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Flach, viaje al fondo de esta historia

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Un timonel, un maquinista y un torpedista fueron los encargados de hacer la prueba del lanzamiento que resultó todo un éxito. Una columna de agua se elevó a cinco metros de altura provocando el éxtasis del público".

Araíz del interés que generó la historia del primer submarino chileno, Flach, relatada en estas páginas, quise sumergirme en esta tragedia y recabar más antecedentes que puedan saciar mi curiosidad y la de los lectores.

En primer lugar, hay que recordar que esto fue en el contexto de la guerra contra España. A fines de 1865, el alemán Karl Flach propuso al gobierno la construcción de una nave que pudiera hundirse, acercarse a otros barcos sin ser vista y disparar torpedos a corta distancia.

El gobierno financió la construcción de este experimento y colaboró con dos buques torpedos que fueron acondicionados por el alemán. Aquí viene el primer dato que muchos desconocen, no fue uno, sino dos submarinos los que se armaron en Valparaíso.

Según las crónicas de este diario: "Fondeados frente al muelle que más tarde había de llamarse Prat, eran la admiración del mundo entero y un estorbo para las faenas portuarias". Otros manifestaban su preocupación de que las embarcaciones fuera tomada por el oleaje y lanzada contra el mismo muelle.

El 21 de abril de 1866 se llevó a cabo la primera prueba de navegabilidad en el mar con una de las naves. Tres horas en la bahía fueron suficientes para demostrar que, aunque lento, la nave flotaba. El problema ocurrió en la noche, cuando sin tripulantes, el mismo prototipo se fue a pique.

Sin embargo, quedaba un segundo submarino para la prueba oficial del lanzamiento de un torpedo. Ésta se hizo el 1 de mayo a las 14:30 en presencia de autoridades y de un público que estaba expectante. Un timonel, un maquinista y un torpedista fueron los encargados de hacer la prueba del lanzamiento que resultó todo un éxito. Una columna de agua se elevó a cinco metros de altura provocando el éxtasis del público que se imaginaba el efecto fatal que podría tener esta arma contra los barcos españoles.

Fue esa experiencia la que envalentó a Karl Flach a realizar una nueva prueba dos días después, aunque sin dar aviso a las autoridades. Ahí se embarcó junto a su hijo y diez amigos. Formaban parte de esta tripulación, además de Carl y su hijo Enrique Flach, sus compatriotas Valentín Bauum, Augusto Warmuth, Germain Schmith y Luis Grinecoieke. Los chilenos Adolfo Pulgar y Francisco Rodríguez y dos franceses de nombres desconocidos.

"Una vez que la gente abordó, se desamarró el aparato y empezó a navegar a impulsos de su maquinaria hasta llegar a la boya sur (…) En ese lugar, Flach dijo al práctico de la bahía, que lo acompañaba en bote, que procediera a cerrar las escotillas para sumergirse, pero sin designarle la dirección que tomaría", decía la crónica de este diario.

El marinero a cargo del bote fue a buscar una cuerda a un barco cercano para amarrar al submarino y conocer su ubicación, pero cuando llegó, ya era demasiado tarde, había desaparecido. Luego de un par de días de búsqueda, un buzo aseguró haber dado con el submarino, pero por su enorme peso, no había forma de rescatarlo. El público pasó de la expectación a la tristeza.

Una hipótesis era que las pruebas se habían hecho a pocos metros de profundidad y no bajo la fuerte presión del fondo. Otra, que se les había corrido el lastre, lo que explica que se haya hundido tan rápido.

La prensa lamentaba la suerte de la esposa de Flach que, además de quedar viuda, perdió a su hijo. Algo similar sucedía con el chileno Pulgar: "Este infeliz -decía El Mercurio- era trabajador de Sres. Henderson y Cía., con lo que mantenía a su hermana y su padre enfermo". Ahora quedaban desamparados por la muerte de su único apoyo.

Medio siglo después, cuando los submarinos marcaban el curso de la primera guerra mundial, las páginas de este diario volverían a recordar la hazaña de Flach: "Un hombre que tuvo la videncia del enorme poder reservado a las naves submarinas y pereció víctima de su valentía y de su amor a la ciencia". 2

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Lucha contra la desconfianza

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Asistimos a la extinción de un lenguaje necesario para los acuerdos, sustituido por un discurso vociferante y enjuiciador de todo, que no cede espacios para el encuentro inicial que necesitamos como seres que vivimos en comunidad".

