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LA PELOTA NO SE MANCHA

POR WINSTON POR WINSTON
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El lunes pasado, de seguro inspirado por mi elogiosa columna, a Alexis Sánchez le alcanzaron 45 minutos del segundo tiempo para dar vuelta un partido que parecía condenar a Eduardo Berizzo a hacer sus maletas y regresar a Argentina.

Sin embargo, que los regates del Niño Maravilla no nublen la vista y no nos dejen de ver el bosque. Esta es una selección sin un estilo definido de juego, desordenada en la defensa y en el medio campo y con jugadores, como Diego Rubio, que hacen dudar del criterio del exayudante de Marcelo Bielsa a lo hora de elegir a sus jugadores.

Dos días después de ver a la Roja de todos, tuve la oportunidad de escuchar una charla organizada por el Instituto del Deporte de la Universidad Andrés Bello, en el que expusieron Pablo Lemoine y Sergio Vigil.

Aunque para la mayoría de los chilenos sus nombres resulten desconocidos, el primero es uruguayo, exjugador y entrenador de rugby; el segundo es argentino, exjugador y entrenador de hockey. Ambos son los responsables de dos de los logros más importante de este último tiempo: por primera vez en nuestra historia, Chile clasificó a los mundiales de estas disciplinas.

La pregunta fundamental es cómo lo hicieron. De qué manera un país como Chile, en el que ambos deportes son semi amateur, sin los recursos del resto de los competidores, sin la atención y financiamiento que recibe el fútbol, consiguió competir e instalarse al más alto nivel.

La respuesta de Pablo Lemoine, el uruguayo que hace un par de años se hizo cargo de los Cóndores, iba por el lado de la paciencia. Su selección estuvo un año y medio sin poder ganar un partido. No obstante, y pese a los malos resultados, hubo otros logros: se unieron como equipo y se fue estrechando una brecha que existía al inicio entre la comunidad y los jugadores. Solo después de eso, llegaron los resultados, clasificación incluida.

El caso de Sergio Vigil es un poco distinto. Cachito Vigil, como es mayormente conocido, se hizo famoso por haber llevado a la gloria al seleccionado de hockey femenino de Argentina. Las Leonas fueron campeonas del mundo y obtuvieron dos medallas olímpicas.

¿Por qué decidió venirse a Chile? Un país sin los talentos técnicos, físicos o individuales que hay en Argentina. El análisis de Vigil fue descarnado: "En Chile no podía encontrar ni un 5% de lo que encontraba en Argentina. Solo había dos o tres jugadoras que tenían esas condiciones. Pero aquí encontré otro talento: el espíritu. La capacidad para competir en equipo. Muchas de 'Las Diablas' no jugarían ni en primera en Argentina, pero cuando se ponen la camiseta de Chile, algo las transformaba". Eso fue lo que lo conquistó.

Lemoine aportó con un ejemplo parecido. Pese a ser uruguayo, reconocía que no le gustaba el fútbol, pero sí la selección del maestro Òscar Washington Tabárez.

Él y sus compatriotas sabían que, más allá del resultado, cada vez que los charrúas entraban a la cancha entregaban algo diferente. Algo similar hizo con "Los Cóndores", pudieron haber quedado fuera del mundial de rugby por minutos, aunque después de verlos, nadie podría haberles reprochado nada.

Finalizando la charla, Lemoine y Vigil coincidieron en que el gran enemigo del éxito es la conexión única con el resultado, siendo que hay que trabajar y disfrutar el proceso y, pase lo que pase, tener la convicción de que no hay que abandonar el camino.

No soy viudo de Bielsa, pero sí debo reconocer que cada vez que jugaba Chile bajo su dirección, uno sabía que, más allá de ganar o perder, íbamos a encontrar algo, un espíritu de lucha y ambición por ganar. Después de Bielsa, eso se mantuvo durante mucho tiempo bajo la generación dorada, pero ya se perdió.

Hay que comenzar de cero. Quizás puede ser con el mismo Berizzo u otro entrenador, pero debe ser dándoles la confianza de que no se evaluará el cargo por el resultado de su próximo partido, sino por el tamaño de sus sueños y capacidad para reconquistarnos.


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