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POR SEGISMUNDO

RELOJ DE ARENA

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La caída de la designación como fiscal nacional de Marta Herrera no se debe tomar en La Moneda como un golpe machista. Es, simplemente, la política y, sabido es, la política es sin llorar.

Lógicamente, los sentimientos feministas que se anidan en Palacio a partir del Presidente Gabriel Boric, puede que se sientan afectados por al rechazo, más allá de los bamboleos de la política, y es explicable que así sea, pues se trata de una larga lucha no solo de ellas, sino que también, recientemente, de ellos, que ven en esa posición una buena y justa causa. Y muy rentable en el plano precisamente político. Una mujer como fiscal nacional habría sido un logro, además de político, simbólico para la causa feminista.

El tema del feminismo da la vuelta al mundo y se enfrenta con obstáculos dramáticos, como el caso de Irán o el más reciente de Afganistán, donde los talibanes prohibieron el ingreso de mujeres a las universidades. Antes habían vetado la educación para niñas mayores de 12 años.

Bueno, aquellos que abjuran de los 30 años y con gusto incinerarían nuestra historia deberían saber que los avances femeninos, feministas, en nuestro país se remontan al siglo antepasado. Al ritmo del tiempo y, de pronto, con manifestaciones sorprendentes.

Así, la mujer tiene pleno derecho a la educación en el siglo XIX, incluso llegando a la universidad. Claro está que mirada con desconfianza y quizás rociada con agua bendita por algunos sacerdotes en extremo conservadores. Pero, téngase presente, que curas hay para todos los gustos.

MUJERES y UNIVERSIDAD

Ahí tenemos en 1887 a doña Eloísa Díaz, la primera chilena que obtuvo el título de médico cirujano y, además, de farmacéutica. En Valparaíso, 1908, de 62 médicos, ejercían dos mujeres, Delfina Arellano y Eva Cossio. ¿Alguna calle porteña las recuerda?

Pero antes encontramos a la mujer chilena en muchas funciones con apoyo oficial. En 1888 se organiza una Escuela Profesional de Niñas donde se enseñaba comercio, moda, cartonaje, marroquinería, cocina y dibujo, entre otras materias. Algunas mujeres dejaban además las labores domésticas y entraban a trabajar en algo que era la modernidad misma, el transporte público. Oficiaban, desde 1853, como cobradoras de los tranvías, en esos años y hasta principios del siglo XX, arrastrados por caballos.

Pero algo más revolucionario aún. Operaban como telegrafistas, el más avanzado de los sistemas que permitían la comunicación en tiempo real. Explicable, por las delicadas manos femeninas y su capacidad auditiva que les daba ventaja para manejar los sensibles manipuladores que, mediante puntos y rayas, transmitían palabras a través de la distancia.

Pero, con desventajas y recelos, actuaban las damas en la educación, responsabilidad básica en la sociedad. Eran las preceptoras debidamente preparadas, pero mal pagadas, que ejercían en muchas escuelas del país.

Y fue en Valparaíso donde se da una pugna entre un ministro progresista y un intendente conservador. Había que designar director de una escuela pública en el barrio Almendral. No hay varones interesados. El sueldo es muy bajo, no es novedad, solo 30 pesos. El ministro, Abdón Cifuentes, conservador, pensó en una mujer que se sometería al bajo sueldo y a la regalía de una casa fiscal. Se opuso el entonces progresista intendente Francisco Echaurren, el de la plaza aquella. De él dependían las escuelas.

Un tema conyugal

El tema no era tanto la capacidad de la mujer, sino que la tentación… Insistió Cifuentes. De mala manera, aceptó el intendente, pero la nombrada debía ser fea justamente por las humanas tentaciones. Para los talibanes, con el famoso velo, eso no sería problema. Cifuentes, porfiado, encontró a una fea pero brillante profesora en una perdida escuela cerca de Petorca. Llegó a Valparaíso y el intendente echó pie atrás y la rechazó. Afirma que hay un error en el decreto. Cifuentes amenaza con renunciar y en medio del lío aparece un problema familiar. El Presidente de la República Federico Errázuriz era casado con Eulogia Echaurren, hermana del intente remiso.

