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A 144 años de su sacrificio, la figura de Prat se agiganta en el alma nacional

La valentía y el heroísmo del comandante de la Esmeralda y de sus hombres, junto a los marinos de la Covadonga, constituyen un ejemplo de lealtad y compromiso con el destino de su patria.
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Cuando a las 12.10 horas de hoy, en la Plaza Sotomayor de Valparaíso, repique la campana original de la Esmeralda en recuerdo del momento en que el buque comandado por el capitán Arturo Prat se hunde en la rada de Iquique, seguramente miles de chilenos hallarán en su memoria aquella arenga que aprendieron en el colegio, donde el máximo héroe naval chileno, antes de entrar en combate, ordena a sus hombres que la bandera siga flameando en su lugar.

A 144 años de la gesta histórica que inclinó hacia Chile la victoria en la Guerra del Pacífico, la figura del comandante que se inmoló en la cubierta del Huáscar cuando tenía sólo 31 años, sigue consolidándose en el alma nacional como un ejemplo de compromiso y responsabilidad con el destino de su patria, y vuelve a ser valorada en sus dimensiones de marino, abogado, ciudadano, esposo y padre de familia.

Se recuerda, por ejemplo, la carta que le envía al presidente de la Sociedad Benjamín Franklin, en la cual agradece haber sido aceptado para hacer clases gratuitas en la escuela nocturna de adultos. Lo hace en 1878, poco antes de viajar a Montevideo en una delicada misión presidencial, tras la cual -como se sabe- devuelve los 97 pesos que le sobran del viático.

"Habéis emprendido una obra de humilde apariencia, pero de vastos resultados en el porvenir", le escribe al directivo de la sociedad educacional porteña. "No extrañéis, pues, que en vez de recibir las gracias que me dais por el ofrecimiento que os hice, juzgue deber dároslas por su aceptación".

En el libro Prat, publicado por la Armada con motivo de los 135 años de la gesta de Iquique, la historiadora Patricia Arancibia se pregunta "¿qué es lo que, pese al tiempo transcurrido, impresiona, sorprende y nos conmueve de Prat?".

"Diría que su heroísmo es indivisible: es sin duda la admiración por el arrojo de su salto a la inmortalidad, pero también el asombro por la calidad de la materia prima vital sobre la cual se edificaron sus atributos", subraya la académica.

Tres historiadores abordan aquí distintas dimensiones del héroe naval, así como el impacto que provocó su sacrificio, al igual que la Corporación de Patrimonio Marítimo reseña algunos de los proyectos con que perpetúa su legado. 2

Rosa Zamora Cabrera

rosa.zamora@mercuriovalpo.cl

Post mortem. Prat navega a la posteridad

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Mientras el comandante Arturo Prat luchaba y perecía con sus hombres a bordo de la corbeta a vapor Esmeralda en la rada de Iquique, el miércoles 21 de mayo de 1879, seguramente en lo último que pensó fue en la forma en que sería recordado por sus compatriotas.

El primer telegrama de Antofagasta sobre los combates de Iquique y Punta Gruesa, publicado en El Mercurio el viernes 23, sólo decía que la Esmeralda había sido atacada por el blindado peruano Huáscar, y que la fragata blindada, también peruana, Independencia, había varado y había sido atacada por la cañonera Covadonga.

Solamente el lunes 26 hubo información más precisa: la corbeta se había hundido por los golpes de espolón del Huáscar, y su comandante Arturo Prat había perecido sobre la cubierta de este último.

Su corto apellido de origen catalán pronto estuvo en boca de todos, voceado y vivado, pero ¿quién era Prat?

El martes 27, Benjamín Vicuña Mackenna publicaba las primeras semblanzas de Prat y Condell en el periódico El Ferrocarril de Santiago, y a fines de mes, el estudio fotográfico ubicado en la calle de San Juan de Dios (Condell) N° 41 vendía sus retratos. Un primer bosquejo biográfico fue obra de un amigo personal del héroe, el intelectual porteño Eduardo de la Barra, aparecida en el Boletín de la Guerra del Pacífico del 1° de junio.

No tardarían en publicarse cartas de oficiales chilenos prisioneros en Iquique, con nuevos detalles de los combates del 21 de mayo. El público estaba electrizado por una mezcla de patriotismo y tensión, y también quería saber más.

Un mes después de los hechos, El Mercurio anunciaba la primera Biografía Completa de Arturo Prat, una obra breve del abogado Bernardo Vicuña (hermano de Benjamín Vicuña Mackenna). Tan solo una semana más tarde aparecía El Capitán de Fragata Arturo Prat, del joven historiador José Toribio Medina y el exoficial de marina Ramón Guerrero, quien había conocido personalmente al héroe, desde los tiempos de la Escuela Naval.

La veloz reacción mediática proseguía con la publicación, en junio, de Las dos Esmeraldas. De Cochrane a Prat, del prolífico Benjamín Vicuña Mackenna, convertido en un catalizador de la construcción de una imagen heroica de quienes tomaban parte en el esfuerzo bélico, incluyendo los cimientos del culto al héroe naval: en un artículo para El Nuevo Ferrocarril, proclamó a 1879 como "El año de Arturo Prat".

En su artículo La sombra del héroe, del 21 de julio de 1879, relata una visita a la casa de Prat, donde lo reciben su madre y su viuda, Carmela -que optaría luego por un estricto retiro de la vida pública-, quien le compartió rasgos del carácter de su esposo como éste: "Su vida era muy pareja, afectuosa sin mostrarlo, abnegada sin ostentar, admirador de todas las cosas grandes, pero sin decir jamás que él las intentaría: toda su religión estaba cifrada en esta palabra que a mí me enseñó para mis hijos: -"el deber!"

Aun cuando el 21 de mayo de 1880 todavía no era la época de las grandes ceremonias con desfiles, el culto a Prat ya se había extendido. Hacia 1884, el oficial de marina francés, Albert Davin, escribía: "En Chile, los procedimientos cromolitográficos reproducen al infinito los retratos del capitán de la Esmeralda; todos lo cuelgan piadosamente en sus muros familiares; no hay niño que no sea capaz de recitar el episodio del combate del Huáscar".

Entretanto, los restos de Prat, Serrano y Aldea esperaban, en tumbas provisorias en Iquique, el momento en que recibirían su sepultura definitiva. El Monumento a la Marina de Plaza Sotomayor de Valparaíso, con su correspondiente espacio para cripta, había sido inaugurado en 1886, pero no fue sino hasta el 21 de mayo de 1888 en que los ilustres despojos fueron definitivamente inhumados, en una de las ceremonias más masivas de la historia de Valparaíso. El último discurso de aquella larga jornada lo pronunció el Presidente José Manuel Balmaceda, cuando ya caía el crepúsculo. Marcaba la consagración definitiva de Prat como héroe nacional. 2