El gobernador regional, Rodrigo Mundaca, exigió al fiscal del megaincendio, Osvaldo Ossandón, acelerar las indagatorias para dar cuanto antes con los responsables de los siniestros que afectaron a las comunas del Gran Valparaíso. En un tono didáctico, el persecutor respondió que los tiempos de la indagatoria están marcados por la pericias que hacen equipos especializados en el sitio del suceso y que dicho trabajo científico "no tiene que ver con intereses o motivaciones de otro tipo y tampoco tiene que ver con ideas o percepciones que las personas puedan tener sobre cómo se debe investigar algo".

Este portazo de Ossandón a las intenciones del jefe regional por apurar el caso tiene una razón de peso. Las investigaciones de incendios forestales suelen ser complejísimas: rara vez hay testigos directos del hecho, casi siempre la evidencia se quema junto a pastizales y casas y en muy pocas ocasiones un video muestra el acto que detona la emergencia, como el que esta semana exhibe cómo una bengala prende una ladera del cerro Cordillera.

Se percibe en el ánimo del gobernador la búsqueda de un chivo expiatorio, alguien sobre quien cargar las culpas ahora que los damnificados levantan duros cuestionamientos a la forma cómo se enfrenta la catástrofe. Poner altas expectativas sobre la captura de los autores del incendio, proponer la aplicación de legislación específica contra ellos -que se niega para otros que sí son responsables de siniestros en otros contextos- y plantear implícitamente que es posible recabar las pruebas necesarias para lograr una condena efectiva no ayuda mucho al trabajo que lleva adelante la Fiscalía Regional. Si el trabajo del Ministerio Público avanza con discreción, la configuración de las comisiones especiales investigadoras en la Cámara de Diputados genera revuelo y controversia, lo que no significa que tendrán la capacidad de llegar a conclusiones más efectivas o beneficiosas. Es difícil para los damnificados entender, por ejemplo, por qué los diputados del Frente Amplio ocupan su ímpetu en la creación de una tercera comisión investigadora, cuando podrían usar toda esa energía en exigir al Gobierno y los municipios mayor rapidez en los trabajos de reconstrucción. La respuesta más sencilla es que sus prioridades son otras.

¿Imaginamos los chilenos alguna vez vivir circunstancias como las que observamos? Estas y la correspondiente apreciación de las personas aparecen en todos los estudios de opinión pública donde encontramos resultados que podríamos entender como un espejo. Un espejo que muestra la incertidumbre, el miedo, la inestabilidad, la desesperanza, la urgencia de la respuesta de los liderazgos, cuya ineludible responsabilidad llama a la acción. Es cierto que, a veces, domina la oferta de soluciones simples ante problemas complejos. En la mesa de conversación familiar, en el relato casual sobre el horror conocido por un observador, en la lectura de los medios de comunicación, en las opiniones emergentes se consolidan percepciones, se juzga el papel de los políticos, se pide desesperadamente una vía hacia la esperanza.

Lo que dicen los entendidos, desde dentro y desde afuera, y también aquellos que en carne propia fueron llevados a abandonar sus países por la avasalladora acción de dictaduras (o las variantes con que son denominadas según la ideología y el dogmatismo de sus amigos locales) es que nuestra nación está cruzando la línea roja hacia peligros de complejo manejo. En conversaciones con inmigrantes sencillos que ganan su pan con honradez, agradecidos de esta tierra, nos advierten del camino que transitamos. He escuchado: "Ustedes no se dan cuenta del riesgo en que están", "ustedes van por un camino que nosotros ya vivimos". Por eso cuesta asumir fácilmente el dominio de la retórica que empata los tiempos, impide la consolidación de la ley y sus consecuencias, que bajo el manto del discurso noble se paraliza la defensa de la nación en peligro.

Recordaré dos afirmaciones conocidas, fruto del pensamiento de intelectuales que han honrado a Chile: "No sé que no sé" y "sé que no sé". El primero puede representar nuestra ceguera al no tener consciencia de la existencia de algo. Por eso hoy empezamos a descubrir lo no imaginado. Distinto es saber que algo existe, pero no tenemos dominio o conocimiento acerca de ello, se trata de la ignorancia en su positivo sentido. Cuando uno es ignorante tiene activo el motor del conocimiento, del aprendizaje. Estas afirmaciones son poderosas cuando se ocupan posiciones de alto impacto. Probablemente, ellas estén cruzadas por las ideologías enceguecedoras, por la soberbia, por el narcisismo. También por la noble y auténtica disposición a cambiar, fruto del descubrimiento que permite renunciar a posiciones erradas. Sin olvidar que la credibilidad se afirma en la coherencia, en la nobleza y en evadir toda manipulación y búsqueda de cualquier tipo de beneficio. El horror del asesinato de un joven teniente radicado en Chile en busca del asilo contra la opresión puede despertar la búsqueda profunda del todo y superar nuestra inocente ignorancia.