Secciones

Veinte años no es nada

E-mail Compartir

Las redes sociales han transformado la manera como nos vinculamos. Whatsapp ha ido desplazando progresivamente al teléfono.

Un comentario en Twitter puede ser suficiente para acabar con la carrera de una persona o impedirle llegar a un cargo público".

Haciendo hora en la fila del banco, di en el teléfono con un video que me recordaba que el 2003, hace 20 años, se había estrenado la canción "Tu Fotografía" del colombiano Juanes y la canadiense Nelly Furtado. Nunca fue una gran canción, pero como dice el tango de Carlos Gardel, "Veinte años no es nada", me transportó en el tiempo a aquellos años en los que no todos teníamos celular y estos aparatos estaban muy lejos de llevar imágenes (lo más moderno era el juego de la culebra).

De hecho, la canción de Juanes y Furtado recrea esos tiempos. Se trata de una pareja que por viajes no se puede ver, le cuesta comunicarse y, por esto mismo, no halla otro consuelo que revisar sus fotografías: "Cada vez que te busco, te vas/ Y cada vez que te llamo, no estás (…) Y en la distancia te puedo ver / cuando tus ojos me siento a ver", dice la canción.

A un adolescente, este tema puede resultarle tan malo como anacrónico. Para uno, por el contrario, es familiar. Es más, me atrevería a apostar que la mayoría de los lectores aún lleva consigo, en su billetera o cartera, fotografías impresas de padres, hijos o nietos. Yo, de hecho, tengo una de mi esposa, de mis hijos y hasta una del Milo, un perro Boxer que me acompañó en mi juventud durante diez años (esa foto vale mucho, debe ser de la única vez que lo pillé quieto).

La verdad es que más allá del apego emocional o de la pena que da deshacerse de una fotografía, esto tiene que ver con la resistencia al cambio. En gran medida, porque en 20 años la forma de relacionarnos ha evolucionado de manera vertiginosa. Alguno podrá alegar que, en cierta forma, siempre ha sido así, pero la diferencia está en que la creación de conocimiento ha adquirido una velocidad insospechada y eso ha transformado los modos de relacionarnos.

No es que antes no hubiera cambios. Es más, si tomamos como ejemplo el tango de Gardel en el que hace alusión a que veinte años no es nada, podríamos confrontarlo diciendo que entre 1915 y 1935, el año en que se estrenó la película que hizo famosa esta canción, también pasaron muchas cosas, desde la creación de los primeros tanques en 1916, el congelador en 1925, la penicilina en 1928 y el radar en 1935, por nombrar solo algunos.

Sin embargo, no se compara a los cambios de estas dos últimas décadas. No solo por los inventos, sino por la forma como estos han ido modificando nuestros hábitos. Desde el zoom que nos permite trabajar desde la casa, hasta los smartphones que nos mantienen encadenados al correo de la oficina sin importar donde estemos.

Asimismo, las redes sociales han transformado la manera como nos vinculamos. Ya mencionado el ejemplo de lo obsoleto de la canción de Juanes y Furtado, Whatsapp ha ido desplazando progresivamente al teléfono, hasta ser un medio más común y cómodo de comunicación que nos ahorra, por ejemplo, las insufribles llamadas de cumpleaños que había que hacer obligados por el protocolo.

Lo vemos también en la política. Un comentario en Twitter puede ser suficiente para acabar con la carrera de una persona o impedirle llegar a un cargo público. Así dicen que le habría sucedido la semana pasada a Marta Mauras. Un antiguo posteo suyo sobre "Fronteras abiertas" habría sido una de las razones para que no llegara a Cancillería, cuando estaba a solo pasos de La Moneda.

En la vereda contraria, los políticos aprovechan las redes sociales para llegar a la masa. Gabriel Boric, por ejemplo, en Tik Tok, tiene 638 mil seguidores, el más popular del gobierno, seguido por Camila Vallejo que tiene 73 mil. A ninguno de los dos pareciera importarle que en Estados Unidos y Reino Unido se prohibió el uso de esta red social por parte de los funcionarios públicos, ante las sospechas de que el gobierno chino, a través de esta aplicación, pueda acceder a información sensible. En Chile, eso no parece ser problema, es más importante ser popular y aumentar la fama.

Después de esta larga reflexión, me toca el turno de llegar a la caja en el banco y no puedo dejar de pensar en qué nos depara el futuro. ¿Qué será de nosotros en 20 años? ¿Qué será de este diario? ¿Quién sabe? "Tengo miedo del encuentro / Con el pasado que vuelve / A enfrentarse con mi vida". 2

"

¿Jaguares de la pobreza?

