Citius, altius, fortius
¿Culpables? Quizás los que creyeron que
la expansión económica era sinónimo de progreso, o que crecer consistía únicamente en aumentar de tamaño y también los que llegaron diciendo que todo tiempo pasado fue peor".
Estamos a la espera de los Juegos Panamericanos cuyo propósito se conecta al ideal olímpico que sirvió de lema a los Juegos de Múnich de 1972: Citius, altius, fortius: "El más rápido, el más alto, el más fuerte".
Pronunciado por el padre dominico Henri Didon en la inauguración de un evento deportivo escolar en el colegio francés de Arceuil para definir los logros deportivos del alumnado en 1881, dicho ideal se encuentra conectado con la integridad y con el deseo de transmitir valores a través de la educación. De hecho, Pierre de Coubertin fue un reconocido pedagogo que vio en la educación a través del deporte un paso hacia la educación como fuente de progreso humano, como desafío ético y como proyecto moral tanto para los individuos como para la sociedad.
Hoy, sin embargo, todo parece demasiado lejano en un país convertido en lo que nuestra bella lengua llama "puerto de arrebatacapas" o "patio de monipodio", dadas las prácticas de corrupción que se van acumulando como una especie de continuación de los saqueos de Octubre de 2019 por otros medios, síntoma de esa "psicopatía estructural de la sociedad de consumo" tan bien descrita por la filósofa Lucy Oporto cuyo núcleo estriba en que los recién llegados al poder desean "consolidar su acceso al privilegio de la impunidad de los amos", pues ellos, más allá de las palabras, no son contestatarios a las estructuras del sistema, sino a fin de cuentas el sistema mismo, o como cantaba Silvio Rodriguez, "servidores de pasado en copa nueva", "eternizadores de dioses del ocaso".
¿Culpables? Quizás los que creyeron que la expansión económica era sinónimo de progreso, o que crecer consistía únicamente en aumentar de tamaño y también los que llegaron diciendo que todo tiempo pasado fue peor y era necesario aniquilar cuanta tradición existiera en nuestro suelo, valiéndose de las redes sociales como nadie lo había hecho a fin de despedazar el tejido político preexistente, y todo para continuar maximizando las rentabilidades del mismo negocio.
En ese sentido, no hay duda que la creciente distancia entre las actuales generaciones y los valores de la tradición republicana reabren la necesidad de pensar la importancia de la educación tanto en las escuelas como en el seno familiar y su rol en la vertebración de un conjunto de normas y valores comunes posibles de encontrar a lo largo de nuestra historia, que puedan servir de horizonte vital para las generaciones del presente y por venir. No olvidemos que Paideia y Areté son dos palabras provenientes de la antigua Grecia referidas a la virtud, la excelencia, la emulación y la ejemplaridad, no sólo física, sino moral y espiritual.
Lejos están sin embargo estos ideales griegos de la realidad actual y también de Valparaíso, región donde ya hay evidencias de haberse utilizado el esquema de las fundaciones para desviar dineros públicos, y ciudad en la que usando del pretexto de dictar ordenanzas para estimular la participación ciudadana, se terminaron desviando recursos municipales -asunto que la Corte Suprema calificó de "ilegalidad palmaria"-, los cuales esperamos sean devueltos a la brevedad por el bien de nuestra ciudad.
Así va el país con su delirante mascarada y unos Juegos Panamericanos que comenzarán en octubre en medio un clima que no es ni citius, ni altius ni fortius, donde los únicos que han ido cada vez más rápido, subiendo más alto y con más fuerza han sido los mentirosos y quienes han hecho arte de convertir la cosa pública en fraude y de paso, al olimpismo en una farsa. 2
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