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IDEAS & DEBATES El peso del alma

POR RAFAEL TORRES ARREDONDO, GESTOR CULTURAL
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Alejandro González Iñarritu es un destacado cineasta mexicano, que tiene a su haber varias producciones fílmicas que han sido muy bien recibidas tanto por la crítica especializada, como por el público que asiste a las salas de cine y hoy lo hace a través de variadas plataformas digitales. Entre ellas está la película 21 gramos, del año 2003, interpretada entre otros por los afamados actores Sean Penn, Benicio del Toro y Naomi Watts, que junto a un gran reparto dan vida a esta película que es una suerte de metáfora a la teoría del doctor Duncan MacDougall, quien, al comienzo del siglo pasado, realizó una serie de experimentos para probar la pérdida de peso provocada supuestamente por la partida del alma del cuerpo, en el momento de morir. El experimento consistía en pesar pacientes moribundos, intentando con ello demostrar que el alma es material y tangible, por lo cual también es mensurable. Si bien los intentos del médico no fueron concluyentes en la cifra, ésta quedó de alguna manera instalada en el imaginario, como el peso del alma humana, esa que tantas veces mencionamos a lo largo de nuestra vida y que siempre está en discusión si se tiene y cuanto se tiene.

En 21 gramos vemos una película que tiene varias líneas, pero cuyo eje central está en la muerte, en este caso encontrada en un accidente automovilístico. Podría ser en cualquier otra circunstancia, la muerte nos alcanza de la manera más inesperada, de eso hay cientos de testimonios, más allá de la película comentada. Por lo demás hay una frase del refranero popular que dice que "la realidad supera a la ficción".

En las últimas semanas el alma de nuestro país ha sido sacudida de una manera brutal. Hemos sido dolientes testigos de la muerte de tres funcionarios de Carabineros de Chile, en acto de servicio. Han encontrado la muerte haciendo fiel cumplimiento de su juramento institucional, de ofrendar la vida si fuera necesario. Lamentablemente lo fue: entregaron su vida. No sé ni creo que haya sido necesario, más bien siento que ha sido lamentable, doloroso, sufriente y evitable. Nos encontramos en medio de una crisis de violencia e inseguridad, de un tipo del cual no teníamos referencia propia. Nos lleva a recordar las escenas de otros lugares, otros países, esas que siempre sentimos o queremos sentir lejanas, imposibles de permear nuestra nación. Aquí estamos, intentando consolar a las familias de estos hombres y mujeres, a los cuales se les arrebató la vida en el cumplimiento de su deber. Aquí estamos siendo testigos de como la violencia arrasa con el alma de Chile.

El Presidente de la República convocó hace unos pocos días atrás a un pacto transversal por la seguridad nacional, ante los hechos descritos. Desde mi ideario de la buena fe, anhelo firmemente que ese acuerdo tenga el respaldo de la sociedad chilena en su conjunto. Que seamos capaces de decir fuerte y claro: no a la violencia, que nadie se sienta excluido de participar de ese necesario encuentro. Que podamos buscar caminos de entendimiento, que podamos poner a Chile primero, pero de verdad, con ganas, con fuerza. No podemos ser testigos silentes del derrumbe de nuestra convivencia y seguridad. No es justo que niños, niñas, mujeres, hombres, jóvenes y adultos, vivamos atemorizados, insegurizados, violentados en nuestro básico pero elemental derecho a vivir en paz, es irrenunciable.

"La violencia nada bueno engendra", dice un refrán popular, de ello estoy convencido y no por idea propia solamente, han sido muchos y latos los ejemplos a través de la historia, de como la violencia va minando el alma de una sociedad. Hemos sido testigos de cuan rápido avanza el germen de la violencia, del odio y la inseguridad, generando un clima complejo, aterrador y desolador.

Quisiera tener la certeza que esto pronto pasará y que volveremos a la convivencia pacífica que alguna vez hemos tenido. Lamento no poder ser del todo certero en ello, no hay en este momento espacio para esta creencia. Sí me asiste la esperanza, esa que nunca quiero perder, que los chilenos, todos y todas, buscaremos el camino de la concordia.

En el parque O´Higgins de Santiago, mientras la violencia arreciaba en medio de un encuentro religioso o por la paz, el entonces Papa Juan Pablo II lanzó esa inolvidable frase, más bien una arenga "el amor es más fuerte", espero nunca lo olvidemos.

También espero que no tengamos que comprobar el peso del alma de Chile, eso querría decir que ya todo terminó.