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El gran

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El problema está en que quienes han formado parte de la élite en todo este tiempo, ahora también con la nueva generación tampoco han logrado arribar a un acuerdo que permita saber cómo continuar con el proceso (constitucional). Uno al que la ciudadanía -al menos según las encuestas- todavía le tiene fe y ganas".


(des) acuerdo

Tres años se cumplieron esta semana desde aquel 15 de noviembre de 2019, en el que casi todas las fuerzas políticas -obviando al PC y otros movimientos- llegaron a un acuerdo político para iniciar el trabajo que permitiera dejar atrás la Constitución de Pinochet y darle paso a un texto que representara a todas y todos, supuestamente en unidad. Esa fue, además, la forma institucional de salir del zapato chino en el que se encontraba Sebastián Piñera y su gobierno, a partir del estallido social.

Son más de mil días en los que ha pasado mucho por este país. Y a la vez muy poco. Se vino una pandemia que nos encerró durante un buen tiempo; se eligió por amplia mayoría la alternativa de que una convención completamente definida por sufragio popular se abocara a trabajar la nueva Carta Fundamental; se nominó a esas 155 personas; entremedio cambiamos de Presidente, parlamentarios, alcaldes y una larga lista de autoridades. Entramos en crisis económica y, paradojalmente si se considera el 80% de respaldo en el primer plebiscito, se rechazó por un amplio porcentaje la propuesta de Constitución elaborada por los constituyentes.

Como dije más arriba, en estas 26 mil horas que llevamos conversando del tema han sucedido demasiadas cosas. Y, a la vez, no ha pasado nada: seguimos discutiendo exactamente lo mismo, como en un continuo déjà vu, en el que solo cambian los actores.

Porque hace tres años la exConcertación -hoy transformada en Socialismo Democrático y sin la DC- era la peor cara de esos 30 años que habían gatillado las protestas. Hoy se han convertido en el puntal del gobierno de Gabriel Boric, el mismo que criticaba hasta los suspiros de Patricio Aylwin, Ricardo Lagos y Eduardo Frei, pero que -hay que reconocerlo- se atrevió a suscribir el "Pacto por la paz y la nueva Constitución", pese al rechazo de gran parte del Frente Amplio.

Ahora, tras la tremenda derrota del Apruebo en el plebiscito del 4 de septiembre, las fuerzas políticas "tradicionales" -de casi todo el espectro meridianamente razonable que hay en el Parlamento- se sentaron a hacerse cargo de este proceso al que en un comienzo no solo no fueron convidados, sino que derechamente fueron rechazados. Y el FA junto al PC tuvieron que ser capaces de estar en la misma mesa con esas tres décadas que hace poco -y todavía algunos- denigraban.

El problema está en que quienes han formado parte de la élite en todo este tiempo, ahora también con la nueva generación tampoco han logrado arribar a un acuerdo que permita saber cómo continuar con el proceso. Uno al que la ciudadanía -al menos según las encuestas- todavía le tiene fe y ganas. De hecho, en la última Cadem, un 64% de los consultados se manifiesta de acuerdo con que Chile necesita una nueva Constitución. Y respecto de la fórmula, un porcentaje similar asegura que debe realizarla una convención mixta, es decir, con personas electas y otras designadas.

Ahora, los propios encuestados tampoco están de acuerdo con la forma de llegar a aquello. De hecho, empatan quienes quieren un texto totalmente nuevo con los que prefieren reformar el actual. Y también están parejos los que repetirían el plebiscito de entrada, con los que creen que se debe respetar el resultado de 2020. 2

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Volando

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Pareciera que la culpa es del profesor por no haber respaldado la información. Con mucha autoridad, lo acusan de "Pajarón", le advierten de que no hay que poner todos los huevos en la misma canasta, que lo pillaron volando bajo".


bajo

CCorría el año 1999 y estaba en la etapa final de mi tesis de licenciatura en Historia. Con este propósito, acudía de forma regular al archivo del Museo de Historia Marítima -en esa época Naval, donde me recibía siempre, de manera muy amable, Raimundo Silva.

