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Deadline

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Los tiempos de espera hoy son breves, la paciencia también. Este es uno de los grandes problemas de la democracia contemporánea, sus velocidades no son las de la sociedad digital y de ciudadanías con urgencias".

Probablemente, estemos en los últimos momentos antes de revertir el fracaso de un nuevo proceso constitucional que camina en la cornisa o que, quizás, ya cayó al precipicio. Escasa motivación por activar los diálogos, intransigencia en las posturas, visión de corto plazo propia del revanchismo político, furibundas pasadas de cuenta y el inevitable cálculo electoral, proyectan un escenario en el que la ciudadanía, una vez más, rechazaría no solo un proyecto de Constitución.

También se rechazarían los estilos, las formas y los contenidos emanados del consejo, por ende, no habría mucha legitimidad cívica, anulando el entusiasmo popular por sentirse parte de un instante histórico. Con ello, se tendería a castigar cuanto aspecto se vincule con la coyuntura política, con las élites políticas y los partidos políticos, tanto de oposición como de gobierno. Se rechazaría el borrador porque el péndulo se movió, pero las trincheras no. Se percibiría que no hay capacidad de construir más allá del molde preconfigurado, no hay innovación política que cohesione, sino posturas inamovibles de mayorías transitorias.

Ya quedó instalado en la retina pública que el liderazgo de los republicanos es de nicho y que conducir una discusión propia de una nación que necesita mirar los temas de futuro, reconociendo sus limitaciones, traumas del pasado, historias de dolor y potencialidades de perdón, no es tensar el presente o rigidizar el debate buscando la polarización. Claramente, hasta este punto del proceso, se confundió lo que es un pacto social con un programa de gobierno.

El sistema político se niega a observar que la movilización del voto en Chile, pero también en el mundo, está adoptando la respuesta del castigo: hacia lo que están representando los políticos, cómo están visibilizando sus tácticas y cómo realizan sus mensajes y performances. Lo anterior está siendo resignificado dañinamente por las personas, que lo contrastan con las dificultades que padecen en sus vidas cotidianas.

Los tiempos de espera hoy son breves, la paciencia también. Este es uno de los grandes problemas de la democracia contemporánea, sus velocidades no son las de la sociedad digital y de ciudadanías con urgencias. Mientras se sigue incubando una profunda desafección institucional, la necesidad de imprimir mayor eficiencia en la gestión pública, se ve ahogada por la inmovilidad de la intolerancia.

Si bien en la actualidad estamos en una fase nacional en la que el malestar no aparecerá todavía en grandes movilizaciones como lo vimos previo a la pandemia y desde 2011, lo hará en la furia expresada en el voto. Desde este punto de vista, el proceso constitucional podría estar sentenciado, incluso, con un resultado más expresivo que el anterior.

Por el momento, la reprobación plebiscitaria hacia la conducción del proceso recae en los republicanos y, por añadidura, hacia toda la derecha, la cual se desconectó este 11 de septiembre de una sensibilidad transversal por la convicción democrática y los derechos humanos. Quedarán dudas no menores en la sociedad chilena, de las vacilaciones, de los encendidos discursos parlamentarios, de las declaraciones por redes sociales y de cómo la derecha más extrema, terminó jalando a casi todo el sector hacia un peligroso relativismo, en el contexto de los 50 años del Golpe. Esto ya había acontecido y sigue aconteciendo en el consejo constitucional, arrastrando los republicanos a la derecha a una postura que la recluye en su 40%. Con estéticas diferentes, ¿se repetirá el libreto del primer proceso, ahora, en el otro polo?

Lo que para el mundo político significó un alentador inicio con la propuesta de los expertos, levantada en un plazo récord, reflejando pulcritud en dicho trabajo, criterios consensuados, pero también la disposición de las partes intervinientes para alcanzar los acuerdos, pocos meses después está evidenciando un presente poco auspicioso.

