RELOJ DE ARENA
El 21 de agosto de 1891 las fuerzas balmacedistas derrotadas en Concón fueron desplegadas en Viña del Mar con la intención de establecer un cordón que impidiera el avance de las tropas revolucionarias. Los jefes comandaban desde el Cerro Castillo, donde se ubicaba el fuerte Callao, y desde allí la línea defensiva avanzaba hacia el oriente aprovechando el parapeto que significaba la línea ferroviaria.
Pero los soldados balmacedistas estaban agotados, desmoralizados y hambreados y grupos de ellos se entregaron al saqueo del comercio del incipiente centro de Viña del Mar. Escribe el corresponsal de este Diario Eloy Temístocles Caviedes, veterano de las campañas de la Guerra del Pacífico:
"Esta situación originó un verdadero desbande hacia el plan en la noche del 22 alentado por la abundancia de comestibles y licores en las casas de Viña del Mar. Comenzaron a descolgarse cerro abajo y de allí, a poco reunidos en grandísimo número, se apoderaron de algunos despachos, entraron a saco en varias casas, saciaron su hambre y sintiéndose devorados por la sed, destaparon botellas, abrieron vasijas, se lanzaron sin freno en el camino de la embriaguez y de la orgía. Las patrullas que recorrían la población fraternizaron muy pronto con los saqueadores; las avanzadas tomaron parte a su turno en la fiesta; nuevos desbandados comenzaron a llegar de arriba, y de ese modo, en las primeras horas de la mañana del 23, las calles y caseríos de dos pacíficas poblaciones (Viña del Mar y Miramar) estaban convertidas en un hormiguero de ebrios que disparaban al azar…"
En fin, un octubrismo precursor en el siglo antepasado.
El coronel vergara
Las fuerzas constitucionalistas, en tanto, habían preparado un ataque a las líneas balmacedistas, comenzando por el Cerro Castillo, que sería atacado desde el mar por la escuadra. Desde Reñaca avanzaban los efectivos victoriosos en Concón divididos en tres brigadas, una de ellas comandada por el coronel Salvador Vergara Álvarez, hijo del fundador de Viña del Mar y propietario de los terrenos situados en el flanco norte del Marga Marga. Vergara conocía perfectamente el lugar por donde avanzaba.
El plan de ataque, finalmente, se desechó. Las acciones continuaron en Placilla, con una brutal lucha, represalias y luego saqueo en Valparaíso.
La revolución de 1891 había costado en total unos 10 mil muertos, elevadísimo precio humano cuando el país tenía 2 millones 600 mil habitantes, censo de 1885.
Y tras la victoria, don Salvador, tal vez inspirado en la creatividad de su padre, emprendió un gran proyecto: crear la Población Vergara, ocupando los menospreciados arenales y tierra sin destino agrícola situados al norte del Marga Marga.
Ordenó la confección de un plano que dividía el área en 140 manzanas cuadradas de 125 metros por lado, siguiendo el decreto fundacional de 1874. Al centro una gran avenida bautiza como Libertad, recordando la reciente victoria constitucionalista en la cual el mismo había participado.
El plano de la nueva población no habría ganado ningún premio de urbanismo, pero era práctico, con las calles numeradas y abierto a todo tipo de iniciativas, desde residenciales hasta industriales
Con su sencillez, el diseño de la nueva población facilitaba la diversidad de usos y los terrenos así dispuestos ganaron en importancia tras el terremoto de 1906, que llevó a numerosas familias porteñas a trasladarse a Viña del Mar y a levantar costosas residencias, algunas bastante rebuscadas. El área oriente primó para las nuevas construcciones, quizás por temor al mar, tal vez a un maremoto. El lado poniente, ahora el más valioso, se desarrolló a partir de 1912, cuando se constituyó la Sociedad Balneario de Viña del Mar, que adquirió los terrenos situados junto al mar, unos 190 mil metros cuadrados, para iniciar la urbanización del sector y la canalización de la desembocadura del estero. Pero el gran impulso al sector costero vino en 1931, con la inauguración del Casino Municipal. La condición residencial se fue instalando poco a poco, compartiendo espacios con importantes industrias con altas y, sin duda, contaminantes chimeneas.
Feria de vanidades
Pero el centro social, feria de vanidades donde se competía en tenidas y automóviles, era Miramar en el tramo de lo que es hoy avenida Marina, presidido por el Palacio Ross, el Casillo Wulff y el entonces audaz Cap Ducal, obra del destacado arquitecto Dávila Carson, hoy bastante maltratado su diseño original. Una foto de los años 30 del siglo pasado presenta esa competencia humana y mecánica con magníficos automóviles aculatados mirando el mar. Y también se pueden ver algunas damas con audaces faldas que difícilmente cubrían las rodillas.
Pero los paseos, la vida social y "el mirar y ser mirado(a)", cambian y la gran vitrina viñamarina -en algún momento, créalo usted, fue la calle Valparaíso- se acercó más al borde costero con la avenida Perú.
El alcalde Eduardo Grove, entonces nominado por el Presidente de la República, fue un gran motor de desarrollo de la comuna a través de dos administraciones. En una de ellas cerró la adquisición de la Quinta Vergara.
En mayo de 1946 inauguró la avenida Perú, que significó pavimentación, aceras y un enrocado para afrontar las arremetidas del mar. La inversión llegó a casi 5 millones 300 mil pesos. Elevada suma que, como siempre pasa, fue meticulosamente escrutada y también criticada.
Pero rápidamente la flamante avenida se convirtió en un concurrido centro social. En los años 50 aparece el "Chez Gerald". Buena mesa, buenos cocteles y, más que nada, buena vista al océano con románticas puestas de sol. En esos mismos años, con ojo marketinero, Coca Cola organiza en la explanada de la avenida con Uno Norte con avenida Perú, bailables populares. Nada en vivo. Resulta más económico usar discos, tal vez 78 o 45 y un estupendo y apabullante equipo de amplificación. Todo muy ordenado, con temprana hora de apertura y cierre para los adolescentes que incursionan en la pista. Otros tiempos con un paseo despejado, abierto, gratuito y sin tropiezos.
Recorremos ahora la avenida Perú, la tranquilidad y el punto de encuentro para todas las edades ha sido desplazado por los ambulantes, que se han tomado acera y muros. El océano y la puesta de sol están tapiados por ventas que van desde baratijas orientales hasta grandes espejos pasando por ropas de todas las tallas que se presentan en bien dispuestos colgadores.
Versión siglo XXI del saqueo permanente que amenaza a los mejores espacios públicos viñamarinos.