El peso real del Festival de Viña
Dirigentes del turismo y el comercio admiten que la decisión de realizar el certamen permitió salvar la segunda quincena de febrero. Si quiere competir por los turistas a nivel internacional, Viña debe pensar en diversificar su paleta de atractivos y no confiar toda su apuesta a una semana de música en vivo.
Tras las decepcionantes cifras que mostró el turismo regional durante enero -con la excepción de Olmué-, los indicadores de febrero muestran que la actividad pudo repuntar y evitar el fracaso total, pese a la catástrofe ocasionada por el megaincendio, que devastó grandes sectores de Viña del Mar y obligó a la aplicación de medidas con fuerte impacto en la circulación de personas, como el toque de queda y la restricción vehicular. La decisión de mantener la realización del Festival de Viña del Mar, más allá de las voces contrarias, fue un acierto para el turismo y el comercio en general, dos rubros clave en todos los resultados económicos regionales, desde el PIB local hasta la tasa de desempleo. Los encadenamientos productivos en torno al certamen son tantos, que su impacto sobrepasa con creces el periodo de verano. Las cifras que da a conocer Marcela Pastene, gerente general de la Cámara Regional de Comercio (CRCP), son elocuentes sobre el peso significativo que tiene el evento: el festival genera 4 mil plazas de trabajo directo y otros 25 mil puestos indirectos, desde la hotelería y gastronomía, hasta los servicios de traslado y seguridad.
Esto plantea dos grandes desafíos para Viña del Mar. Uno es la diversificación de su paleta de atractivos turísticos. Concentrar todas las expectativas en un solo evento, cifrar los resultados de tres meses en los aciertos que pueda sacar de una semana musical parece poco ambicioso y demasiado arriesgado para una ciudad que funda una parte importante de su base económica en la atracción de visitantes. Tanto el municipio como los actores privados deben ser capaces de construir en conjunto una parrilla de actividades más atractiva, novedosa y sorprendente, tal como lo hacen muchas otras ciudades que también están enfocadas en el turismo. El segundo desafío es pensar estratégicamente el turismo como una actividad que va más allá del periodo estival, para que sus beneficios se extiendan al resto del año.