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En la medida de lo posible

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No es la primera vez que el Presidente se acerca a esa Concertación a la que criticó ácidamente durante años. Al estar sentado en esos históricos sillones de Palacio, se ha ido dando cuenta de que para gobernar se necesitan algunos conceptos claves: diálogo, negociación, liderazgo y experiencia política".

Uno de los conceptos que más se saca a colación al recordar al expresidente Patricio Aylwin es aquello que pronunció a propósito de la búsqueda de verdad y justicia en casos de derechos humanos, cuando afirmó que esta última debía ser "en la medida de lo posible".

Escucharlo hoy, 30 años después, es bastante distinto a hacerlo en plena transición a la democracia, con Augusto Pinochet a la cabeza del Ejército y recordándole al país cada vez que podía, que todavía tenía una alta dosis de poder y que los militares no se habían retirado a sus cuarteles del todo.

Pero durante el estallido social aquella frase pasó a ser también símbolo de esas tres décadas que las nuevas generaciones denostaban, precisamente por no habérsela jugado, tanto por los derechos humanos como por la igualdad y la justicia social.

A pesar de aquello, esta semana vimos cómo el Presidente Gabriel Boric no solo inauguró una estatua fuera de La Moneda en honor al exmandatario democratacristiano, sino que además lo instaló como un ejemplo a seguir. Así, llamó a los partidos a salir de las trincheras y aseguró que "tenemos por delante la tarea común, como la tuvo en su momento con otros desafíos el Presidente Aylwin, de construir un Chile donde quepan todas y todos".

Además, alentó la negociación entre las fuerzas políticas para aprobar los proyectos relevantes, como la reforma tributaria y previsional: "Eso requiere la valentía de dialogar con quienes piensan distinto a uno, tejer acuerdos, restablecer las confianzas", dijo.

¿En qué se diferencia aquello con la "cocina" que tanto le gustó criticar al actual presidente, al Frente Amplio y al PC? ¿Y en qué momento Aylwin dejó de ser quien "apoyó y legitimó el golpe de Estado de 1973", como lo dijo Boric en un debate cuando era diputado?

Es más, cuando falleció el expresidente, el entonces parlamentario fue durísimo en una columna publicada en The Clinic, el 21 de abril de 2016, en la que dijo literalmente que "la elite concertacionista de principios de los '90s creyó que era más importante ponerse de acuerdo con la derecha, militares y empresarios, que llevar adelante el programa que ellos mismos habían comprometido. Optaron entonces por construir una política de los acuerdos que terminó por legitimar, en la práctica, el modelo que la dictadura había impuesto".

Hoy Boric llama a generar una política bastante similar y afirma que, si a él y los líderes de su conglomerado se les recuerda como hoy se rememora a Aylwin y otros próceres DC, entonces habrán hecho la pega bien. Con aquello, no solo instala una vara demasiado alta y difícil de empatar, sino que abre un nuevo flanco con el FA y el PC, que miran con recelo los cambios del mandatario, precisamente en una época en que ese tipo de giros se critica con fuerza y donde las redes sociales inmortalizan cualquier frase o hecho público, haciendo imposible la reinvención.

Pero esta no es la primera vez que el Presidente Gabriel Boric se acerca a esa Concertación a la que criticó ácidamente durante años. Porque al estar sentado en esos históricos sillones de Palacio, de a poco se ha ido dando cuenta de que para gobernar se necesitan algunos conceptos claves que su generación aún no domina: diálogo, negociación, liderazgo y experiencia política.

Ninguno de aquellos puede ser encarnado -todavía- por los jóvenes creadores del Frente Amplio, sobre todo en cuanto a la experiencia, la que requiere algo de edad, mundo, historias que reflexionar y de las cuales sacar aprendizajes. Como, por ejemplo, la noción de que se logra mucho más abriendo puertas que cerrándolas, es decir, negociando. Y que para liderar no basta tener buenas ideas, sino también un equipo que convoque a otros y pueda ejecutarlas.

Por eso mismo, el gobierno ha ido instalando a exconcertacionistas en lugares clave, los que le han entregado una buena dosis de bagaje político. Así, se llegaron Carolina Tohá, Ana Lya Uriarte e incluso Carlos Montes, todos parte de aquellos 30 años en los que Giorgio Jackson aseguró no se había hecho nada. Como si lo que no se hizo, no hubiera tenido un trasfondo histórico, económico y político, sino que simplemente la falta de voluntad hubiera sido transversal durante tres décadas.

