Víctor Rivero lo hizo de nuevo: deja a Wanderers en la lona y sin respuesta
FÚTBOL. El técnico de San Felipe ganó desde la banca el primer partido de la liguilla de ascenso ante el Decano. Los caturros jugaron un partido para el olvido y siguen con déficit ofensivo.
Como si fuera un túnel del tiempo, el estadio Municipal de San Felipe hizo retroceder seis meses a Santiago Wanderers. En la cancha aconcagüina el Decano volvió a ser el equipo inofensivo y errático de la primera rueda, y perdió merecidamente ante los locales en el arranque de la liguilla de ascenso.
Aunque quizás la respuesta para el desastre porteño no se debe buscar en la ciencia ficción, sino más bien en el oficio del técnico albirrojo, Víctor Rivero, un estratega que tenía perfectamente medido a su oponente y volvió a amargarlo, como lo hizo antes cuando dirigía a Everton y a Unión La Calera.
Sin merecerlo, los verdes se pusieron en ventaja a los 18' con un autogol de Meza, que mandó al fondo de su propio arco un centro de Marcelo Cañete.
Los locales abusaron del centro aéreo y su eje de ataque, Franco Sosa, pudo conectar apenas uno de los balones que caían sobre el área caturra, que Miranda sacó con clase.
Con olfato y un poco de suerte, San Felipe cambió a su centrodelantero en el descanso e hizo ingresar a Josepablo Monreal, que anotó en la primera pelota que conectó. A dos minutos del reinicio, le pegó de primera a un balón que cayó en al área desde un tiro de esquina. Picado por no ser titular, el atacante fue un constante dolor de cabeza para la zaga caturra. Ganaba segundas pelotas, cabeceaba en el área y lideraba contragolpes.
Tocado por el empate, Wanderers no se rearmaba y Cañete acusaba el desgaste por el trajín que tuvo en el medio, asediado por Herrera y Espinoza.
Inexplicablemente, cuando los porteños se veían sin ideas ni piernas, desde la banca no llegaba respuesta. Sólo Cepeda ingresó por un exhausto Guajardo, que no gravitó como en otras ocasiones.
Mientras los centros sanfelipeños eran todos envenenados, los caturros no llevaban ningún peligro para el pórtico de Heredia. Carlos Muñoz tuvo que retrasarse demasiado en la cancha y nunca pudo entrar con pelota dominada de frente al arco, mientras que Duma sucumbió a la marca cuando fue por derecha y también cuando arrancó por la izquierda.
Mario Briceño, que partió en una línea de volantes con Luján y Jara, terminó en el lugar que más le gusta, como delantero, donde le hizo mucho daño a la retaguardia wanderina.
Avisó con un desborde que terminó embocando, pero le cobraron un discutible fuera de juego. Y cuando quedaban cuatro para el final, aprovechó la desprolijidad de Meneses y Vásquez, capturó un rebote por alto y marcó el gol del triunfo, aunque dio la impresión que bajó el balón con el brazo. Sin embargo, el VAR no lo advirtió.
Wanderers mostró un nivel muy diferente al que traía en la recta final de la fase regular. Dio la impresión que el plantel no está recuperado del golpe que significó no conseguir el ascenso directo y eso le puede pasar la cuenta en la revancha que se jugaría el miércoles en Quillota.
"Logramos un resultado con actitud, estas llaves se ganan con eso", dijo tras el partido Rivero. Y eso fue principalmente lo que le faltó al equipo de Palladino, quien consideró el resultado "injusto", pues manifestó que su equipo "hizo méritos" para conseguir algo más.
"La serie está abierta, es un partido, es un gol, seguimos con optimismo", remató el DT porteño.
"Hay que dar vuelta la página, pensar en la vuelta, con nuestra gente, y eso siempre para nosotros es un plus".
Francisco Palladino, Entrenador de Wanderers
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