RELOJ DE ARENA Valparaíso, epicentro del espionaje
El embajador de los Estados Unidos en Chile, Claude Bowers, veraneaba en Zapallar. Corrían los años 40, Segunda Guerra Mundial en pleno desarrollo, y el diplomático debía mantenerse en contacto con su sede en Santiago. En el pueblo, balneario selecto y en desarrollo, había un solo teléfono ubicado en el hotel de la localidad a la vista y al oído de todos. Como las conversaciones en esos días podían ser interés para oídos atentos, acordó con su secretario reunirse una vez a la semana en Viña del Mar, donde intercambiaban documentos, informaciones, resoluciones y comunicaciones con Washington. Método sencillo, pero bastante seguro, pues la comunicación boca a boca garantizaba reserva en tiempos en que muchas informaciones exigían absoluta privacidad.
Esta reserva se justificaba, pues en esos días operaba en Chile una activa red de espionaje de la Alemania nazi.
Los días políticos chilenos eran complejos. El Gobierno de Pedro Aguirre Cerda, radical, había declarado la neutralidad del país en el conflicto global, pero el mandatario fallecería en noviembre de 1941 sin completar su periodo. La incertidumbre lógica y cruel en esos momentos estaba en la sucesión del estimado mandatario radical.
Estados Unidos buscaba la ruptura de Chile con los países del eje, pero la muerte del mandatario y la designación de un vicepresidente, Jerónimo Méndez, radical, que debería convocar a elecciones para febrero de 1942, hacían difícil una decisión de La Moneda.
Sería el sucesor, Juan Antonio Ríos Morales, quien debía tomar la compleja decisión.
Romper con el Eje significaba cortar relaciones con Alemania, Italia y Japón. El caso de Alemania resultaba muy complicado, pues además de las relaciones diplomáticas, la presencia germana en Chile desde el siglo XIX era numerosa e importante en los más diversos planos. El nazismo, además, se había ganado numerosos partidarios presentes en el mundo político con la creación en 1932 del Movimiento Nacional Socialista de Chile, que llegó a tener tres diputados. Sus militantes lucían uniforme y eran frecuentes las riñas callejeras con representantes de otros grupos. Tenía el grupo una radioemisora, Santa Lucía, y un diario, El Trabajo, que vendían sus partidarios.
Presencia nazi
Los alemanes residentes y los de ese origen, en su gran mayoría, desconocían las atrocidades de Hitler, pero miraban con admiración los avances germanos. Alta presencia tenían los italianos y sus descendientes.
La influencia nazi era un hecho. Me cuenta un médico que en su niñez en Osorno era frecuente ver cómo muchos jóvenes se saludaban con un "heil Hitler" levantando el brazo derecho. Escuché a una respetable dama de genes germanos que los alemanes incendiarían todo el sur si Chile rompía relaciones… En fin, detalles, pero síntomas de una realidad que el nuevo mandatario debía considerar, a lo cual se sumaba la Gran simpatía de Buenos Aires por el nazismo.
En tanto, el embajador Bowers, gran amigo y admirador de Chile, presionaba y entregaba inquietantes datos sobre la red de espionaje establecida por Berlín en Chile. Denunciaba que en Valparaíso operaba una estación clandestina de radio, denominada PYL, que enviaba informaciones a La Habana y a Hamburgo con el detalle de todo el movimiento naviero nacional, con exportaciones y su destino. La idea era atacar esas naves cuando llegaran al Atlántico, tras cruzar el Canal de Panamá, asegura el diplomático en sus memorias. También se informaba de las medidas costeras defensivas y de la situación política en Chile. La estación de Valparaíso, acusaba el diplomático en entrevista con el ministro de Relaciones Exteriores chileno, concentraba además informaciones de agentes del Eje obtenidas en Perú, Argentina, Colombia, Ecuador, Guatemala y México.
En suma, Valparaíso sería el epicentro del espionaje nazi.
