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LA PELOTA NO SE MANCHA Copa Chile, una copa sin brillo

POR WINSTON POR WINSTON
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En la vida, hay muchas tareas que nos entusiasman: un matrimonio, el nacimiento de un hijo, un cumpleaños, un viaje de vacaciones, etc., labores que hacemos con gusto e ilusión. Pero hay otras, en cambio, que parecieran ser un castigo, partiendo por leer esta columna. Me refiero a ir al dentista, hacer un trámite en el banco, la primera comunión de la sobrina de mi esposa, etc. (leer esta columna).

La primera, de una u otra forma, tiene una recompensa. La segunda, por el contrario, ninguna, mas sí un castigo. Si decidimos no ir al dentista, sufriremos un dolor de muela; si nos negamos a ir al banco tendremos que hacernos cargo de un cobro injusto y si no vamos a la ceremonia, tendremos que sufrir las penas del infierno o peor, nos lo sacará en cara cada vez que le pidamos algo a nuestra pareja.

Algo similar sucede con la Copa Chile. Cuando los equipos de tercera juegan con los grandes es un sueño. Si pierden, no pasa nada, si ganan, alcanzan la gloria. Para los equipos de primera, por el contrario, perder con uno de tercera o uno de primera B podría llegar a tener fatales consecuencias, sobre todo para un entrenador.

Es esa falta de entusiasmo de los equipos más populares y de sus jugadores, que tienen poco que ganar y mucho que perder, la que provoca que la Copa Chile no logre tomar vuelo.

Todo esto, a pesar de los esfuerzos de la ANFP por darle brillo, pero la verdad es que "esto no prendió cabros". Bien lo saben los wanderinos, que el mismo año que perdieron la categoría, el 2017, salieron campeones de la Copa Chile. Muchos hinchas habrían sacrificado ese enorme trofeo y hasta una mano por haber permanecido en la categoría de honor.

En ese sentido, los recuerdos en torno a esta copa son tan pobres como los partidos. Quizás el momento más interesante de la Copa Chile se vivió a inicios de los '90, cuando a los dirigentes se les ocurrió incorporar los penales largos como un atractivo para que los hinchas pudieran ver más goles.

Una obsesión que también han tenido los estadounidenses, que todavía no se conforman con que un partido pueda terminar en un empate e incluso en uno sin goles. Uno de los remedios fue terminar los partidos empatados con penales en movimiento, imitando a lo que se hace en el hockey. A mi juicio, es una buena idea, pero desechada por la FIFA.

De vuelta al sur del mundo, a fines del siglo XX, los penales largos o tiros libres sin barrera, para aquellos que no se acuerdan o no existían, se aplicaba cada vez que un jugador oponente sufría una falta en el último cuarto de la cancha.

El portal AS recuerda que el lanzador más efectivo fue Alfredo "Torpedo" Núñez, que hizo honor a su apodo anotando 9 goles por Everton. También figuran en la lista de este portal Osvaldo "Papudo" Vargas, con 6 goles; Sergio Merlini, con 4, misma cantidad que Jorge "Coke" Contreras y el minero Franklin Lobos.

A pesar de que hubo un aumento de goles en los partidos, la FIFA, vaya a saber uno por qué, desechó este invento. Quizás no fue bien visto en Suiza que los inventores de un bisturí metido en un guante de arquero un año antes, ahora aparecieran como los creadores de una medida que podía revolucionar el fútbol.

De esa forma, la Copa Chile volvió al formato original, tan poco atractivo como aquellas tareas que, de una u otra forma nos vemos obligados a hacer. Seguiría escribiendo, pero la primera comunión de mi sobrina en tercer grado me espera.