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LA TRIBUNA DEL LECTOR Valparaíso: lo mejor es enemigo de lo bueno

GONZALO IBÁÑEZ SANTA MARÍA ABOGADO ABOGADO
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En esta escueta frase puede resumirse la historia de Valparaíso en, al menos, los últimos 50 años, sobre todo desde que fue reconocido como Patrimonio de la Humanidad. Desde entonces, se ha ensayado dar solución a los múltiples problemas que lo aquejan con el resultado de que ninguna de las propuestas ha sido considerada aceptable, por no ser "la mejor".

Comencemos con que Valparaíso es, originalmente, un puerto. Los que habitamos esta costa nos hacemos apuestas en cada amanecer: ¿cuántos barcos esperan turno fondeados en la bahía para ser atendidos? Desde hace veinte años Valparaíso clama por una extensión de sus sitios portuarios para mantener su competitividad como terminal marítimo. Propuestas ha habido muchas, pero todas ellas han sido rajadas una detrás de las otras, porque construirlas rompería el "equilibrio del anfiteatro" o porque empañaría la vista desde los cerros o porque aumentaría el tráfico de camiones, etc. No ha habido caso: es imposible encontrar una solución que deje contentos a los "puristas" patrimonialistas del Puerto. Tal vez, si se construye un nuevo molo de abrigo en Barón o en la playa San Mateo, pero en esos casos estamos hablando de cifras siderales que ningún concesionario va a querer invertir. Las tendría que poner a fondo perdido el Estado chileno. Y aun así, nadie asegura que no habrá críticas.

En el sector de muelle Barón, las más de 10 hectáreas mejor ubicadas de la ciudad están completamente abandonadas desde hace veinte años, porque sería una herejía destinarlas a la construcción de un centro comercial rodeado de un parque. Es lo que más gente atraería a la ciudad, pero ¿cómo ahí va a haber un centro comercial? Nuevamente, el carácter patrimonial de la ciudad sufriría una afrenta insoportable. ¿Qué hacer entonces? Un parque, dice el actual alcalde, para que el comercio callejero pueda instalarse cómodamente, tal como ahora ocupa el resto de la ciudad.

Los barrios más tradicionales como el Barrio Puerto o El Almendral van quedando deshabitados, porque sus viviendas no pueden renovarse. Pero, ¿cómo tocar el origen de la ciudad? Entretanto, un incendio detrás de otro van dando cuenta de esos sectores. Y, si a alguien se le ocurre presentar un proyecto de renovación como el que se propuso para ocupar en el Barrio O'Higgins espacios ahora convertidos en eriazos, como fueron los del Jardín Pümpin o del Estadio de la Chiletabacos, ¿cómo puede creer que se lo van a aceptar si lo que corresponde es oponerse sin vacilación a la voracidad de las inmobiliarias?

En el Cerro Concepción, aledaño al Paso Atkinson, el lugar tal vez más emblemático de Valparaíso, hay desde hace 55 años un sitio eriazo originalmente destinado a servir de plaza a ese paseo, pero que no se ha podido habilitar porque no ha sido posible dar con un diseño que satisfaga las innumerables exigencias que se le hacen. Hasta corrió el riesgo de ser entregado a una Universidad local que quería ocuparlo enteramente para sus dependencias y así transformar ese Paseo en un pasadizo. Entretanto, convertido en el basurero público del lugar, en especial el 31 de diciembre de cada año.

Hoy, la atención converge hacia el proyecto de tren que ha presentado el gobierno para unir Santiago y Valparaíso. Durante décadas se ha desarrollado en el imaginario colectivo la idea de un "tren rápido" que cubra la distancia en 45 minutos, pero nunca se ha reparado en las exigencias que la naturaleza impone para llevar esa idea a la realidad. Desde luego, una pista tan plana como una mesa de billar, lo cual exige hacer varios túneles lo que, en definitiva, implica una inversión altísima, tanto en la respectiva construcción como en la expropiación de los terrenos por donde pase la línea, sin ninguna posibilidad de recuperarla a través del cobro de boletos. Es decir, ese proyecto supone un regalo muy cuantioso de parte de todo el país a Valparaíso. Impresentable.

El actual gobierno no es precisamente el de mis amores, pero debo reconocer que en este punto, en vez de sumarse a los delirios ideológicos, ha presentado un proyecto de renovar la actual línea férrea para retornarla al uso y así permitir que el trayecto se haga a una velocidad competitiva con la de los buses que circulan tanto por el Troncal Sur como por la Ruta 68. Y ello, sobre la base de un proyecto económicamente posible. ¿Qué sólo va a llegar hasta El Salto? Pero, resulta que ahí conectará con la actual vía hasta Valparaíso, subterránea durante todo el trayecto por Viña del Mar. Es cierto que este proyecto deja algunas preguntas en el aire. Sobre todo la de qué se va a hacer para transportar la carga portuaria por ese tren y así aliviar la Ruta 68 de los camiones que la atiborran.

Mi sugerencia es que nos concentremos en esas preguntas y así hagamos posible este proyecto hasta el punto de verlo construido pronto.

Es por lo demás lo que espera la población de nuestra ciudad. Muchos han debido abandonarla, porque en ella no aprecian ninguna posibilidad, no digamos de progresar, sino modestamente de encontrar trabajo, estando todos los proyectos que crearían esa posibilidad entrampados en esta sucesión sin fin de discusiones. Que, de una vez por todas, dejemos de lado esta pésima costumbre de buscar lo mejor imposible y nos concentremos en sacar adelante lo bueno posible. Ciertamente en Valparaíso ya los pobres no pueden esperar más.