De a poco, Boric se da cuenta que necesita ese diálogo, esa comunión con quienes piensan distinto a él, para poder gobernar a "todas y todos", como parte de una necesaria madurez para ejercer el poder. Y aunque su conglomerado lo critique y el PC entre en pánico, lo cierto es que la única forma de avanzar sin quemar todo a su paso es hacerlo "en la medida de lo posible". 2

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Enanos en hombros de gigantes

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Si "los Cariola, Jackson, Vallejo y Boric" tuvieron éxito en demonizar los 30 años y a la generación que se hizo cargo de esos cambios, fue porque hubo una contraparte que prefirió callar antes que salir a defender lo que de suyo le correspondía".

La imagen del presidente Gabriel Boric, diminuto, de espaldas, haciendo frente a la recién inaugurada estatua del expresidente Patricio Aylwin puede ser una de las más simbólicas de este último tiempo.

Después de haber cimentado gran parte de su capital político en la crítica hacia la generación que lideró Aylwin a inicios de los noventa, en esta oportunidad, Boric dio un giro a su discurso para reconocer una serie de méritos al expresidente.

Atrás quedaron las críticas que había hecho en una columna en The Clinic en la que se refería a Aylwin como un personaje contradictorio, que promovió el golpe de Estado, lo justificó sin ambages y que legitimó además el modelo neoliberal impuesto por la dictadura.

¿Es creíble la nueva postura de Boric? Puede que sí, puede que no. Lo relevante, a mi juicio, es que ha comprendido que ya no es un dirigente estudiantil ni un parlamentario o candidato a La Moneda ni un francotirador de Twitter. El presidente Boric es un jefe de Estado y debe estar a la altura de las circunstancias, reservando para su círculo íntimo sus opiniones particulares y manifestando hacia el resto del país, un mensaje que vaya en favor de la unidad y que trascienda en el tiempo.

Por lo demás, y citando el discurso del día miércoles, si "los Cariola, Jackson, Vallejo y Boric" tuvieron éxito en demonizar los 30 años y a la generación que se hizo cargo de esos cambios, no fue de forma completa por culpa de ellos.

Si ocurrió y tuvo eco, fue porque hubo una contraparte que, pensando en el cálculo político, prefirió callar antes que salir a defender lo que de suyo le correspondía. Quien mejor ha analizado este tema es, a mi juicio, Daniel Mansuy (porteño y wanderino).

En su libro "Nos fuimos quedando en silencio. La agonía de un Chile de la transición" (2016-2020), profundiza en este tema. "La Concertación -dice Mansuy- no tuvo el coraje suficiente para explicar públicamente sus decisiones".

Mientras el país crecía y disminuía la pobreza, el discurso mantuvo una excusa constante: las instituciones políticas bloquean aquello que quisiéramos hacer o la derecha cuenta con un poder de veto que impide la aplicación del programa. "Utilizando este tipo de argumentos, la coalición gobernante logró mantener a raya sus divisiones internas y acallar sus propios escrúpulos a la hora de administrar un modelo económico y político originado en dictadura", reflexionaba Mansuy en la primera edición del 2016.

Para el autor, las revueltas del 2011 produjeron un quiebre en la política: "Los líderes de la entonces oposición abjuraron, en un abrir y cerrar de ojos, de los veinte años de la Concertación: aquella coalición, que durante años se jactó de ser la más exitosa de nuestra historia, quedó súbitamente huérfana. Los adultos sintieron una repentina vergüenza de lo que habían hecho y, aprovechando que ya no eran gobierno, abrazaron el lirismo de la juventud, embarcándose en un laberinto sin salida".

Gracias a esto, el discurso de Boric y su generación encontró eco en una parte de la población que se convenció de que habían sido 30 años en los que habíamos estado dormidos, estancados y abusados. Fue ese el discurso que lo llevó líder estudiantil al lugar donde se encuentra ahora en La Moneda.

Finalmente, enfrentarse a la estatua de Aylwin es enfrentarse al pasado, empatizar con los conflictos que le tocó vivir al exmandatario, los principios que tuvo que transar y las personas que tuvo que soportar pensando en lo mejor para Chile. Asimismo, es enfrentarse al futuro, reflexionar respecto a cuál es el rol que quiere poseer en la Historia de Chile y para eso debe pensar como jefe de Estado y no como parte de una pandilla juvenil. 2

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