APUNTES DESDE LA CABAÑA El futuro se fue ayer
POR ROBERTO AMPUERO ESCRITOR, EXCANCILLER, EXMINISTRO DE CULTURA Y EXEMBAJADOR EN ESPAÑA Y MÉXICO ESCRITOR, EXCANCILLER, EXMINISTRO DE CULTURA Y EXEMBAJADOR EN ESPAÑA Y MÉXICO
Vivo en el interior de la Región de Valparaíso, a los pies de La Campana, allí donde el cielo se despliega estrellado y los amaneceres son de contornos nítidos, donde la noche la inauguran los queltehues y las personas se saludan cuando se cruzan en la calle, allí donde no es raro ver a jóvenes bailando cueca en la plaza, y donde los vecinos se organizan por cuadra para enfrentar a los delincuentes. Vivo allí donde el futuro, a pesar de lo lejos que está Santiago, ya llegó.
Aquí, en el Chile profundo, veo tanto lo que Chile ha perdido desde octubre de 2019 en cuanto a seguridad, urbanidad y calidad de vida como el futuro que ya se nos echó encima, pese a que parte de la elite política lo percibe aun lejano. No, aquí el futuro dejó estampadas huellas y con ellas sus primeras consecuencias.
En el Chile profundo uno tiene tantos amigos y tiempo para ellos como no se tiene en ciudades grandes, gente que cuando pregunta cómo estás y uno responde que más o menos, pregunta cómo puede ayudar. Son personas libres del ritmo febril impuesto por el látigo que amarga a citadinos, e igual están conectados al mundo por internet, a los libros vía Kindle, la música gracias a Spotify, al cine mediante Netflix y al diario por suscripción electrónica. No todos, es cierto, cuentan con esas facilidades, pero aislados del mundo viven ya muchos menos, nuevas tecnologías mediante.
Esta semana visité a un amigo que quería mostrarme el robot que le limpia la piscina. Y la verdad es que funciona de maravilla. Es silencioso, me dijo el amigo, trabaja al ritmo que yo necesite, fines de semana y feriados inclusive, no pide vacaciones ni horario ni imposiciones, ni me demanda. Me libré de un dolor de cabeza, vivo más tranquilo y la verdad es que hoy gasto menos.
Pero eso no era todo. Entusiasmado con el robot piscinero, compró otro, uno que le trapea y aspira los pisos en casa. Como la jubilación no me permite mantener el ritmo de gastos de antes, me explicó, lo compré a un año plazo. Me da pena por la señora que limpia, pero así ahorro y no dependo de otros, que invaden mi privacidad. Pero ve a visitar a Carlos, me sugirió al notarme sorprendido, y verás cómo se las arregla con otros mesteres.
Fui a visitar a Carlos, que enviudó hace un tiempo y es un cero a la izquierda en la cocina, lo que lo tenía a diario comiendo en picadas o pasando a buscar platos listos a sitios donde hubiese ofertas. Aquello lo cansó y lo expolió. Ven, me dijo Carlos, para que veas, y entramos a su cocina. Casi no pude creer lo que vi. Es decir, lo he visto antes en comerciales extranjeros. Se trata de un robot capaz de cocinarle cientos de platos diferentes, incluso pan y pastel de choclo, o menús tailandeses o chinos, alemanes o caribeños, y hasta pasteles y queques, y de prepararle pisco sour. Creí que me tomaba el pelo. Basta con verter en el robot los ingredientes que solicita su pantalla, me explicó, y me olvido del resto hasta que me avisa la hora de comer. Ese día almorzamos una deliciosa cazuela de ave, antecedida, obvio, por el pisco sour elaborado por el robot.
Ahí no terminó el asunto. Después me mostró otro robot, uno que corta el césped, mejor dicho, lo mantiene corto pues un visor le indica cuando ha crecido en exceso. Así, el robot sale de una casita de perro, donde vive, corta en silencio el césped y vuelve a su recinto, tranquilo, a reactivar la batería. ¿Y tu jardinero?, pregunté. Con la jubilación y los precios como están, me respondió el amigo, no podía seguir, una lástima. Este robot me ayuda, y el otro hasta me está haciendo engordar.
Salí azorado a la calle de tierra porque pensaba que esos adelantos eran cosa de un futuro que nunca vería en estos lares donde laten la eximia poesía de Jorge Teillier y cuentos de Mariano Latorre. Pero no, todo eso ya está aquí en fase inicial, en el Chile profundo, bajo el cielo estrellado y entre la gente que se organiza por cuadras para combatir la delincuencia en sus barrios.
Por la noche, tras ver las deprimentes noticias sobre ejecuciones, descuartizamientos, secuestros y escuelas incendiadas, y escuchar a políticos enzarzados en disputas, y enterarme del alza del salario mínimo y la reducción de la jornada laboral, me pregunté si las autoridades y los parlamentarios saben que el futuro ya llegó a Chile. ¿Sabrán que en un número creciente de casas los robots están dejando a gente desempleada por ser a la larga más eficientes y baratos? ¿Pensarán sólo en prohibirlos o encarecerlos? ¿O en facilitar que las personas puedan capacitarse laboralmente para realizar otros trabajos? Porque esto es solamente la punta de un iceberg que navega veloz hacia nosotros.
Si el futuro ya llegó al Chile profundo, es hora de que las autoridades exhiban medidas concretas para afrontar este reto país de carácter laboral, educacional y social.