LA PELOTA NO SE MANCHA El menú
Desayuno: "Me desayuno", eso respondí cuando un amigo me preguntó por la polémica minuta que envió el club Santiago Wanderers al grupo de jugadores de las inferiores que debía emprender su viaje a Temuco. De acuerdo con la pauta, cada uno debía desayunar en su casa y no había directrices de lo que podían comer. Juanito podía tomarse un té con canela y una marraqueta con mantequilla, Pedrito, una paila de huevos y Diego, un paquete entero de galletas Serranitas porque esas le fascinan.
Colación: "2 litros de agua, yogurt con avena y/o cereal, plátano, galletón de avena, frutos secos (se permite llevar galleta dulce)". Debe ser por la edad, pero solo pensar en dos litros de agua para un viaje, me dan ganas de ir al baño (antes, durante y después). "Vaciad las vejigas", arengaba Napoleón antes de cada batalla. Lo mismo corre para los viajes. Aunque, revisando la pauta, debe estar pensado por si alguno, en vez de almendras, lleva maní salado.
Almuerzo: No hay almuerzo, bueno, en realidad, cada uno debe llevarse lo suyo. Según la instrucción, este debe consistir en "pollo con arroz o tallarines con carne (evitar salsas y aliños que les generen malestares estomacales)". Y, claro, nadie quiere tener que andar parando a cada rato porque a alguien le duele la guatita. El viaje a Temuco ya es lo suficientemente largo como para agregar más paradas. Nada dice si debe ser pechuga, tuto o ala de pollo y en el caso de los fideos, si la carne debe ser bistec, molida o albóndigas (aunque sin salsa, no vale la pena. Nada más triste que una bola de carne que no se bañe en salsa de tomate).
El broche de oro de esta picantería es la siguiente instrucción para la alimentación del medio día que, como vimos, no corre por cuenta del club: "El almuerzo puede ser frio/caliente. Llevar recipientes apropiados idealmente termos. Almorzaremos en la copec entrando a Talca, en donde puede haber la posibilidad de calentarlos en microondas" (sic). En palabras simples, puede que sí, pero también es posible que la bencinera esté llena y haya que tragarse fríos los fideos o el pollito con arroz.
El postre: Esa es la realidad de los jóvenes que sueñan con algún día debutar en el Estadio de Playa Ancha, jugar en el extranjero o compartir camarín con Alexis Sánchez y el rey Arturo. Dicen que los diamantes se hacen bajo presión, pero en el puerto parece que se les está pasando la mano. O para usar una analogía más apropiada: esto es cocinar a fuego alto, con el grave peligros de quemar el guiso.
Lo más seguro es que de este plantel solo uno o dos pasen al profesionalismo. Al resto, en cambio, le quedará el recuerdo de estos viajes tediosos, del termo olvidado o de los tallarines sin salsa y el arroz frío dentro de un pote de cassata.
El bajativo: A partir de estos antecedentes, se entiende que los hinchas están furiosos. Estamos hablando de jugadores de proyección que están a un paso de ser profesionales, pero los siguen tratando como si fueran los niños de una escuelita que parte de paseo a Laguna Verde. Si yo fuera los Sánchez, andaría con cuidado, no por la indignación de los hinchas, que ya son bastante violentos, sino por algo mucho más peligroso: la ira de una madre a la que el hijo le perdió el Tupperware.