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Polarización

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Si existe una real disposición para la reflexión compasiva y la memoria histórica, en los próximos días dicha polarización deberá gestionarse responsablemente, en parte, por la misma élite política que incrementa con sus discursos y acciones mediáticas, un peligroso terreno de volatilidad".

El inicio de septiembre ha traído consigo una serie de calificativos, emitidos por diversos actores políticos, que explicitan lo complejo que serán las próximas semanas. Dado lo que acontece en el simbólico mes de conmemoración del quiebre de la democracia y los 50 años del Golpe Militar, el contexto sigue evidenciando la polarización de la élite política y su incremental energía que se traspasa a diversos escenarios.

El gobierno y la oposición están en un punto de inflexión que no sólo es histórico, trascendente y necesario para abordar en las conversaciones de la sociedad chilena, sino también estratégico, pues luego de septiembre observaremos si la polarización se hará más intensa, o bien, este mes significará un pequeño avance para la madurez cívica y la necesaria reparación, luego de enfrentarnos a nuestros dolores sociales-colectivos y también individuales-emocionales.

El clivaje del 73 sigue muy presente en Chile, no podría ser de otra forma. El desafío es cómo poder avanzar con esa línea divisoria de las realidades políticas, mientras exista insatisfacción hacia el actuar, por ejemplo, de la justicia y la política por parte de un conjunto social que ya no sólo es generacional, sino que todavía padece los traumas ocasionados y/o traspasados por los nefastos efectos de la polarización.

Si existe una real disposición para la reflexión compasiva y la memoria histórica, en los próximos días dicha polarización deberá gestionarse responsablemente, en parte, por la misma élite política que incrementa con sus discursos y acciones mediáticas, un peligroso terreno de volatilidad que añade a esa polarización, el consecuente populismo y la inevitable posverdad. Es decir, se articula el tridente que recientemente en su visita al país recordó Moisés Naím, situación que cuando se conjuga de manera proactiva y sin mucha conciencia de que está sucediendo, es extremadamente dañino para la realidad de cualquier sistema y clima de comprensión.

Se puede añadir, además, los lúcidos alcances de los profesores Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, reflejados en su texto "Cómo mueren las democracias" (2018). Hay una cita de ese libro que siempre rescato por su sencillez, pero mucha claridad: "La erosión de la democracia tiene lugar poco a poco, a menudo a pasos diminutos. Cada uno de esos pasos, por separado, se antoja insignificante: ninguno de ellos parece amenazar realmente la democracia" (p. 95).

Investigaciones y casos nos siguen mostrando un panorama sombrío para la democracia contemporánea. Muchos de esos estudios coinciden, los propios aportes de Levitsky y Ziblatt también, en que la tolerancia mutua y la contención institucional son dos diques frente a la polarización. Son dos esferas, además, que se entrelazan y no están aseguradas por el simple supuesto de existir en nuestros imaginarios democráticos.

De hecho, Levitsky y Ziblatt (2018) puntualizan que las instituciones son más que reglamentos formales o estructuras de poder, pues están envueltas por una capa superior de entendimiento compartido de lo que se considera un comportamiento aceptable.

Evidentemente, todavía hay muchas lecciones que sacar cuando nos conectamos con el pasado doloroso. Sin embargo, la referida a la polarización debiese ser una que no sea olvidada, a pesar del paso de las décadas. Probablemente, aplicamos un verdadero sitial de aprendizaje nacional, cuando esa lección la visibilizamos en estilos, contenidos y medidas.

Un par de recientes estudios de opinión a nivel nacional, han exhibido la importante valoración que la sociedad manifiesta hacia la democracia. Es un aspecto esperanzador, que debe hablarle a la política chilena actual. De alguna forma y pese a la dificultad que ello implica, no debemos renunciar a imaginar los espacios y los tiempos para fortalecer el complejo transitar democrático y la convivencia en una genuina comunidad cívica. 2

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Reflexiones sobre la educación

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Si bien la educación debe transmitir virtudes democráticas a los alumnos, la enseñanza no puede organizarse de manera democrática, porque la enseñanza es por definición jerárquica. Es piramidal. Y tiene que haber un profesor investido de autoridad, y de hecho, cuando no hay autoridad, surge el autoritarismo que es lo contrario de la autoridad".

