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LA TRIBUNA DEL LECTOR

POR ANDREA HERMANS, CONSERVADORA-RESTAURADORA-MUSEÓLOGA
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Andando en bici

No soy ciclista, apenas puedo decir que uso las dos ruedas para desplazarme de un lado a otro cuando la infraestructura lo permite. Digamos que pedaleo lo suficiente como para poder sentir en carne propia cómo es exponer la piel a la indolencia e ignorancia del prójimo, tanto automovilistas como peatones.

Me decidí a escribir estas palabras para compartir con quien quiera saber, los incidentes que me toca experimentar por tener el atrevimiento de hacer uso de la calzada, porque, como pregona la Masa Crítica, "no obstruimos el tránsito, somos tránsito". Quisiera aclarar que no tengo un afán autorreferente, simplemente deseo contar lo que me toca vivir a diario, porque estoy segura que muchos de los que optaron por la cleta se sentirán identificados.

Intento usar las pocas rutas habilitadas en la ciudad, en caso de transitar entre Viña del Mar y Valparaíso, jamás osaría andar por la Av. España, muero de pánico que una micro me pase por encima, opto por la vereda a pesar de la infinidad de "eventos" y otras singularidades que acompañan la totalidad del camino. Caleta Portales es complejo, ya que hay muchísimos puestos de dudosa regularidad instalados sobre la ciclobanda, en Barón se debe soportar el penetrante hedor a orines acumulados de tiempos pretéritos y esquivar los postes estratégicamente ubicados por Altamirano, dentro de otros.

En Viña del Mar, privilegio el bandejón central del par Viana-Álvarez, que evidentemente fue diseñado atendiendo a las necesidades de los vehículos motorizados, porque peatones y rodados debemos hacer slalom todo el trayecto para compartir las mezquinas bajadas esquineras, cuando las hay. Al tener luz verde se hace difícil circular porque los automóviles obstruyen el espacio al parar más allá de la línea de detención; y mención especial amerita el grueso "rollo" de asfalto fundido y solidificado que se ha formado entre el declive y la calzada.

Cuando pedaleo me convenzo que las vías para ciclos no las diseñan personas que usen las patinetas, patines, monopatines y/o cletas para trasladarse. Si fuese así, las rutas serían funcionales y se conectarían unas con otras. Por ejemplo, para moverse desde Agua Santa a 15 Norte se debería tomar el bandejón Viana-Álvarez, luego Ecuador, seguir por la vereda sur de 1 Norte, compartida con los peatones y, de manera bastante irregular, cruzar la calle para tomar la ciclobanda de 1 Poniente, que obliga a parar en casi cada esquina y además está obstruida por automovilistas inescrupulosos. ¿Y de retorno? Supongamos que es fácil tomar la ciclobanda de 1 Oriente, deteniéndose en cada esquina otra vez y también obstaculizada por vehículos. Al llegar a 1 Norte, uno queda en el desamparo… ¿Cómo continuar? La calle es suicida y la vereda es terreno de los peatones.

Aprovecho la oportunidad de compartir con los automovilistas sólo dos datitos importantes a considerar: la distancia mínima para sobrepasar a un ciclista es de 1,5 metros o, en referencia a Vitruvio, más o menos la distancia de los brazos abiertos en T. No es una medida tan exótica como para no poder calcularla. Los signos Pare o Seda el Paso en una intersección son válidos para todos, es decir, las bicicletas tenemos preferencia cuando la señalética así lo indica.

Los contratiempos estructurales dificultan escoger la bici por sobre los automóviles, nuestras ciudades se siguen expandiendo de manera azarosa, inorgánica y sin considerarnos. Sería espectacular que las ciclorrutas conectaran puntos de confluencia, como colegios, institutos y universidades, porque los rodados no son sólo deporte o entretención, son un medio de transporte. Una enorme cantidad de personas se desplaza apenas de 5 a 7 km entre su casa y el lugar de destino. Pedalear esa distancia no da ni para transpirar.

A pesar de las adversidades aquí enumeradas, invito, sobre todo a los choferes solitarios, a probar cambiarse de las 4 a las 2 ruedas, les prometo que se sentirán mejor y, cuando vuelvan a manejar, serán mejores automovilistas.