E-mail Compartir

La cantidad de familias que viven en campamentos en Chile aumentó casi en un 40% respecto del catastro anterior, realizado entre 2021 y 2022. Hoy, más de cien mil hogares están instalados en sitios no aptos ni dignos para la vida humana. Algo así como cinco estadios Sausalito llenos".

Hace casi tres décadas los chilenos comenzamos a creernos el cuento de una supuesta superioridad económica, política y social -e incluso moral- frente a los países vecinos. El "jaguar de Latinoamérica" se convirtió en un dicho que se repetía continuamente y ni siquiera nos daba vergüenza.

Pero los propios hechos y el devenir de los procesos histórico-políticos fueron desmintiendo rápidamente aquello. El estallido social, precisamente, fue una muestra de que este rápido y exitoso animal en realidad era más pantalla que fondo. Ni corríamos tan velozmente, ni éramos tan triunfantes como pensábamos.

Sin embargo, el estallido pasó y muy pronto -ayudados por la pandemia- volvimos a esa "normalidad" de creernos lo que no somos. Incluso, éramos los que mejor manejábamos el Covid-19, un ejemplo para el mundo entero.

En estos días, hemos tenido un recordatorio de nuestra fragilidad y de la máscara que nos hace llevar a los turistas al Costanera Center o al denominado "Sanhattan", pero tapándoles los ojos en el camino, para que no vean otras cosas que nos puedan delatar. Como si pudiéramos esconder realidades de una magnitud tan grande, que duele.

Así sucede con el dramático e histórico aumento de personas viviendo en campamentos en el país, especialmente en nuestra región y en el norte. Y que nos recordó, esta semana, la ONG Techo, a partir de la publicación de un nuevo catastro de las personas instaladas en asentamientos precarios en Chile. Rápidamente, volvimos a poner los pies, literalmente, en la tierra. Al menos algunos.

Los números son fríos, pero impactantes. La cantidad de familias en esta situación aumentó casi en un 40% respecto del catastro anterior, realizado entre 2021 y 2022. Hoy, más de cien mil hogares están instalados en sitios no aptos ni dignos para la vida humana. Algo así como cinco estadios Sausalito llenos.

Valparaíso sigue siendo la región con más familias viviendo en esta precariedad (cerca de siete mil), lo que no debiera sorprender a nadie, pues basta con mirar a cualquier lado del Troncal Sur o subir por Santos Ossa para darse cuenta que la realidad que ya existía hace algunos años, hoy es mucho más compleja. No se trata solo de pobreza dura, sino de personas que necesitan una vivienda y no la consiguen ni por parte del Estado ni por el lado de los privados, preocupados siempre de poder sacar más y utilizar la "viveza" por sobre la solidaridad. Simplemente, a los habitantes del país no les alcanza.

Estos datos tampoco son tan nuevos. Ya el año pasado el Ministerio de Vivienda y Urbanismo había lanzado un catastro que debiera haber levantado las alertas. Sobre todo en nuestra región, que lideró nuevamente la medición. De acuerdo al estudio, hay en Chile más de mil campamentos y 355 son nuevos. El 75% de estos hogares están entre Valparaíso, la capital y Tarapacá. Y no solo eso. Somos la zona donde más han surgido nuevos asentamientos, sobre 70.

Respecto de la composición de estos lugares, según el gobierno, una de cada tres personas viviendo allí son migrantes, datos muy similares al estudio de Techo y que se complementan con otro trabajo lanzado en 2022, del Laboratorio de Encuestas y Análisis Social de la Universidad Adolfo Ibáñez, en el que se caracterizó a la población extranjera que ha llegado a Chile, en distintos ámbitos. Uno de ellos, fue la calidad de la vivienda a la que accedieron aquí versus la que tenían en sus lugares de origen. Sorprendentemente, más de un 50% aseguró estar "mejor" o "mucho mejor" en Chile, lo que más bien habla de la precariedad que vivían previamente.

Aquello no puede hacernos obviar una realidad que se esconde en las carreteras y sectores alejados, pero que existe, sigue creciendo y afecta a los más vulnerables en la sociedad. No solo respecto de su nivel de ingresos, sino también al enfocarse en la cantidad de niños, niñas y adolescentes viviendo allí. En nuestra región, son casi 25 mil menores de 14 años en esta situación. Nuevamente, un estadio Sausalito más que lleno y una población en plena formación, donde las consecuencias de esta precariedad pueden afectarla sicológica e incluso físicamente de por vida.

Entonces, entre lo desalmados que nos hemos convertido los chilenos a la hora de arrendar, sumado a la poca capacidad del Estado de hacerse cargo de este tema, las posibilidades de mejora son pocas. Esta pobreza dura que antes denunciaba la fallecida dirigenta del campamento Manuel Bustos, María Medina, hoy nos golpea en la cara y nos demuestra que, en realidad, el disfraz de jaguares nos quedó demasiado grande. 2

"