Los niveles de desconfianza que seguimos experimentando en nuestra sociedad y los puentes que continúan cortándose, peligrosamente, entre los actores políticos, nos señalan que los acuerdos mínimos que requerimos para enfrentar dilemas trascendentes como país, serán cada día más difíciles de gestionar.

Los costos de la situación descrita, pueden ser significativos y con efectos permanentes, en comparación al titular fugaz que se obtiene como un botín individualista, de escasa recordación en la sucesión de declaraciones escandalosas que reinan por doquier.

Como fenómeno global, asistimos a la extinción de un lenguaje necesario para los acuerdos, sustituido por un discurso vociferante y enjuiciador de todo, que no cede espacios para el encuentro inicial que necesitamos como seres que vivimos en comunidad. La cohesión social se aprecia como un hito tan lejano, como la extraviada capacidad para escuchar.

De hecho, la comunidad se empieza a diseñar alrededor de una trinchera, en la que avanzar significa perder, por ende, salir al encuentro del otro es la manifestación de una debilidad o de un riesgo innecesario. La magnitud de los problemas crece en la medida que la velocidad para acometerlos, se desvanece en la imposibilidad de asumir desafíos comunes.

Nadie avanza, por el contrario, el repliegue es la constante. La comunidad se achica en sus espacios, quedando atrapada por sus propias limitaciones y fantasmas. La perspectiva de un mundo de intercambios y retroalimentaciones queda en suspenso. Nuestros miedos se amplifican y nuestras mentes quedan recluidas por un pesimismo abrumador. Los temas se transforman en tabú, pues ni siquiera hay instantes para discutirlos. El diálogo está perdido, porque cada quien habla para sí mismo. Se instala una práctica hedonista de expresarse para complacerse.

En medio de este contexto, pactos mínimos o consensos imprescindibles para una sociedad, comienzan a extinguirse, pues son vistos como formas del pasado o percibidos como símbolos de ingenuidad. Los relatos se endurecen y la crisis de alteridad lo inunda todo.

Los pactos comunicativos, en periodos de incertidumbre, son esenciales para la concreción de lo que, como ciudadanos, imaginamos como posible, ya sea ante la dificultad de lo que no hemos podido conseguir o lo que requiere de una materialización prioritaria. Implican tiempo, intersecciones, un recorrido y la exploración de un destino. Cada día que se desecha la opción de un pacto, es el triunfo de la indolencia.

A una semana de la despedida del profesor Fernando Alvarado Quiroga, el recuerdo de los gestos llenos de humanidad del apreciado académico de la PUCV, nos permiten delinear lo que podrían ser los ejes de una estrategia de superación de la desconfianza en el Chile de hoy:

a) Empatía, para traspasar las distancias físicas, superar los sesgos y ponerse en el lugar del otro.

b) Reconocimiento de los microentornos, como refugios a cuidar y en los que debemos aprender a convivir, pues ahí coexisten nuestras identidades.

c) Valorar a cada integrante de la comunidad, pues la persona le da sentido a las funciones colectivas y cada aporte es fundamental para el respeto que logra vincularnos.

d) Hacer más preguntas que tener respuestas para todo, debido a que el conocimiento es un proceso intersubjetivo y de profunda humildad, en el que las emociones pesan.

e) Observar los cambios desde los detalles y conectar esos detalles con un todo complejo. En este sentido, el vuelo y los movimientos del colibrí que podía disfrutar el profesor Alvarado desde su jardín, se transforma en una analogía de las características colaborativas que añoramos en el ámbito político y económico imperante.

f) Dialogar sin agendas definidas, es internarse en un sendero desconocido, en el que construir desde el pensamiento y no del beneficio esperado, es un acto de generosidad de los intervinientes que ponen en común sus tiempos y energías.

g) Aprender a reír, caminando para dialogar y proyectar el bien en el otro, perdonando incluso a tus agresores.

Necesitamos con urgencia el modelo de debilitamiento de la desconfianza que Fernando Alvarado Quiroga, el maestro, el hombre sencillo, nos deja como un potente legado de vida regional. 2

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