RELOJ DE ARENA Gómez Carreño, mito y realidad
Es el marino más conocido de Chile por su desempeño en tiempos paz. Simplemente Gómez Carreño, se omite su nombre de pila y su grado de vicealmirante. Una importante población viñamarina lo recuerda y su nombre circula en buses que recorren en Gran Valparaíso llevando como destino "Gómez Carreño". A veces simplemente "G. Carreño". El segundo apellido suena para algunos más distinguido que el simple "Gómez". Hasta hay un manual de buenas costumbres que lleva el nombre de Manual de Carreño. Un texto cada vez menos conocido y sus normas de urbanidad casi una curiosidad…
Nació Luis Gómez Carreño en 1865 en Puerto Montt, pero su familia era porteña y se traslada a Valparaíso. El futuro vicealmirante estudia en el liceo de esta ciudad, que posteriormente llevaría el nombre de Eduardo de la Barra. Interrumpe sus estudios a los 15 años para embarcarse, clandestinamente, y participar en la Guerra del 79. En el Ejército no lo habían aceptado. Finalmente se formaliza su ingreso a las Fuerzas Armadas y terminada la contienda ingresa a la Escuela Naval. Es un buen cadete y ya egresado se gana la posibilidad de embarcarse en una nave británica como parte de su formación.
Ya con el grado de oficial tiene diversos desempeños, el más importante como comandante del legendario buque escuela "Baquedano", en el cual recorre buena parte del mundo, recalando en importantes puertos del Pacífico. Una novela de Francisco Coloane recuerda precisamente al "Último grumete de la Baquedano".
Terminado el viaje de instrucción, dos años, es nombrado gobernador marítimo de Valparaíso, cargo muy importante cuando este puerto era un punto clave en las rutas navieras internacionales.
Mano durisima
Ejerciendo esa función, en una arriesgada tarea, casi heroica, personalmente asume en medio de un pavoroso temporal el rescate de la barca alemana "Steinbeck", salvando a su tripulación de 40 hombres.
Su nombre es luego consagrado en la historia de Valparaíso cuando tras el devastador y letal terremoto del 16 de agosto de 1906 es designado jefe militar de la ciudad que se debate entre llamas, escombros y un desatado pillaje.
Instala su cuartel general en una carpa en la Plaza Victoria. Reprime la delincuencia con mano de hierro y ordena 15 fusilamientos, en el terreno, de saqueadores.
Los relatos de la época dan cuenta de horribles delitos, como mutilaciones de cadáveres para robar joyas valiosas, anillos de oro, aretes o collares de finas perlas. El brutal pillaje es definitivamente frenado.
Se corrió luego la voz de nuevos fusilamientos, esta vez de comerciantes que especulaban con los escasos alimentos disponibles en la agobiada ciudad. Terminaron las especulaciones, pues se conocía la energía del entonces capitán de navío. Años después, en una entrevista, reconoció que la pena capital para esos casos estaba en sus planes, pero no se aplicó al cesar esas prácticas. Sin embargo, algunos comerciantes fueron azotados, como uno de Playa Ancha que especulaba con el agua potable.
Sin quererlo se vio envuelto en la Primera Guerra Mundial. En 1917 fue enviado a Estados Unidos para comandar y traer a Chile la primera flotilla de submarinos del país. Seis elementales unidades. Washington estaba punto de entrar en la contienda y, en consecuencia, se suspendía la entrega de las naves a Chile. Gestiones diversas y presiones diplomáticas logran que las naves lleven la bandera chilena y zarpen en 1918 junto a otros barcos de guerra nacionales que cargaban variada carga, desde lingotes de oro, fondos del Gobierno, hasta carros para el ferrocarril de Arica a La Paz. La flota debe soportar un violento temporal caribeño y su jefe, en primera línea, se ocupa a dirigir las maniobras y evitar la pérdida de alguno de los frágiles submarinos. Así, con un entrenamiento en "tiempo real", todos los barcos llegan al país.
El "latorre"
Termina la contiende europea y Gran Bretaña entrega finalmente a Chile el acorazado "Almirante Latorre". La construcción fue ordenada por nuestro país antes de iniciada la contienda, resultado de tensiones locales. Debían ser dos poderosas unidades el "Valparaíso" y el "Santiago". La compra se limitó a solo una, el "Valparaíso", que finalmente se llamaría "Almirante Latorre" y que, en la emergencia bélica, tras acuerdo, quedó como unidad británica. La recuperación se concretó en 1920 y como comandante de la nave y de otras unidades nacionales quedó el ya vicealmirante Luis Gómez Carreño.
El retorno a Chile fue complicado por problemas variados: desde falta de carbón a las naves que acompañaban a la flamante escuadra nacional, hasta complicaciones judiciales por la muerte de un tripulante a bordo. En Balboa un tropiezo absurdo por el cobro de abastecimientos que impedirían del zarpe de la unidad nacional. El almirante, con su energía habitual, rechaza el procedimiento y los cobradores. El cónsul local era el encargado de hacer los pagos. El mito urbano sostiene que Gómez Carreño apuntó con los poderosos cañones del acorazado las instalaciones del Canal de Panamá asegurando así su zarpe sin problemas. Mito tejido a partir de una personalidad decidida.
Finalmente, el "Almirante Latorre", imponente acorazado, recala en Valparaíso el 20 de febrero de 1921. La nave se convierte en una atracción turística y su comandante, el almirante Gómez Carreño, es un personaje que de uniforme o civil, es reconocido y saludado en las calles porteñas. Es una figura popular en todos los sectores.
¿candidato presidencial?
Así, en tiempos de tensiones políticas se ve como un recurso ante las complicaciones de La Moneda y en 1924 es nombrado Ministro de Guerra. Dura poco, la política no es su vocación, y en 1925 cursa su retiro de la Armada. Pese a todo, su nombre suena hasta como candidato presidencial.
Su empatía demostrada a lo largo de toda su carrera naval, sus acciones que superaban largamente el ámbito institucional y su calidad profesional lo querían mantener en el servicio público.
Prudente, se mantenía en un segundo plano. Residía en Viña del Mar y, como muchos marinos, anclaba también en el interior, en una cómoda quinta en Limache.
El 1 de enero de 1930, tras asistir a las carreras en el Sporting viñamarino, viajó en auto a Limache. A la altura de El Salto, para tomar el antiguo camino El Olivar, el coche sufrió un accidente. El almirante en retiro, ya de 65 años, quedó gravemente herido. Atendido en Viña del Mar y Valparaíso, tras dolorosa agonía de 5 días falleció. Fatal naufragio en tierra firme.
Excadetes y oficiales que habían sido sus camaradas de filas erigieron en el camino, que paradójicamente fuera el primero pavimentado del país y, supuestamente, el más seguro, un monolito en su memoria. ¿Subsiste ese recuerdo del popular almirante?