LA PELOTA NO SE MANCHA ¿Por amor a la camiseta?
POR WINSTON POR WINSTON
Acabo de terminar un libro escrito por nada menos que uno de los descendientes del mismísimo David Arellano, fundador de Colo Colo. Si el hermano de David, Alberto, escribió sobre los primeros años del club y esa gira en la que su hermano se transformó en mártir, su nieto hizo lo propio con la historia reciente en una obra titulada: De quién es Chile. Colo Colo en la era de las sociedades anónimas. Sin embargo, en el libro de este Arellano del siglo XXI, no hay giras culturales ni mártires que se hagan merecedores de un listón negro en la camiseta. En De quién es Chile..., nos encontramos, en cambio, con un grupo de bribones que ven en este club una oportunidad para saciar sus deseos de poder.
Lo interesante es que esta acuciosa investigación evidencia que esta disputa ocurre en los dos mundos que conviven en un mismo estadio. Mientras los de la galería se sacan los ojos a punta de improvisados sables por controlar el tráfico de drogas, de entradas, bombos y lienzos. En el VIP, en cambio, se quieren ahorcar con las corbatas para tener el control sobre la mesa del directorio.
Si a fines del siglo XX el modelo de las corporaciones no daba para más a raíz de las deudas y falta de profesionalismo de sus administraciones, próximos a cumplir un cuarto de siglo, el nuevo modelo, que venía a regular el sistema, modernizar la gestión y proveer de transparencia, tampoco ha dado el ancho. Se requieren, de forma urgente, nuevos ajustes y un filtro más acucioso a los nuevos propietarios, porque pareciera que seguimos en el mismo fango.
No quiero caer en el populismo de devolver el club a los socios para que se hagan cargo de su administración, porque sería volver a los noventa, pero sí es primordial hacer a los socios partícipes y protagonistas en la toma decisiones, no simples abonados con el único derecho a ver un partido.
Si revisamos la historia reciente, nos damos cuenta de que Michelle Bachelet terminó por regalar una red de estadios a las sociedades anónimas y ellas no han sido capaces de cumplir con la parte del trato. Por el contrario, las flamantes S.A. siguen "ratoneando" por migajas. O, más bien, sobreviviendo gracias a los ingresos del canal del fútbol y llorando como magdalenas por la violencia en los estadios. La verdad es que no quieren hacerse cargo de los dos mínimos que les corresponden: asegurar un buen espectáculo afuera (seguridad) y adentro de la cancha (equipos competitivos).
En esta línea, una de las cosas que llama la atención es que, aunque pareciera que en torno al fútbol circula mucho dinero y que para los mortales como uno, hacerse cargo de un club sea un sueño inalcanzable, para los potentados que han participado de este negocio, las cifras parecieran ser insignificantes.
Por poner un caso emblemático, la fortuna de Sebastián Piñera se calcula, según Forbes, US$ 2.800 millones de dólares. No obstante, su participación en Colo Colo no superó un 1% de su patrimonio. No sé si porque en el fondo seguía siendo cruzado o porque tiene "manos de guagua", pero lo concreto es que en el club más popular de Chile se puso con el sencillo que andaba trayendo. Así ha sucedido con la mayoría de los empresarios que han querido incursionar en el "negocio" del fútbol. Ninguno, de verdad, se ha metido la mano al bolsillo.
Aquí sí hay una diferencia con lo que sucedía antes. Recuerdo a Juan Carlos Cisternas en Wanderers y a Jorge Castillo en Everton, por citar dos casos emblemáticos en cada vereda. Ellos fueron personas que, por amor a la camiseta, estuvieron dispuestos a sacrificar todo su patrimonio, con el costo familiar y riesgo que eso implicaba. Si en los '90 hubiesen tenido la fortuna de Piñera, Varela, Ruiz Tagle y Cía., habríamos tenido a Gullit, Van Basten y Rijkaard haciendo de las suyas en Playa Ancha y Sausalito.
Para cerrar, vuelvo al bueno de David Arellano. Su ejemplo de vida, dentro y fuera de la cancha, ha quedado demasiado grande para este club. Quizás sea el momento, tal como lo hicieron los Arellanos con Magallanes, de que los verdaderos hinchas, dejen a las hienas peleándose por los restos y partan a fundar un nuevo club. A fin de cuentas, así fue como nació Colo Colo.