Secciones

  • Portada
  • Actualidad
  • Opinión
  • Actualidad general
  • Deportes
  • Clasificados
  • Servicios
  • Espectáculos

El diario La Unión, una

E-mail Compartir

Aunque nació para competir con El Mercurio de Valparaíso, podía coexistir con el decano de la prensa chilena. Ambos lograban compartir un pedazo de la gran torta publicitaria de empresas que estaban interesadas en promocionar sus productos".


ventana a los siglos XIX y XX

La Pontificia Universidad Católica de Valparaíso ha dado una excelente noticia a la región al poner en su página web, a disposición del público general, La Unión de Valparaíso, una de las tantas joyas que resguarda su excelente colección bibliográfica.

El diario La Unión, fundado en 1885, apareció como una alternativa a los lectores del puerto, que llevaban décadas acostumbrados a tener El Mercurio de Valparaíso como principal referente. En ningún caso, el único.

Desde la llegada de la imprenta, los pasquines, periódicos y diarios brotaban como callampas con el sueño de perdurar en el tiempo. Por dar algunos ejemplos, solo en el mismo año que surgió La Unión, se publicaron El Polo de Cauquenes, El San Lunes de Santiago, El Desierto de Chañaral, La Independencia de Coquimbo, La Palanca de La Unión, El Cachapoal de Peumo, El Times y el Taller Ilustrado de Santiago, El Elquino de Vicuña, El Colono del Angol, El Limachino de Limache, por nombrar solo algunos.

También en 1885, nacieron en Valparaíso la Revista de Marina, El Nacional y La Minería (ambos de corta vida). Junto a ellos, apareció El Murciélago, un "periódico teatral" que, entre sus páginas, tenía un recuadro de "Recomendaciones útiles" en las que aseguraban que el uso de la mostaza aumentaba la memoria y que "la mujer que habla mucho trabaja poco".

En este contexto, apareció La Unión. Su gran promotor fue el sacerdote Juan Ignacio González Eyzaguirre, que convocó a un grupo de laicos para tener un diario regional que apoyara las ideas católicas y al Partido Conservador.

Eran otros tiempos para Valparaíso. Recién consolidado el triunfo de Chile en la guerra del Pacífico, existía una incesante actividad portuaria que se sumaba a una activa industria local y a los inmigrantes que habían decidido radicarse en el puerto.

Por esta razón, La Unión, aunque nació para competir con El Mercurio de Valparaíso, podía coexistir con el decano de la prensa chilena. Ambos lograban compartir un pedazo de la gran torta publicitaria de empresas que estaban interesadas en promocionar sus productos. Así queda en evidencia cuando uno revisa los primeros números de este diario.

En las primeras páginas de la Unión, se puede corroborar la actividad febril del puerto. Figuran los anuncios de los vapores que llegaban y salían de esta costa. A eso se sumaban los clásicos avisos económicos: Seguros contra incendios, fábrica de licores, té ("los legítimos y puros", como rezaba su anuncio); libros y poesías y avisos de alojamiento (Aquí destaca el anuncio de la apertura del Hotel Viña del Mar de Guillermo Lüttges).

El fuerte del nuevo diario, sin embargo, eran las noticias del puerto. Entre los rumores que circulaban, figuraba la visita del presidente Domingo Santa María a la hacienda de Benjamín Vicuña Mackenna ubicada en Colmo; se denunciaba la quema de basura a la orilla del camino del cerro Florida y se informaba la triste noticia de haberse encontrado en el mar el cadáver de un párvulo nacido antes de tiempo.

Consecuente con su línea editorial, otras informaciones tenían relación con las actividades de algunos presbíteros y del Club Conservador, además de otras notas relacionadas con leyes y decretos.

Aunque El Mercurio de Valparaíso durante la primera mitad del siglo XIX dio cabida a noticias relacionadas con el mundo obrero y los gremios, fue La Unión el que se consolidó como un diario más popular. Por esta razón, 36 años después de su fundación, surgiría La Estrella de Valparaíso a disputarle un espacio de este público lector.

El 11 de septiembre de 1973 marcó el final abrupto de La Unión. Pese a que las razones fueron políticas, la decadencia económica del puerto haría insostenible la existencia de nuevos periódicos. A fines de los noventa, lo intentó El Expreso, sin mayor suerte. Habían desaparecido los grandes auspiciadores y mermado de manera drástica los lectores.

En buena hora, la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso sigue la línea de otras universidades que estamos digitalizando los archivos para que todos puedan acceder de forma democrática al conocimiento. La Unión y sus primeros números son una ventana que nos permite asomarnos a un Valparaíso que cada vez nos resulta más lejano. 2

"

Mala persona

E-mail Compartir

La humanidad de la diputada y su respeto a la dignidad quedan en entredicho, pero surgen también otras preguntas. ¿Cuáles son los límites para la libertad de expresión y también para el fuero parlamentario? ¿Se puede imputar cualquier cosa, ser cruel, negacionista frente al dolor de otros y otras?".

