LOS MARTES DE DON DEMETRIO
POR DEMETRIO INFANTE FIGUEROA, ABOGADO Y EXDIPLOMÁTICO POR DEMETRIO INFANTE FIGUEROA, ABOGADO Y EXDIPLOMÁTICO
De acuerdo a las normas de hermenéutica legal establecidas por don Andrés Bello, las palabras deben entenderse en su sentido natural y obvio. En nuestra lengua quien da la pauta sobre esas características es la Real Academia Española. De acuerdo a la RAE, corbata es "prenda de adorno, especialmente masculina, consistente en una banda larga y estrecha de seda u otro tejido adecuado, que, colocada alrededor del cuello, se anuda o enlaza por delante dejando caer sus extremos sobre el pecho". Es decir, básicamente es un adorno. O sea, algo que por su naturaleza tiende a embellecer. La definición indicada deja sí ciertas dudas, pues si se analiza el caso de la corbata "humita", no tiene dos tiras de diferente tamaño y no caen sobre el pecho. Pero más allá de ese detalle, la verdad es que la corbata ha constituido por decenas de años una prenda importante en el vestir de los hombres. Es de las pocas cosas que nos permite modificar en algo la monotonía de nuestro vestir. En esta materia somos muy fomes. Mientras las mujeres son altamente imaginativas y creadoras en el tema y año a año cambian el estilo de los zapatos, el largo de la falda, los colores de su ropa, el ajuste de sus trajes o el ancho de sus pantalones, nosotros los hombres no salimos de la monotonía de usar trajes cruzados o rectos, de tres o cuatro botones en las mangas, o pantalones con o sin bastillas. No hay más. Hasta ahí llega la escasa habilidad masculina en este campo. Ellas nos llevan la delantera por mucho en este tema y la verdad es que es lindo constatar su capacidad para mutar en su apariencia. Es como que se renuevan cada año. Claro que hay cosas que no entiendo. Por ejemplo, que los jeans con roturas en las piernas valgan más que aquellos que no las tienen. Me cuesta comprenderlo.
Pero volviendo a la corbata, veo la foto de mi bisabuelo, don Alejandro Reyes Cotapos, quien aparece junto a los otros tres ministros de Estado que conformaban el gabinete del Presidente José Joaquín Pérez (sí, en el decenio de 1860 había sólo cuatro ministros de Estado) y la comparo con las de mi abuelo don Juan Enrique Infante Costa (alrededor de 1910), hay ciertas diferencias. Ambos usaban cuello almidonado, pero el del primero es más alto que el del segundo. El nudo de la corbata de este último es algo parecido a los nudos actuales; en cambio, el del ministro es más tipo humita. A su vez, si comparo ambas con las fotos de mi padre, alrededor de 1940, las de este último son muy similares a las de hoy día en cuanto a la forma del cuello y de la corbata. Muta a veces en algo el ancho de la prenda.
Traigo a colación lo anterior por el estilo del Presidente Boric. Él, definitivamente, no usa corbata y no se abotona el primer botón de la camisa, lo que hacía al inicio de su administración que la forma de los cuellos fuera algo desordena y que él apareciera como despreocupado. Además, al comienzo sólo usaba trajes de color negro, lo que le daba al conjunto de la vestimenta un tono fúnebre. En realidad, y sin pretender ofenderlo y sólo como una observación, esa combinación de prendas iniciales era similar a la que visten los ayudantes de las pompas fúnebres encargadas de recoger las coronas de flores en los entierros. Ahora último, afortunadamente, ha modificado un tanto el color de sus trajes y les ha dado un tono algo más alegre. Al mismo tiempo, se nota una preocupación mayor en lo que respecta a sus camisas. Presumo que estos cambios pueden deberse a los consejos de la influyente y elegante ministra Vallejo. Se me dirá que estoy entrando en un detalle absolutamente marginal, lo que es cierto, pero alguna relevancia puede tener el comentario, ya que hasta en el Evangelio aparece el caso de la oscura suerte que corrió un tipo que asistió a una fiesta con el vestido inadecuado.
Si se comparan las fotos del primer gabinete del actual Jefe de Estado con las actuales, se puede apreciar que con el tiempo hay una mutación. Al comienzo todos "solidarizaban" con el Presidente y la gran mayoría no usaba corbata. Hoy, algunos ya se han desmarcado y actualmente el Mandatario aparece en ciertas fotos en minoría. Quien no ha dejado esta prenda por motivo alguno es el ministro Mario Marcel, quien, dicho sea de paso, usa corbatas finísimas y a la última moda, notándose de lejos que los gustos adquiridos en su estada parisina no han pasado al olvido. Bien por el jefe de las Finanzas. Otro que también la viste siempre es el canciller, y eso también me parece adecuado, pues en las cancillerías del mundo es como una parte del "uniforme" diplomático. Más de alguno me dirá que hay que seguir el ejemplo del expresidente uruguayo Pepe Mujica, quien haciendo honor a su pasado guerrillero no adoptó la corbata cuando fue Jefe de Estado y menos ahora. Me parece bien intentar seguir los pasos de Mujica. Es un gran hombre y fue un gran Presidente. Pero me gustaría que quienes son miembros de la coalición que hoy nos gobiernan hubieran empezado por seguir el ejemplo de su conducta más sustantiva: dejar de lado las teorías políticas y económicas que profesaban para dar paso a una mirada moderna del país y del mundo que nos rodea.
Para terminar. A mí me gustan las corbatas y creo que ellas constituyen el modesto modo que los hombres tenemos para fantasear con cambios de estilo. No soy quién para censurar a los que no las usan, pero la verdad -como habría dicho mi abuela- uno se ve "más ordenado y mejor presentado" cuando las lleva. No pierdo las esperanzas que un día el Presidente, por ejemplo en el próximo mensaje al Congreso sobre estado de la nación, nos sorprenda usando una corbata, para lo cual puede pedir la asistencia técnica del ministro Marcel, quien no sólo da clases de economía conteniendo la inflación, sino también de elegancia al colgar de su cuello las delicadas prendas con que aparece diariamente.