Quizás qué lío conyugal hubo en La Moneda, pero el mandatario, a riesgo de perder un buen ministro, aceptó confirmar a la preceptora que asumió en marzo de 1873. Su gestión resultó exitosa, aumentando la matrícula del colegio de 30 a 200 alumnos. Echaurren, con modestia, reconoció por escrito a Cifuentes la calidad de la maestra nombrada directora de una escuela de hombres.

Abdón Cifuentes, católico, conservador, uno de los fundadores del diario La Unión de Valparaíso, da cuenta de este curioso episodio del avance femenino en Valparaíso en sus memorias políticas. Caballero, se reserva el nombre de la destacada profesora.

Se podría decir que, sin saberlo, este señor es un precursor del feminismo. Hasta se jugó su cargo de ministro por colocar en primera línea a una mujer. ¿Habrá hoy algún ministro(a) que se la juega así por poner a una mujer donde se merece?

Don Abdón seguro no había escuchado el término feminismo, pero como era un hombre culto, sin duda había leído algo sobre las sufragistas, esas mujeres que iniciaron en los Estados Unidos en 1848 un movimiento para dar a ellas derecho a voto. El movimiento prendió en Europa y se extendió en la Gran Bretaña de la Reina Victoria.

El voto femenino

En Chile se masticó el tema y alguien descubrió que en las leyes electorales no se prohibía votar a las mujeres. En consecuencia, podían hacerlo. Alambicada, la cosa no siguió adelante hasta 1917, en que jóvenes parlamentarios conservadores presentaron en la Cámara de Diputados un proyecto que daba a las mujeres derecho a voto.

Como tantos proyectos, ayer y hoy, se lo llevó el viento y quedó en nada. Turbulencias varias, desde la elección de Arturo Alessandri Palma hasta la dictadura de Ibáñez de 1927 a 1931, pasando por una república socialista, ahogaron la iniciativa hasta que en 1934, segundo gobierno de Alessandri, se promulgó una ley que daba derecho a elegir y ser elegidas a las mujeres en las votaciones municipales. Fueron ellas a las urnas del domingo 7 de abril de 1935. Como candidatas a regidoras o alcaldesas se arriesgaron 98 damas. 25 ganaron, entre ellas en Viña del Mar doña Romelia Tellería de Badilla, nominada regidora.

Era un pasito, corto ante las exigencias y la posición que la mujer había logrado en la sociedad como profesionales, empresarias o en general intelectuales. Un solo nombre, Gabriela Mistral.

Pero más allá de cualquiera legislación avanzada, hay que reconocer que de muchas maneras las mujeres siempre han sido un poder fáctico.

Así llegamos al sábado 8 de enero 1949, en que el Presidente de la República Gabriel González Videla, radical, en una ceremonia en el Teatro Municipal de Santiago, promulga la ley que da a la mujer plenos derechos electorales. A la presión política se había sumado la siempre poderosa presión conyugal, como lo reconoció la legendaria luchadora sufragista, no se hablaba de feminismo, Amanda Labarca:

- "Gracias a todos y a todas, y muy en especial al actual Presidente de la República y a su gentil compañera, señora Rosa Marckmann de González Videla, a quien los dioses han señalado con superlativos dones: la alianza de la gracia al talento; la hermosura a la discreción; la suavidad a la firmeza de hondas convicciones".

La historia pasa, algunos intentan borrarla y comenzar con la famosa hoja en blanco. Pero ahí están los hechos y sus protagonistas.

Ahora navegamos entre las complicadas presiones de la paridad y los riesgos que advierte Carlos Peña cuando afirma que el tema feminista se ha transformado "en casi algo de buen gusto".


De sufragistas a feministas