"No he sido ninguna descarada, no he matado a nadie, no he incendiado ninguna iglesia, simplemente tengo una vocación de servicio distinta". Con esas palabras se defendió la diputada María Luisa Cordero, luego de las críticas que recibió, por sus dichos en contra de la senadora Fabiola Campillai.

La diputada aseguró que su colega parlamentaria veía por un ojo, por lo que no era completamente ciega. Que ella la había visto utilizando el celular y votando en la Cámara. Afirmaciones difíciles de entender viniendo de alguien que estudió medicina y que tiene probablemente una inteligencia -académica, al menos- relevante.

Por el contrario, los dichos de la psiquiatra muestran un importante nivel de ignorancia, que no debiera tener una diputada. Primero, porque la situación de Campillai -agredida por un carabinero, hoy condenado a 12 años de presidio- fue ampliamente documentada por los medios y la justicia: no solo perdió la vista completamente, sino además el gusto y el olfato. Pero además, alguien de su bancada (RN) debiera explicarle a Cordero que los celulares hace mucho tiempo cuentan con múltiples alternativas de accesibilidad, precisamente para quienes tienen capacidades distintas.

Como no le fue suficiente decir esas barbaridades en el Congreso, mientras la entrevistaban posteriormente en TV, se enfrentó con la periodista Montserrat Álvarez y relativizó la gravedad de la condición de la senadora Campillai: "Ella trabaja, camina, participa", dijo. Nuevamente, ojalá alguien asesore a Cordero. Hace mucho que las personas con capacidades diferentes pueden llevar una vida plena. No son inválidas ni enfermas.

Luego, para rematarla, terminó diciendo que la senadora "tiene una secuela de un accidente". Tan "accidental" como alguien que mata a otro por conducir borracho o por querer asaltarlo. ¿Los tribunales que condenaron al carabinero que la agredió son entonces parte de este "tongo" para Cordero?

La humanidad de la diputada y su respeto a la dignidad quedan en entredicho, pero surgen también otras preguntas. ¿Cuáles son los límites para la libertad de expresión y también para el fuero parlamentario? ¿Se puede imputar cualquier cosa, ser cruel, negacionista frente al dolor de otros y otras?

Cordero se ampara en su profesión, pero se ha dedicado los últimos 20 años a construir una carrera mediática -lo que le permitió llegar a un escaño en el Congreso- a través de polémicas basadas en destruir la imagen y denostar a otros: le dijo "indio horroroso" a Alexis Sánchez; trató de "penca y engreído" a Arturo Vidal, y aseguró que la pareja del artista Tea-Time, víctima de violencia de género, tenía "un trastorno límite de la personalidad con rasgos de sadomasoquismo". Luego, remató con que otras mujeres violentadas le decían que el sexo era mucho mejor luego de una agresión.

Cordero es una persona descriteriada, ofensiva, que juega al borde de la injuria y que llegó a la política precisamente por esa fama lograda a costa de hacerle bullying a los demás. Nuestra democracia a veces está algo enferma. Y cae aún más bajo cuando aparecen este tipo de espectáculos gratuitamente, como si la política fuera un show de circo. Finalmente, esto solo ahonda la crisis que ya vive el Congreso, instalado en los últimos lugares de la credibilidad ciudadana, en cualquier encuesta que se quiera revisar.

Cuando recién se cumplía un año desde la terrible situación que vivió Fabiola Campillai, la entrevistamos -junto a mi colega y amiga Fabiana Rodríguez-Pastene- en el Programa Región F. Nos conmovimos con su historia de superación, de una persona a la que le había cambiado la vida de un día para otro, en un momento complejo de nuestra historia en la que, entre otras cosas, nos olvidamos que somos todos seres humanos. Ella salía adelante, con la ayuda de su marido, operación tras operación, viviendo en esa nueva realidad oscura. Dos años después, se ganó un puesto en el Senado como independiente. Desde la testera, en general, ha tenido una actitud humilde, sencilla y colaborativa, sin grandes aspavientos.

En cambio, los pergaminos de Cordero han mostrado falta de criterio, muy poca humildad y respeto por la dignidad de otros y otras. Cómo olvidar cuando dijo que el voto de su asesora del hogar -"la Bertita"- valía diez veces menos que el de ella, por no haber estudiado. Y cuando fue descubierta vendiendo licencias falsas, lo que le valió la expulsión del Colegio Médico.

"Las malas personas no pueden ser buenos periodistas", decía uno de los maestros de las comunicaciones, Ryszard Kapuscinski. Yo agregaría que tampoco pueden ser buenos políticos ni políticas. 2

"