LA PELOTA NO SE MANCHA Dueño de nada
POR WINSTON POR WINSTON
Estas últimas semanas comenzó a circular la peregrina idea de que el Estadio Elías Figueroa Brander, propiedad del Instituto Nacional del Deporte, fuese comprado por la Municipalidad de Valparaíso. Detrás de esta medida, estaría un grupo de wanderinos con la vana ilusión de que, si el antiguo Estadio de Playa Ancha volviera a manos de la alcaldía, el recinto estaría mucho más cerca de su amado club.
Pero este no es un problema particular del Decano. Si tuviésemos que hacer una radiografía de los estadios chilenos, nos encontraríamos que son contados con los dedos de una mano aquellos equipos dueños de sus propios recintos deportivos.
Esto es divertido porque, cada cierto tiempo, circulan bromas y memes relacionados con el club de la Universidad de Chile y la eterna promesa de tener su casa propia. El mundo del fútbol goza con estos chistes, los reenvía con gusto y comenta con entusiasmo, lo que resulta bastante extraño y penoso cuando el chiste lo hacen los hinchas de Everton, Santiago Wanderers u otros que, aunque parecieran que sus equipos son propietarios de sus estadios, en realidad, están en la misma pobreza que "los chunchos". Al igual que la canción del Puma, son "dueños del aire, y del reflejo, de la luna sobre al agua", en definitiva, "dueño de nada".
Si pensamos en los propietarios, Colo Colo encabeza la lista. Los albos son dueños del Monumental. Las malas lenguas dicen que ello fue gracias al dictador Augusto Pinochet, quien en los mismos años de la construcción fue hecho socio honorario; pero hoy los hinchas quieren borrar con el codo lo que sus antecesores escribieron con la mano y hacernos sufrir de amnesia colectiva.
Muy lejos de Macul, en las alturas de San Carlos de Apoquindo, los de la Universidad Católica también pueden vanagloriarse de ser dueños de su estadio, tanto así que hoy se pueden dar el lujo de remodelarlo con el peligro de que el principal auspiciador pueda arrogarse el nombre del recinto.
A la lista de copropietarios se suman Unión Española y Huachipato, aunque la propiedad de ambos estadios es más bien dudosa dada la conformación de las sociedades anónimas que administran estos clubes.
Hoy, ser dueño del estadio, como una casa, pareciera ser el sueño de todo equipo chileno que haya escuchado la canción "La casa nueva" del El Temucano (antes de que lo funaran). Sin embargo, salvo que su equipo sea el Real Madrid y más allá del orgullo y prestigio, lo cierto es que se trata de un pésimo negocio. Es como una segunda vivienda en la playa con un alto costo, que solo se ocupa cada 15 días. Y, lo peor, nadie le asegura que ahí obtendrá un buen resultado. Por lo demás, equipos grandes como el PSG y el Ajax no tienen su propio estadio. Archirrivales como la Roma y la Lazio juegan en el mismo Estadio Olímpico de Roma, aunque ocupen tribunas contrarias. Y si no lo sabe, el Giuseppe Meazza y el San Siro son los mismos lugares, sólo que los de Inter de Milán le llaman al estadio de una forma y los del Milán, de otra.
Al final de cuentas y tal como dice la canción del Temucano: "No importa ni la casa, lo que importa es lo nuestro". Los estadios son solo enormes estructuras de cemento y fierro, lo verdaderamente importante ocurre en la cancha, como le llaman los argentinos, pero, sobre todo, lo que pasa en el corazón de los hinchas.