Hundimiento del "toltén"
En marzo de 1942 un hecho concreto, trágico, advertía que el Chile neutral no era ajeno al Conflicto: a unas cien millas de Nueva York era torpedeado y hundido el vapor nacional "Toltén". Hubo un solo sobreviviente. Informa la United Press que "la nave fue literalmente partida en dos… El barco se hundió en seis minutos". Finalmente, el 20 de enero de 1943, Chile rompe con el Eje.
Tras el rompimiento se revela que el Gobierno estaba en conocimiento de la existencia de la red nazi más allá de las informaciones entregadas por el embajador norteamericano. Las condiciones diplomáticas y políticas impedían revelar la información reunida por Investigaciones entre 1939 y 1945. La inteligencia policial se formaliza cuando en 1941 se crea el Departamento 50, que operaba con sólo 10 detectives dirigidos por el comisario Hernán Barros Bianchi. Inteligencia realmente "inteligente" que se echa de menos en estos días.
Radios clandestinas
Ya en 1939, Estados Unidos, a través del FBI, informa a Chile sobre transmisiones clandestinas, las estaciones denominada PYL y PQZ, que operaban en Valparaíso y Quilpué. Bernardo Timmermann, fotógrafo de profesión, era responsable de las emisiones, coordinadas por el agregado Militar y Aéreo de Alemania en Chile, Ludwig von Bolen. A cargo de los equipos estaba Augusto Kroll.
Las emisiones eran codificadas, para lo cual se contaba con unos discos que permitían cifrar los mensajes. Algo más primitivo que la cinematográfica Máquina Enigma, pero bastante eficiente.
La ubicación de las emisiones fue detectada por los policías chilenos mediante la medición del consumo eléctrico anormal de casas sospechosas. Las fuentes de poder de los transmisores, en esos tiempos a tubos, consumían grandes cantidades de energía. La red contaba, además, con precisos receptores de la famosa marca norteamericana Hallicrafters.
En allanamientos se descubrieron microfilmes con valiosa información del movimiento naviero. En una parcela en El Tabo encontraron enterrados 174 mil dólares en billetes y 25 mil en bonos al portador. Suficiente para comprar equipos y conciencias.
Los agentes alemanes eran reclutados en Hamburgo, a través de un aviso en los diarios, y a Allí eran capacitados en radio, morse y codificación.
La red de espionaje reunía además datos políticos, como acuerdos del Partido Comunista o reuniones de la Comunidad Judía. Tiempos complicados para el discurso del PC chileno, pues en agosto de 1939 se había firmado un pacto germano-soviético de no agresión. Se rompe luego el acuerdo y los amigos pasan a ser enemigos, en tanto los norteamericanos "malos" pasan a ser "buenos", pues alimentan generosamente la defensa de Rusia.
Chile, en tanto, con sus propios conflictos, pasa a aprobar una ley que penaliza el espionaje, que no la tenía. Así, se expulsa a los agentes alemanes y tres agentes chilenos son condenados a bajas penas de prisión.
Todo esto en medio del ruido que causaban las organizaciones nacionales apoyadas por la Alemania nazi presentes en numerosos aspectos que iban desde la educación hasta la economía.
La información sobre el espionaje y la tarea del Departamento 50 fue revelada hace pocos años. Un trabajo de la académica Valeria Navarro-Rossenblat estudia los documentos y los sistematiza. Todo el cuadro de las repercusiones de la guerra lejana se presenta también en las completas memorias del embajador Claude G. Bowers, editadas en Chile en 1957.
El cuadro novelesco de esta realidad se completa con la traición de un detective "vendido" a los nazis y con el descubrimiento de la red de informaciones que mantenía una simpática viñamarina llamada Ilse, finalmente detenida. Valparaíso, de hecho, resultó ser un punto clave en la lucha europea que había avanzado, peligrosamente, al Pacífico.