Se detecta en los estudios de opinión que la ciudadanía sigue lejana o desconfiada con los detalles del proceso constitucional. Sin embargo, estamos en tiempos de volatilidad. Si el tradicional ánimo de las Fiestas Patrias contagia a los actores llamados a destrabar este nuevo atolladero, podría comenzar a romperse la tendencia. Aunque el deadline, en rigor, está a la vuelta de la esquina. 2

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Divagaciones en tiempos de crisis

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En tiempos de confusión e incertidumbre, debemos nuevamente intentar dar respuesta a la pregunta. ¿Cómo aprender de nuestra historia y liberarnos al fin de tanta rabia acumulada a lo largo de tantos años que todavía nos impide avanzar?".

Que la gente aprenda "a leer con los oídos, no con los ojos", suplicaba Unamuno en una de sus lecturas, recordando de paso que en el principio fue el verbo y en el final probablemente sea lo último de nuestra especie, y que Cristo (no el carpintero, sino el hacedor de casas) no dejó nada por escrito, pues toda su obra fue de palabra. Un poco como pensaban los romanos: Verba Volant, Manen Scripta (Es el verbo el que vuela).

Como nos recuerda Ortega y Gasset, la vida auténtica de cada cual consiste en hacer lo que hay que hacer. Pero hallar la trayectoria necesaria de nuestra vida es algo que sólo se resuelve a través de la circunstancia. Ella nos marca en nuestra vida individual, pero también como generaciones. Aceptar la circunstancia de nuestro tiempo y la de cada uno será siempre el desafío de la humanidad.

Volvamos a Unamuno. Leer la historia y el tiempo presente con los oídos, separar los ecos de las voces, distinguir lo que nos susurra el pasado de aquello que grita en nuestros días, tareas todas esenciales si no queremos repetir errores, o más grave, tragedias como la ocurrida en Chile hace 50 años.

Tanta insistencia con narrar una historia oficial en el aniversario del golpe de Estado que más que un homenaje a la memoria, pareciera un evento diseñado con el propósito de reabrir trincheras a fin de obtener una ganancia en el presente, contrasta con las palabras de Volodia Teitelboim quien en una entrevista concedida ya hace más de 20 años, declaraba haber hecho una dura autocrítica durante su tiempo de exilio en Moscú, sintetizándola en una idea: "No supimos leer a Chile". Y perfectamente pudo haber dicho, no supimos escuchar a Chile, porque se refería a la actitud de un grupo que de buena fe se lanzó en una aventura creyendo que todo el país estaba con ellos, sin darse cuenta de la enorme fractura que había acompañado a nuestra patria a lo largo de los años y sin prestar oído a las voces refractarias a los cambios propuestos.

Y ahora en tiempos de confusión e incertidumbre, de cambio civilizatorio, de transformaciones culturales profundas y de una ceguera general frente a la esperanza, debemos nuevamente intentar dar respuesta a la pregunta que nos inquieta a muchos. ¿Cómo aprender de nuestra historia y liberarnos al fin de tanta rabia acumulada a lo largo de tantos años que todavía nos impide avanzar?

Viene a mi memoria la filósofa Ayn Rand quien dijo que el yo auténtico consiste en buscar a través de la meditación la verdad en nosotros, no fuera de nosotros, aceptando la vida con sus dificultades y sinsabores. Y recuerdo también la enseñanza de Ernesto Rodríguez quien luego de enumerar como alternativas la vía del revolucionario, del ermitaño y del cínico, concluía que quizás el único camino con reales posibilidades para poder sobrevivir en este siglo era aprender a ser más benevolentes con el mundo y con los otros sin dejar de perdonarnos a nosotros mismos.

Quizás sea esa una importante clave para nuestra salvación, sobre todo en el contexto actual de incertidumbre, mentira y superficialidad en que más que una crisis de ideas, nos hallamos enfrentados a una crisis de ser humano. 2

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