RECUERDOS DE UN FUNCIONARIO 1973 (primera parte)
POR DEMETRIO INFANTE FIGUEROA, ABOGADO Y EXDIPLOMÁTICO POR DEMETRIO INFANTE FIGUEROA, ABOGADO Y EXDIPLOMÁTICO
Para el gobierno del Presidente Allende, el año 1972 había terminado de una forma realmente impensada y dramática. En el segundo semestre se le habían presentado una serie de problemas graves que le habían hecho muy difícil el manejo del país. La galopante inflación que había llegado largamente a cifras de tres dígitos, el deterioro de la producción debido a la toma de las empresas, la carencia de divisas por el agotamiento de las reservas del Banco Central, la baja de las exportaciones, el lato paro de octubre, la huelga de los camioneros y el conflicto de los obreros de la mina de cobre El Teniente, habían sido, entre otras, un conjunto de circunstancias que resultaban una mezcla en extremo explosiva. Pero en el fondo, quizás lo peor lo tenía en casa, donde era "tironeado" fuertemente por dos sectores que ejercían una presión no fácil de manejar. Por un lado, los socialistas y otros grupos más radicales le exigían avanzar sin transar y, por el otro, los más moderados, encabezados por comunistas, pedían consolidar lo ya avanzado e incluso no descartaban buscar un entendimiento con ciertos sectores de la DC, olvidando la famosa frase de su secretario general, Luis Corvalán: "Con Tomic, ni a misa". Allende, haciendo uso de su proverbial muñeca y de su muy desarrollado instinto político, tomó una resolución inesperada para muchos de sus partidarios y por parte de la oposición: llevar al gobierno a los militares. Y lo hizo de una forma radical. Designó como ministro del Interior nada menos que al comandante en jefe del Ejército, general Carlos Prats, y puso a la cabeza de otros ministerios a altos oficiales de las otras instituciones de la defensa nacional. Sacó de debajo de la manga el as de oro. Claro que debe haber estado consciente del riesgo que tomaba cuando se jugó la carta más alta del naipe.
Esta resolución adoptada a fines de 1972 le permitió al Presidente apaciguar momentáneamente al país. Si bien la crisis económica y el desabastecimiento seguían su curso, en el campo político hubo una cierta tregua. El obstáculo mayor con la oposición era legislar sobre una reforma constitucional que delimitara las áreas de la economía, estableciéndose una estatal, otra comunitaria y una tercera privada. Con la perspectiva que da el tiempo, hoy esa iniciativa nos parece absolutamente fuera de lugar, pero en ese instante fue un obstáculo insalvable. Había sido originada en una moción de los senadores DC Fuentealba y Hamilton. La diferencia entre gobierno y oposición sobre este asunto le penaría al habitante de La Moneda hasta el mismo 10 de septiembre. En cuanto al ingreso de los militares al gabinete, a los más radicales partidarios del gobierno no les gustó. Era abandonar el programa y poner "al gato al cuidado de la carnicería". En cuanto a la oposición, los grupos más extremos tampoco recibieron bien la idea, ya que estimaron que era contaminar a las Fuerzas Armadas con el gobierno marxista. Para el general Prats debe haber sido una definición muy complicada, pues si bien tenía el respeto de la mayoría de sus generales, había algunos que tenían influencia en el Ejército y que no querían saber nada con la UP. El entonces general de división Pinochet no estaba entre estos últimos. Pese a ello, Prats había conseguido sacar de las filas a algunos, como el general Alfredo Canales, hombre poco cultivado pero con marcadas ambiciones políticas. Me correspondió trabajar con él cuando siendo lisiado por un ataque sufrido cuando se desempeñaba en el Líbano como embajador, estaba en Nueva York como embajador alterno ante Naciones Unidas. Fue la compensación de Pinochet por haber sufrido aquel atentado. Carecía de las condiciones necesarias para desempeñar ese cargo en la ONU.
Muchos pensaron que con Prats se iba poder avanzar en los temas que complicaban al país, como la toma de empresas por parte de los trabajadores cercanos a la UP, que con su conducta coadyuvaban al deterioro de la economía. Asimismo, se pensó que se avanzaría en el entendimiento con la oposición para tramitar ciertas iniciativas de ley. Pero pese a la aparente buena voluntad del ministro del Interior, la posibilidad de enmendar rumbos era muy limitada. Los representantes de las Fuerzas Armadas habían entrado al Gabinete sin capacidad alguna para remover los mandos medios, por lo cual todo seguiría igual. Recuerdo que a la semana que el general Prats había asumido el Ministerio del Interior, me llamó a su oficina el presidente del Senado, el DC Ignacio Palma Vicuña. Era un hombre de prestigio en la política chilena y había desempeñado importantes cargos antes de ser senador. Me pidió disculpas por el encargo que me iba a hacer, pero requería de una persona de confianza. Me agregó que en su nombre le llevara en forma reservada al ministro del Interior una carta suya que aquel estaba esperando. Como oficial mayor del Senado conocía bien a Ignacio Palma. Me confidenció que en ese sobre iba una lista de empresas intervenidas respecto de las cuales el ministro se había comprometido con él a adoptar medidas tendientes a devolverlas a sus dueños. Me dirigí a la oficina del general Prats en La Moneda. No lo conocía. Fue muy amable. "Este es un documento importante para mí", me indicó. Sin embargo, nada se hizo respecto de las empresas que iban en aquella lista. Prats y los otros altos oficiales estaban en manos de los mismos mandos medios existentes antes de la llegada de ellos a sus cargos, por ende, resultaba que la situación general era como El Gatopardo, modificar algunos aspectos para que todo siguiera igual. Como acotación al margen señalo que la empresa más discutida a nivel nacional era Papeles y Cartones, respecto de la cual el gobierno no había podido conseguir que un grupo de trabajadores se declarara en huelga, requisito indispensable para poder intervenirla. Aquellos fueron los más grandes defensores de su fuente de trabajo. El objetivo del gobierno era hacerse de la Papelera como un medio de tener el manejo del papel de diario y así controlar indirectamente a los periódicos de oposición.
De allí que se popularizó en todo el país el eslogan "La Papelera NO" y este se transformó de forma inmediata en una especie de signo de la oposición.