El desastre del actual sistema pedagógico lo resume en dos palabras un autor español: Violencia y Nesciencia.

Violencia, de los jóvenes entre sí, de los jóvenes hacia la sociedad, y violencia de los jóvenes hacia los profesores. E incluso, violencia desde los propios padres hacia los profesores. Nesciencia, como expresión de una incultura e ignorancia superlativas, siendo su consecuencia evidente el olvido y degradación paulatina del uso del idioma y del habla cotidiana. No perdamos de vista que lo que nos hace humanos, es la capacidad de formular un lenguaje articulado y de darnos a entender con él, porque aprendemos a pensar al mismo tiempo que aprendemos a hablar. Y si nos olvidamos de hablar, nos olvidaremos paulatinamente de pensar.

Y a propósito de educación, dos palabras que provienen desde la antigua Grecia: Paideia y Areté. La paideia conduce a la areté que es la virtud, esto es, una fuerza, una energía, y a la vez, la excelencia, la emulación, la ejemplaridad, no sólo física, sino moral y espiritual.

Que lejos están estos ideales griegos de los objetivos de la educación actual, resultado lamentable del abuso de cierto fundamentalismo democrático que aqueja a nuestro tiempo.

Si bien la educación debe transmitir virtudes democráticas a los alumnos, la enseñanza no puede organizarse de manera democrática, porque la enseñanza es por definición jerárquica. Es piramidal. Y tiene que haber un profesor investido de autoridad. Y de hecho, cuando no hay autoridad, surge el autoritarismo que es lo contrario de la autoridad.

En estos tiempos tan equivocadamente democráticos, la relación de maestro y alumno termina siendo una relación de amistad y horizontalidad, muy lejos de la emulación y la ejemplaridad que surgían de la jerarquía y la autoridad.

Chesterton decía: "No puede existir la educación libre, porque si dejáis a un niño libre, no lo educaréis". Basta por lo tanto de tanta permisividad. Si queremos educar, hace falta mano firme, correcta y justa.

Pero la educación también es de los padres y por Dios que se ha olvidado esto. Cuando uno iba al colegio, y un profesor retaba a uno de nuestros compañeros y le enviaba una anotación negativa a la casa, los padres inmediatamente tomaban partido por el colegio y el profesor. Hoy es todo lo contrario, e incluso hay casos de apoderados que insultan y agreden a los pobres profesores que osaron censurar a sus hijos.

Cuando era niño, los profesores más destacados eran aquellos que solían poner notas bajísimas y reprobaban a por lo menos la mitad del curso. Hoy por el contrario, el prestigio docente y de los planteles educacionales se mide por el índice de aprobaciones. Adiós a la exigencia y al rigor

Termino con este texto del filósofo Fernando Savater: "Los padres no pueden desentenderse de los hábitos de trabajo y de comportamiento que van adquiriendo sus vástagos. He comprobado que cada vez que un grupo de mocosos bárbaros hacen de las suyas mientras filman con un móvil, o acosan a un compañero hasta el suicidio, resulta que sus padres no sabían nada de la conducta de sus hijos, ni a dónde iban ni en qué gastaban su dinero, ni qué compañías frecuentaban. Lo único de lo que estaban seguros es de que sus hijos eran unos chicos o chicas fantásticos. Con quererles mucho y defenderles frente a maestros y jueces, ya creen haber cumplido su tarea de progenitores".

Sólo me queda reiterar mi gratitud a todos esos comprometidos y generosos maestros, de mano firme, correcta y justa que tuve la suerte de conocer en mi época escolar. 2

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