Todos mis apuntes y fotocopias iban siendo archivados en una carpeta de color azul. Se trataba de una carpeta real, tridimensional, de esas de tapa dura con un archivador metálico, en la que se acumulaba todo mi trabajo.

Si el destino quiso que el museo quedase muy cerca del estadio Elías Figueroa Brander -en esa época estadio de Playa Ancha- era porque los astros me llamaban a aprovechar el viaje y que fuera a ver el entrenamiento de Santiago Wanderers cuando cerraba el museo.

En la catedral del fútbol, uno se conecta con el espíritu y se olvida de las cosas materiales. Así lo pude comprobar en el momento cuando me subí a la micro y me di cuenta - a la altura de la avenida España- de que no llevaba mi carpeta. Tuve que bajarme raudo y partir de vuelta con la angustia del adicto -en este caso a Wanderers- que se percata de que su vicio ya empieza a afectar su vida laboral o estudiantil.

Por suerte, a ninguno de los escasos hinchas que, igual que yo, estaban capeando el día viendo un entrenamiento de Wanderers, les interesaban mis apuntes sobre el francés Eugene Chouteau -el tema de mi investigación-, ni las fotocopias de los primeros números de la Revista de Marina. Gracias a esto, la carpeta azul estaba en el mismo lugar donde la había abandonado, esperando, cual capullo, convertirse en tesis.

La historia habría sido muy distinta dos décadas después. La carpeta habría sido virtual y estado contenido en el archivo de un computador. No es que dude de la honradez de mis correligionarios wanderinos, pero de seguro, si se me hubiese quedado el computador, en vez de la carpeta, habría perdido todo, incluido el respeto de familiares, compañeros y amigos.

Pienso en esta anécdota que tuvo un final feliz a propósito del ornitólogo británico Peter Harrison quien, durante su visita a Cochoa, luego de haber arribado a Valparaíso en un crucero, fue víctima de un robo en el que perdió todo el material que había recolectado después de cinco años de estudio.

Uno revisa estas noticias en la red social del pajarito y, vaya paradoja, pareciera que la culpa es del profesor por no haber respaldado la información. Con mucha autoridad, lo acusan de "Pajarón", le advierten de que no hay que poner todos los huevos en la misma canasta, que lo pillaron volando bajo y le exigen a un adulto mayor que se sepa manejar con Dropbox, Google Drive o Onedrive. Lo que es equivalente a pedirle a los mismos genios que le recriminan que envíen un telex, un fax o una carta por correo tradicional con estampillas.

Obviando esta mala onda, hay que conceder que el robo a turistas no es patrimonio de los chilenos ni tampoco de la región de Valparaíso. Es una práctica tan antigua como la prostitución y ocurre en todo el mundo, desde hace siglos. Siempre han existido los pillos que se aprovechan del despiste y deslumbre que provocan los lugares novedosos para los visitantes. Si ocurre en Roma, Barcelona y París por qué no va a pasar en Viña del Mar.

Esto no nos exculpa. Por el contrario, nos obliga a advertir a los turistas que no pueden confiar en nadie -incluido el chofer que los traslada-, a tener cuidado con las cosas y estar atentos a cualquier movimiento sospechoso. Asimismo, surge la necesidad de instruir a las policías para que den un trato especial a las víctimas. De hecho, una de las cosas que causó desolación en Mr. Harrison fue la actitud displicente de los Carabineros.

Finalmente, a diferencia de la recuperación de mi carpeta, la historia de Mr. Harrison no ha tenido un final feliz. Es una lástima que el recuerdo que tendrá el destacado investigador será el de una fauna extraordinaria en la que conviven, su especialidad, las aves marinas con otras muy distintas, aves de rapiña y carroñeros que abundan en las calles y redes sociales. 2

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