en la galería del psiquiatra Enrique Rosenblatt, fiel aliado del grupo y quien comparte con ellos conceptos afines en materia intelectual y de vida. El futuro del surrealismo chileno está destinado a marcar la historia de la cultura y se robustece en 1948 con la exposición en Galería Dédalo. Impresiona leer la lista de los artistas participantes, nombres universales: Wifredo Lam, René Magritte, Toyen, Leonora Carrington, André Masson, Roberto Matta, Arshile Gorky, Salvador Dalí, Hans Arp, Víctor Brauner, Jacques Hérold, Óscar Domínguez, Madelaine Novarina, André Breton, Yves Tanguy y vuelven a repetir Arenas y Cáceres. Un acontecimiento que trae a Santiago lo mejor de la modernidad (herencia baudeleriana). Es la primera exhibición donde se congrega a surrealistas de diversos países y su magnitud supera a las actividades del Grupo Montparnasse, que también habían realizado una muestra internacional en 1925.
Las vanguardias europeas habían llegado a Hispanoamérica a través de unos cuantos visionarios que las habían asimilado en Francia y España. En este último país fue la llamada Generación del 27, la que se identificó con las teorías literarias modernas. La influencia del surrealismo, en particular, alcanza resultados notables en la obra de Vicente Aleixandre, Rafael Alberti y Federico García Lorca. Aunque el poemario Sobre los Angeles, de Alberti, ha sido clasificado por algunos críticos como la cumbre del surrealismo español, es la obra de Federico García Lorca, Poeta en Nueva York, y sobre todo el Llanto por Ignacio Sánchez Mejía -su opus magnum- la que logra una mayor trascendencia. El surrealismo hizo así su entrada en el mundo de habla española por la puerta grande.
En Hispanoamérica, son quizás el peruano César Vallejo y Pablo Neruda los autores de una obra surrealista de mayor difusión y reconocimiento. Aunque ambos no se autodefinieron como tales Vallejo asimila la sensibilidad surrealista en Trilce, volumen de poesía de radicales innovaciones en la sintaxis, en tanto que Neruda con su hermosa revista Caballo verde para la poesía se acerca a esta corriente defendiendo la rehumanización de la poesía y del compromiso con el tiempo histórico. El origen del surrealismo nerudiano está conectado a una fuente más estrictamente individual y, en consecuencia, subjetiva que en el caso francés.
No obstante fue la aparición de Nadja, la obra más difundida de Breton publicada en 1928, la que conmovió de manera profunda a los poetas de avanzada. En el Parque Forestal, el mismo en el cual Elisa Bindhoff daba sus solitarios paseos, solía leerse en voz alta el revolucionario texto de Breton. Braulio Arenas, Enrique Gómez-Correa, Teófilo Cid (y en 1936 la incorporación de Jorge Cáceres, un joven poeta que moriría tempranamente a la edad de 26 años a quienes todos le auguraban un excelente porvenir en la poesía), pasaron a convertirse en la vanguardia del movimiento surrealista en Chile. Ellos organizaron actos públicos y emitieron manifiestos y pancartas a pesar de que su contacto directo con los surrealistas franceses fue prácticamente nulo. Sin embargo, debe destacarse la importante contribución de Braulio Arenas a la difusión del movimiento liderado por Breton. Al cumplirse en el año 1974 cincuenta años de la publicación del Primer Manifiesto del Surrealismo, Arenas publicó Actas Surrealistas, una antología que incluye obras de autores franceses y chilenos. También publicó una excelente versión de Nadja en español, volumen que con un prefacio y abundantes notas del mismo Arenas fue publicado por la Editorial Universitaria.
Es así que el surrealismo como movimiento artístico y literario que intenta sobrepasar lo real impulsando lo irracional y onírico mediante la expresión automática del pensamiento o del subconsciente, tuvo en Chile una correspondencia con un grupo de artistas que supieron expresar el núcleo más profundo de este movimiento con sus numerosos textos, sus acciones y sus propios sueños convertidos en nuevas acciones, que si hubiesen podido trascender las fronteras habrían llegado a Elisa Bindhoff, quien entonces habría recibido a Arenas como el gran surrealista que, al final del día, siempre fue.