Bastante visibilidad en los canales oficiales del Festival de Viña del Mar (Canal 13 y TVN) tuvo la última reunión que realizó la Comisión Municipal del Festival en Santiago el pasado jueves 6 de julio. Es así como después de patalear contra la organización y el certamen, los concejales Carlos Williams, Sandro Puebla y Jorge Martínez se trasladaron hasta las instalaciones de Canal 13 para realizar una visita al estilo de los paseos de curso que uno realizaba en el colegio.

Yo, que soy viñamarina de Glorias Navales y a mucha honra, y ya cuarentona, recuerdo que era un verdadero evento ir a Santiago, recorrer el Zoológico o Mundo Mágico. ¿Se acuerdan de Mundo Mágico? Esa especie de Chile en miniatura medio chanta que estaba por la Ruta 68 casi llegando a la capital, pasaditas las canchas de fútbol de tierra, ahora convertidas en diamantes de béisbol hechizos por los inmigrantes venezolanos que se han tomado el sector.

La cuestión es que los ediles viñamarinos se sacaron cuanta foto pudieron con los porteros de los canales, rostros, productores, hasta llegar al exanimador del evento, el también viñamarino Martín Cárcamo. A Pancho Saavedra no queda claro si lo vieron, pero lo cierto es que no hubo reporte oficial al respecto.

Lo que a mí más me llamó la atención fue que esta visita (según supe, coordinada por mi antiguo archirrival, el sagaz Pato Rojo) se realizara justo después de que el jueves 22 de junio el Concejo Municipal en pleno había recibido a los canales para analizar (casi cuatro meses después) la opaca edición 2023. Y a pesar de que en el verano amenazaron con fiscalizaciones y denuncias a la justicia en cuanto canal o portal de noticias los recibió, finalmente no pasó nada y todos se felicitaron por una versión cargada a la música urbana, sin grandes figuras internacionales y una parrilla terminada así como apuraditos, a última hora.

El paseo de curso que tanto gozaron Puelma, Martínez y Williams reemplazó la tan glamurosa gira del Festival que se realizó hasta el año 2018, luego suspendida y eliminada por la pandemia. En esa gira la alcaldesa Virginia Reginato; concejales como Pamela Hödar, Jaime Varas y Rodrigo Kopaitic (doble semioficial de Steve Carell, como le dijeron una vez en Liverpool); animadores como Rafael Araneda y Carolina de Morás; y los máximos ejecutivos de los canales se trasladaban hasta exclusivos sitios como Miami, México, Las Vegas y Nueva York para promocionar el Festival junto con la ciudad de Viña del Mar e incluso asistir a eventos tan notables como los mismos Latin Grammy Awards o realizar visitas a chilenos ilustres radicados en Miami, como esas inolvidables veladas en la mansión de don Francisco o del mismísimo Iván Bam Bam Zamorano y María Alberó.

Ahora, junto con la nueva licitación, los rumores dicen que vuelven las giras al exterior. ¿Veremos en éstas a Queen Ripa, Pato Rojo, Williams, Lues, Vladimir Espinoza, Pato Gatica o a Jorgito Martínez y alguno de sus minions? ¿Ah? Ya quedó claro que Escobar y la Scarella no irán.

De todas las formulaciones que existen del llamado problema del mal, es célebre la atribuida a Epicuro por Lactancio en De ira Dei: "O bien Dios quiere suprimir los males y no puede, o bien puede y no quiere, o bien ni puede ni quiere, o bien quiere y puede. Si quiere y no puede, entonces no es omnipotente, lo cual es impropio de Dios; si puede y no quiere, entonces no es bueno, lo cual tampoco conviene a Dios; si no puede ni quiere, entonces no es ni omnipotente ni bueno, con lo cual no es Dios; finalmente, si puede y quiere, ¿de dónde procede el mal?" (De ira Dei 1844, 120B-121A).

No pretendo ensayar una respuesta para este milenario problema teológico, sino dar otra vuelta de tuerca a uno de los libros más bellos, simbólicos y literariamente significativos de la Biblia: el Libro de Job. Los problemas para Job empiezan cuando Dios acepta la apuesta de Satanás, quien insinuaba que Job era recto, temeroso y apartado del mal sólo porque ha sido bendecido y favorecido por Dios. Para probar su fe, Dios permite a Satanás privar a Job de todos sus afectos, posesiones y bienes, con excepción de la vida.

Las adversidades se suceden implacablemente, pero Job mantiene inquebrantable su fe. Sin embargo, hay un momento en que, exangüe y a punto de caer, Job alza su brazo hacia el cielo, empuña la mano y exige a Dios una respuesta, que no es otra cosa que la validación divina; un grito desesperado de alguien que sólo anhela ser oído. Y contra todos los pronósticos, la voz de Dios emerge en medio de la tormenta para reprocharle a Job no su culpa o sus pecados, sino su ignorancia y osadía: ¿Cómo puede Job tener la vanidad de intentar comprender las razones de Dios? "¿Dónde estabas tú cuando cimenté la tierra?"

Tengo para mí que el foco del Libro de Job no es Dios ni sus razones, ni su orden inescrutable para el precario entendimiento humano. El centro es el lenguaje. Más precisamente, la palabra que redime y enfrenta al hombre con su destino. Si Dios no hubiera respondido a Job en medio de la tormenta, si no lo hubiera puesto en su lugar, Job no habría tenido consuelo. Lo tuvo porque Dios le habló y su palabra es sanadora, igual que la de Jesús según se lee en Mateo 8, 5-11: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarle".

También es importante la humana duda de Job, porque la duda acecha al verdadero creyente. El pensamiento del impostor es siempre monolítico: no hay grietas ni fisuras en su falsa creencia. No es la fe aquello que lo impulsa, sino el espanto y el horror cósmico hacia lo desconocido.

Toda historia de fe es una historia de duda. Como dice Camus, la duda es a la fe lo que la sombra a la luz. En tiempos oscuros en que arrecian la maldad, la corrupción y la injusticia, la fe del creyente es su arma infalible. Y no existe ejército sobre la tierra capaz de adentrarse en esos confines.