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LA TRIBUNA DEL LECTOR

POR RAFAEL TORRES ARREDONDO, GESTOR CULTURAL POR RAFAEL TORRES ARREDONDO, GESTOR CULTURAL
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La verdadera libertad

Hace unos meses atrás, el destacado dramaturgo español Juan Mayorga, al recibir el premio Princesa de Asturias de las Letras, en su discurso de aceptación del galardón -una verdadera pieza magistral de oratoria- señaló una maravillosa anécdota sobre una de sus hijas, la pequeña Raquel, quien un día les preguntó a sus otros hermanos que estaban haciendo un dibujo, ¿qué hacen? Ellos le respondieron: las letras. Raquel, que en ese entonces no sabía leer, pero sí entendía que las palabras se forman con letras, les respondió ¿y son tan pocas?, incrédula de que un puñado de signos, solo 28 para ser exactos, fueran la puerta al infinito del idioma español. La incredulidad de Raquel sin duda la hemos compartido todos alguna vez, puntualmente cuando aprendemos a leer y descubrimos que el universo del idioma es infinito. Que el idioma nos permite ser libres, felices, enamorarnos, también sufrir, padecer... es tanto lo que podemos hacer con la unión de las letras, por pocas que a veces nos puedan parecer.

En lo personal, recuerdo mi aventura del aprendizaje de las letras y la lectura, promovido principalmente por mi madre, asidua lectora, quien siempre creyó, que la verdadera libertad se alcanzaba al saber leer. Mi primera lectura fue Hombrecitos, de Louisa May Alcott, autora estadounidense, reconocida por sus obras para niños. Desde ahí en más, la lectura ha sido mi puerta a mundos desconocidos y fascinantes. Me ha permitido viajar sin siquiera salir de mi pieza; me ha permitido conocer el pensamiento y la obra de grandes próceres de la historia universal y nacional. Sumergirme en guerras, pasiones, historias grandes y cotidianas, siempre con la posibilidad de aprender y mejorar. La lectura nunca nos deja indiferentes, siempre nos aporta, siempre nos dará una visión y una oportunidad de comprender de mejor manera algo, o incluso de reforzar nuestro propio pensamiento.

Ahora que se inicia el año escolar, creo más oportuno que nunca poner el tema de la lectura, como una cuestión vital, ética incluso. Estamos en un momento en que los jóvenes principalmente usan símbolos y no las letras, oyen muchas cosas, pero leen muy pocas. No se puede permitir que la tasa de lectura de los estudiantes siga siendo cada vez más baja. Que los educandos no sean capaces de reconocer a Unamuno, Cervantes o Quevedo, entre muchos grandes. Que no conozcan la obra de la Mistral, de María Luisa Bombal o Carlos León, entre las muchas excelsas plumas nacionales. Deben entender que no habrá un futuro esplendoroso si se abandona la lectura y las letras como herramientas preciadas de la verdadera libertad.

Me resulta triste pensar que no puedan maravillarse con algún poema de Sor Juana Inés de la Cruz, o de Machado. Que no logren estremecerse con la poesía de Huidobro o de Gonzalo Rojas. Tenemos una escudería extraordinaria de nombres de grandes escritores, hombres y mujeres de todas partes del continente hispanoamericano que nos permiten maravillarnos con la palabra como herramienta de múltiples usos. Espero que las nuevas generaciones tengan la misma oportunidad que yo, de regocijarse con la palabra y la lectura. Es un placer inconmensurable y de una dimensión difícil de vislumbrar.

Hace pocos días también, la Biblioteca Pública Número 1 Santiago Severin de Valparaíso cumplió 150 años de existencia. Se trata de una de las más antiguas de nuestro país, de las más importantes y significativas y sin duda el mayor patrimonio bibliotecario de nuestra región. En los capiteles del frontis de su maravilloso edificio, donado por el filántropo que le da el nombre, aparecen destacados los grandes de la literatura universal, como una invitación abierta a venir a conocerlos, a descubrirlos. La biblioteca hoy es un recinto vivo, dinámico, consciente de los tiempos que se viven, del apuro del tráfico diario, pero con el reposo de un lugar donde habitan autores y sus obras. Felicidades a la Severin por este nuevo y gran aniversario, que no solo los engalana a ellos, sino que a toda una comunidad orgullosa de su biblioteca.

Espero finalmente, que este nuevo año escolar que se inicia, encuentre en la lectura y la palabra, como dos verdaderos dones, una posibilidad de construir un mundo más equitativo, más justo, menos desigual, y en ello la posibilidad de leer constituye un gran elemento diferenciador. Espero que al igual que la pequeña Raquel, todos nos sorprendamos que, con tan pocas letras, se pueda decir y hacer tanto.